Las ocupaciones del poder en México
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Las ocupaciones del poder en México

 


 

 

 

Tampoco le preocupa que después de septiembre de 2024, el país confluya en el caos económico, ambiental, político y que, especialmente en este tema, la democracia mexicana haya sido víctima de la destrucción que se fraguó en el Palacio que fue de los virreyes. No le preocupa que se esté derrochando dinero en falsos proyectos que nunca estuvieron sujetos a una evaluación, jamás se pensó en su viabilidad económica y social, son simples brotes de ideas torcidas, caducas y sin plan específico. Los costos en que se ha incurrido rebasan lo que se ideó que no presupuestó y que los fondos del erario están siendo insuficientes para ver si en 2026 una refinadora de petróleo llega a producir un barril de gasolina, que ya no será objeto de demanda por la industria automotriz.

Allá por la península de Yucatán y los estados que la conforman, circulará un juguete sobre rieles, una paradoja del adulto frustrado que no tuvo de pequeño un trenecito “Lionel” y ahora, con una fuerza ocurrente, se ha lanzado a tirar el dinero público en algo que sólo demandará subsidio y subvenciones gubernamentales una vez que lo echen a andar. Mercancías y turistas serán los bienes escasos que, según la teoría marginalista, nos costarán a muy alto precio.

Por lo pronto, en Zumpango, ya fue remodelado un viejo aeródromo, se le agregó una pista, mantiene su carácter de base aérea militar y, como esas trampas para pájaros que ponen los niños en los jardines, sigue esperando que alguna empresa de aviación arriesgue sus aeronaves para aterrizar o despegar allá lejos, donde el acceso no existe y quien se arriesga a llegar queda expuesto a la delincuencia y a costos de traslado.

Alguien vendió la gran idea de “competir” con el canal de Panamá en el tránsito de la marina mercante mundial, que cruza del Pacífico al Atlántico y viceversa. Suponen, como a finales del siglo XIX, que se pueden montar barcos sobre ruedas y llevarlos de Salina Cruz a Coatzacoalcos (y viceversa) y ¡Ya estuvo!, le ganamos el negocio a las grandes navieras, a Lloyds y al gobierno de Panamá, total, nuestros proyectistas son iguales o mejores que Ferdinand de Lesseps (1805-1894), ese vizconde francés que proyectó en serio dos canales: Suez y Panamá:  unió a dos mares, el Mediterráneo y el Rojo, a un mismo nivel; pero en el istmo centroamericano cerca del Tapón de Darién, se valió de los lagos de Gatún y Miraflores para subir y bajar embarcaciones con esclusas  y hacerlas cruzar dos océanos. Los gringos terminaron la obra y se apropiaron de ella por una centuria.

Sin preocuparse, el gobierno federal en turno y que autosupone llegado para la eternidad, gasta y gasta en programas asistenciales, ese invento de Perón y Evita y que causaron el desastre económico y la ruina en Argentina, ese justicialismo imitado hoy en México y que sólo augura mayor pobreza, más pobres, más emigrados a Estados Unidos y que viviremos de remesas, no de gasolina, ni de trenes, ni de un mal aeropuerto o un istmo de Tehuantepec competitivo. Para eso estamos los contribuyentes, grandes y pequeños, a quienes se debe esquilmar en nombre de una transformación hacia el retroceso.

Aquí hay ocupaciones que nos llevarán a la desocupación y al desempleo: el presidente es director de una fábrica de corcholatas, cuatro propias y 43 ajenas. Se ocupa de gastar y gastar en campañas simuladas, se ocupa de burlarse, se ocupa de insultar y se ocupa del derroche. Se ocupa también de facilitar la operación de la delincuencia, feliz ésta al recibir la calidez del abrazo que se niega a la señora que lo llevó al poder. Se ocupa de violar la Constitución y las leyes. Así nomás.

Tenía razón Bismark al diferenciar entre el demagogo y el estadista. Nos hace falta éste último. Viene a cuento de nuevo una paráfrasis de la sentencia de Tácito: “Todos creyeron que sería buen gobernante, hasta que llegó a gobernar”. Dixi.