De residencias y mudanza
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De residencias y mudanza

 


En la construcción de la “historia oficial” de México, se levantan muros y se cierran puertas. Es una historia mal cimentada que oculta verdades y exalta falsedades. Ha sido una historia a modo del sistema reinante y de ahí que nuestro altar patrio esté pletórico de héroes inventados y tengamos también un averno de demonios creados por el odio y el resentimiento.

Se insiste en que el primer presidente de México fue Guadalupe Victoria, como si la historia del país independiente comenzara en 1824, sin tomar en cuenta que el primer mandatario del México independiente fue Agustín de Iturbide, con el título de Emperador y que gobernó entre 1821 y 1824 con un soñado Imperio Mexicano, que abarcaba desde California hasta Centroamérica.

Poco se difunde que durante ese período rigió la Constitución de Cádiz, en tanto creábamos una de cuño nacional, lo cual se logró hasta 1824, en la cual las antiguas audiencias, provincias y reinos de la Nueva España se constituían en “estados libres y soberanos”, iniciándose el concepto de federalismo y la consecuente lucha por la otra versión de gobierno, el centralismo.

Agustín I Emperador de México, correspondía a un concepto de gobierno ancestral y bien arraigado en México. Durante el llamado “imperio” azteca, gobernaban a los pueblos del territorio, no sólo el gran tlatoani con poderes omnímodos y absolutos en Tenochtitlán, sino verdaderos caciques que sometían a las poblaciones a severas condiciones de subyugación, esclavitud y sobajamiento personal, sin ninguna clase de derechos y con la atribución de disponer de hombres, mujeres y niños para los sacrificios humanos que a diario tenían que rendirse a sus deidades.

Después de la Conquista, esa forma de gobernar fue reemplazada por el sometimiento a la Corona española, de reyes y emperadores, desde Carlos I (o Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico) en cuyos dominios “no se ponía el sol”, hasta Fernando VII; monarcas que gobernaban mediando los Virreyes, de los cuales tuvimos 62 a lo largo de 300 años, pero sometidos todos al juicio de residencia.

Los virreyes habitaron un suntuoso palacio construido en el centro mismo de la ciudad de México y disponían también del Castillo de Chapultepec desde 1774. Esos formidables emplazamientos fueron sencillamente dispuestos por los mandatarios del México Independiente como sedes del nuevo poder y alternando como residencia de emperadores y presidentes (porque no se olvide que también tuvimos a otro emperador: Maximiliano I). Juárez vivía en Palacio Nacional y ahí murió. Porfirio Díaz dispuso vivir en Chapultepec o en su casa particular de la Calle de la Cadena. Pero Francisco I. Madero y todos los de la Revolución que continuaron, hasta Lázaro Cárdenas, tuvieron como residencia Chapultepec, hasta que el mismo Tata Lázaro discurrió construir “Los Pinos” por considerar lujoso e insultante el Castillo. Es decir, la nueva residencia correspondía según su criterio, a la modestia de su vida personal.

Ayer se ha iniciado un nuevo período gubernamental en México. Desde ayer dejó de ser residencia oficial Los Pinos por considerarse suntuosa e insultante. Según se ha advertido, al igual que Iturbide y los virreyes de la Nueva España, el presidente de México vivirá dentro de poco tiempo (cuando su hijo termine la primaria) en Palacio Nacional que, en las condiciones de urbanismo actual, no es propio para habitar y tiene más vocación de museo como ahora se ha dispuesto de la casa de Molino del Rey.

Desde 1934 cuando arribó al poder Lázaro Cárdenas, han sido 14 los presidentes que residieron en Los Pinos. Algunos todavía despachaban asuntos de Estado en Palacio. Desde 1934 todos los presidentes han concluido sus mandatos de seis años.
Por lo que se ha anunciado, la mudanza no sólo será de residencia, sino de un concepto aún desconocido de mando. México tiene mucha pobreza que debe abatirse. Pero tiene gran riqueza que debe mantenerse y no disminuirse, ni repartirse en la irresponsabilidad.