A propósito de la nota de Ángeles Cruz
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A propósito de la nota de Ángeles Cruz

 


 

Los espacios comunes y privados, las vías y la movilidad social en el primer cuadro de la ciudad de Oaxaca, también conocido como centro histórico, han sufrido diversas transformaciones de aspecto, cuenta de ello dan las imágenes tomadas en el siglo pasado.

Luego del llamado “movimiento social” de 2006, ese punto urbano de la capital de Oaxaca tuvo un notorio desplazamiento inmobiliario, dado que varios propietarios se vieron en la necesidad de vender ante el congelamiento comercial que sufrió esa zona, propiciado por las constantes marchas y bloqueo de calles por grupos de manifestantes.

En los años siguientes fue notorio como el norte de la ciudad fue alojando plazas y locales comerciales, ante un centro histórico desolado.

En la administración gubernamental del periodo 2016-2022, se invirtió dinero público para concretar una serie de negocios privados que se concentraban en un portafolio de la familia gobernante y en un eslogan publicitario de sexenio: “proyectar a Oaxaca”.

Los emotivos lunes del cerro se convirtieron en “La Guelaguetza, la máxima fiesta de los oaxaqueños” y julio el mes donde los visitantes desbordaban las calles y todos los espacios donde era expuesto lo más llamativo y lucrativo de dicha “fiesta”.

La reactivación económica del centro histórico de la ciudad de Oaxaca fue aplaudida, aunque los habitantes de la misma perdieran espacios públicos y privados en lo que había sido punto de encuentro y de comercio local durante muchos años.

Con la capitalización de las áreas céntricas vino la apropiación y distorsión cultural por elites con capacidad económica alta. Las voces que cuestionaban esta situación fueron calificadas como retrógradas y enemigas del “progreso y desarrollo”.

En la actualidad, el control y especulación comercial que contadas empresas o propietarios practican en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, refleja la forma en que productos y servicios son ofertados, así como la selección que hacen de los destinatarios de los mismos. En esta lógica de lucro, el consumidor o habitante local no importa, ni interesa, al igual que su vínculo de identificación con la memoria social e histórica de sus espacios.

Bajo este contexto de gentrificación, la denuncia publicada en Facebook por la joven oaxaqueña Ángeles Cruz (https://www.facebook.com/share/p/EArsD2sz6ARiArPm/?mibextid=qi2Omg), que se hizo viral en redes sociales, sobre la falta de acceso al contenido de la carta de alimentos de un negocio instalado en el corazón de la capital oaxaqueña, al estar redactado en una lengua extranjera, no es un tema que se reduzca a una simple cuestión de elección de lugar o de decisión personal.

Se trata de la nota creativa de una joven que cursa el nivel bachillerato, que ha propiciado una discusión oportuna que pone en la agenda pública una práctica de homogenización que ha sido validada por algunos sectores sociales de la ciudad de Oaxaca, al justificar estas prácticas mercantiles con la libertad de facultades privadas que tienen empresas o inversionistas y visibiliza la omisión  de las autoridades  al no  garantizar el ejercicio de los derechos humanos que se atropellan.

Espacios limitados para estacionar vehículos en la vía pública, alquileres  elevados, pésimo transporte público, construcciones que son contrarias a la normatividad aplicable, restricción de acceso a servicios, escasez del suministro de agua potable, movilidad limitada de peatones, ausencia de mecanismos  de participación social sobre decisiones que tienen que ver con la privatización de espacios públicos y la regulación de los servicios turísticos que se ofertan para evitar la competencia desleal,  son otros efectos de la gentrificación en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, de los cuales no se habla.

El derecho a la ciudad no es una ocurrencia o exclusividad de un tipo de lenguaje erudito o de algún sector de la sociedad. La organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dicho que es el derecho humano de todo habitante urbano a disfrutar de bienes comunes, de manera justa, inclusiva, segura, sostenible y democrática, para una vida digna.

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*Presidente del Foro Permanente de Abogados A.C.