¿Prohibir el lenguaje inclusivo?
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¿Prohibir el lenguaje inclusivo?

 


 

 

Y con lenguaje inclusivo para efectos de esta columna me refiero al lenguaje con perspectiva de género, el cual ha sido referenciado en los titulares de esta semana de la prensa internacional a causa de que los gobiernos centrales de la República de Argentina y la República de El Salvador, han anunciado recientemente que prohibirán la enseñanza y/o uso del lenguaje inclusivo en instituciones públicas.

Los líderes de ambos países, notorios en los medios de comunicación por sus arrebatadas posturas, han determinado que ese tipo de lenguaje es innecesario. Bukele incluso lo tildó como “contrarios a la naturaleza”.

Y una, uno, une, dirá: ¿Y por qué tanto alboroto por poner una a o una e en vez de o? ¿Por qué causa tanto escozor desdoblar el lenguaje al menos en femenino o masculino?

Pues quizá es que, si bien, el lenguaje inclusivo no es contrario a la naturaleza (porque el lenguaje es una construcción humana mutable y no se rige por la gravedad, la física o la química) lo que sí es que es un reflejo de un momento en la humanidad, de los usos de sus usuarias o usuarios, así de como de sus valores y prioridades (pregúntele a su lingüista de confianza).

Es ahí donde el lenguaje inclusivo se posiciona como un elemento disruptor del estatus quo. 

Lo que busca el lenguaje inclusivo es visibilizar a las mujeres en el lenguaje oral y escrito. En el caso del español —en comparación de otras lenguas, donde el lenguaje tiene fórmulas de género neutro o diferentes construcciones dependiendo de los géneros del sustantivo que se empleen— hace una marcada diferencia entre la jerarquización de lo femenino en cuanto a lo masculino. 

Por siglos, el uso fue ese. Un salón lleno de mujeres, llega un solo hombre y ya no podemos llamarles ellas, sino ellos. En términos de comunicación, entender que solo había un hombre entre muchas mujeres en un grupo dado de personas requerirá muchas líneas, muchas más letras y muchas más conjugaciones. Cosa que no facilita para nada que la experiencia de las mujeres sea representada de manera igualitaria frente a la de los varones.

Ponderar que quizá podemos utilizar el lenguaje de manera que nos represente es precisamente cuestionar la jerarquía y nuestra posición en el mundo. Pues, ante todo, el lenguaje es la manera en que representamos al mundo, lo conceptualizamos y construimos realidades colectivas.

El lenguaje inclusivo no es incómodo porque suene raro, sino porque incomoda. E incomoda sobre todo a quienes quieren controlar una narrativa que mantenga sus privilegios, jerarquía y alcances.

Ya viene el 8M y con ello viene de nuevo una ola para visibilizar las luchas diarias. Porque, como se puede apreciar, las conquistas no son eternas, los avances pueden retroceder y tenemos que seguir moviéndonos y organizándonos para que los aún pocos espacios que hemos ido ocupando no nos sean arrebatados, y a la larga, poder construir otros mundos de mayor justicia y diversidad.

 

@GalateaSwanson