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El amor, no basta

En un par de días se celebra el Día del Amor y la Amistad. Las calles, escuelas y centros de trabajo se vestirán de rosa y rojo y los restaurantes estarán a reventar. Bueno… todo eso si la inflación nos lo permite.

Siendo el Estado de la República con mayor inflación registrada en este 2023 -como lo ha sido en otros tantos años antes- puede que el gasto de esta celebración se vea reducida o anulada para muchas parejas y amistades.

No obstante, seguro que algún detalle habrá entre varias parejas durante estas fechas… ¿y luego? Nada. O quizá más bien poco. La llama de la celebración se apaga unos cuantos días después y aunque se hable de amor, no es como en San Valentín. Porque el amor romántico -que, ojo, no es lo mismo que romanticismo- nos exige esas grandes proezas y demostraciones públicas de afecto; esas que se acostumbran el 14 de febrero: flores, mariachis, carros llenos de notitas adheribles, osos de felpa, globos… 

Pero en la realidad, eso no es sostenible. Nadie se la pasa todos los días mandando flores, levando serenata o gastando en cenas románticas a la más mínima provocación. Son exhibiciones de aprecio extraordinarias, como deberían ser.

Ahora, es importante señalar que aquí no se está proponiendo que se eliminen todo ese tipo de detalles.

Lo que se dice es que mucha de nuestra concepción del amor parece reducirse a eso, a lo que socialmente se nota y se exhibe, y hacer notar que, aunque se escribe, habla y escucha mucho del amor alrededor de esta época, en realidad poco hablamos de las cosas que verdaderamente construyen relaciones amorosas de largo plazo: la responsabilidad afectiva, el compañerismo, el apoyo mutuo, la escucha activa, la tolerancia, la reparación de las relaciones y el compromiso.

Nada atractivo hablar de los estilos de apego, el establecimiento de límites en las relaciones, las cargas emocionales que traemos todas y todos cuando entramos en una dinámica de pareja o de las expectativas de futuro, económicas, laborales y proyecto de vida.

El amor se hace desde ese esos espacios difíciles de dialogar porque casi casi son un tabú en la sociedad. ¿Cómo voy a hablar con mi pareja sobre finanzas? ¿Cómo le diré que yo jamás o siempre me quise casar? ¿Cómo le digo que mi sueldo no alcanza para el estilo de vida que me ha contado quiere conmigo? ¿Qué pasa con los bienes nos casamos y nos divorciamos? ¿Qué pasa si enfermo? ¿Qué pasa mi madre o padre enferma? ¿Estaría para apoyarme? ¿Qué pasa si le digo que no?

Y ¿cómo saber hacer todo esto? Si desde hace generaciones nos han dicho que el amor, basta. Si todas las películas nos demuestran que el amor triunfa, que el amor lo puede todo; que, hasta la dignidad, la libertad y la vida se deben sacrificar por amor; que, básicamente, el amor es sacrificarse por el otro y aguantarlo todo, incluso los gritos y los golpes.

Y luego nos preguntamos por qué en nuestro estado uno de los delitos con mayor incidencia es la violencia familiar.

Nos preocupamos mucho porque las niñas, niños y adolescentes aprendan matemáticas y gramática, pero poco nos ocupamos del desarrollo emocional que define sus posibilidades y calidad de vida en el futuro.

Como sociedad debemos iniciar una discusión sobre nuestra educación emocional, sobre cómo este ámbito aparentemente individual en realidad es colectivo y es ingrediente esencial para definir la clase de comunidades que somos. Y para ello, podríamos empezar a preguntarnos este 14 de febrero: el amor ¿basta?

@GalateaSwanson

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