Cristina Romo Hernández y la crónica de nuestros tiempos
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Cristina Romo Hernández y la crónica de nuestros tiempos

 


 

Ha sido una pérdida irreparable para la cultura de nuestro país el fallecimiento de

Cristina Romo Hernández, conocida mejor como Cristina Pacheco, falleció el pasado 21 de diciembre. Una mujer incansable que a sus más de ochenta años únicamente se retiró de la vida pública debido a la enfermedad que le aquejaba.

Durante más de cincuenta años dedicó su vida a relatar las muchas realidades que conviven en la Ciudad de México, y a su vez, aquellas que llegan ahí desde todos los puntos del país. Desde 1978, con su programa Aquí nos tocó vivir, abrió una ventana a la vida cotidiana de cientos de personas de toda clase de ocupación, procedencia y destino.; y desde 1989, en su columna dominical Mar de Historias en el diario La Jornada, siguió la ruta para dar a conocer el día a día de las personas que conviven en la ahora conocida Ciudad de México. Su vocación por retratar la vasta diversidad de la condición humana y la vida que hemos ido construyendo de manera colectiva le ha merecido que sea reconocida como la cronista del pueblo.

Las historias que registró no son las suyas, sino las nuestras. Son pequeños reflejos de la realidad que día a día rozamos en el caminar diario. Son los mundos paralelos que parecen tan lejanos y a la vez familiares que nos facilitan poder reconocernos como iguales sin importar las diferencias, porque en cada uno de los relatos, sin importar qué tan distinto puede parecer, siempre encontramos el común denominador del anhelo, la lucha y la persistencia.

Sus letras y programas buscaron siempre acercarnos a la humanidad compartida y contrastarla con la pluralidad de vidas que son posibles –muchas veces por imposición, otras veces por suerte-. Es una gran pérdida -insisto- su partida. Sin embargo, su legado literario y periodístico le sobrevive. Su obra no solo deja un referente ineludible en el estudio de la crónica contemporánea, sino que también debe ser una invitación a revalorar este género.

Más allá de la gesta y la épica de los libros de historia, la crónica nos brinda testimonio de las vibrantes vidas que configuran la realidad compartida. Un entresijo que permite vislumbrar los engranes de la gran maquinaria; aquellos que le dan sentido y la dotan de alma. Es un acto de rebeldía ante el inexorable paso del tiempo para validar lo humano, nuestra existencia, única y a la vez colectiva. Es el testamento más genuino que podemos dejar a las siguientes generaciones y a nosotros mismos.

La crónica, como la hizo Cristina, es una forma de construir futuro, de entablar diálogos y reconocernos iguales en la diferencia. Ojalá su obra sea recuperada y revalorada. Que sea criticada y estudiada. Que sea referente y que se escriba sobre sus hombros.

@GalateaSwanson