
Durante los años dorados del régimen priista en las salas de redacción no se decía, pero todos lo sabían: no te metas con la Virgen de Guadalupe, con el ejército y con el presidente. Hoy la consiga es no meterse con la 4T so pena de ser atacado sin misericordia a través de las redes sociales contraladas por el gobierno.
Para millones de mexicanos la libertad de expresión y su defensa no tienen la menor importancia. Para ellos, la existencia de una prensa crítica los tiene sin cuidado. No pueden ver que el hecho de poder ver sus narco-series o escuchar sus narcocorridos es gracias a la libertad de expresión y la defensa de ésta por los periodistas.
La defensa de la libertad de expresión y la lucha contra el poder estigmatizador del gobierno es un ejercicio de nuestra autonomía individual, es nuestro derecho participar en los asuntos públicos, entrar al debate y la deliberación de la opinión pública. El intercambio de ideas, sobre todo cuando se asumen posturas contrarias el gobierno en turno, es sano y liberador ante la tentación permanente del gobernante en turno para limitarla.
La defensa de la libertad de expresión y la lucha contra la tiranía son acciones que van de la mano. El régimen celebre a Ricardo Flores Magón y al periódico “el Hijo del Ahuizote” porque fueron opositores y fuertes críticos con Porfirio Díaz, pero no soportan la crítica cuando ellos son los criticados. No solo carecen de ideales e ideología los actuales políticos, son simplemente oportunistas agachados que en cada oportunidad tratarán de imitar hasta la forma de hablar de su mesías. Si AMLO inventó la mañanera y su sección “quién es quién en las mentiras”, lo mismo hará el gobernador aquí.
En un país en donde el régimen ya destruyó la mayoría de las instituciones que le hacían contrapeso, el último contrapeso real que permanece es la prensa crítica, la que no se rinde ante las veleidades del poder y, casi en harapos, mantiene la necesaria voz disidente que tanta falta nos hace. La prensa vigila al poder, da voz a los que no la tienen y hace público todo aquello que al gobierno le interesa mantener oculto a la opinión pública.
En este vasto teatro de la política, hace unos días, un tribunal colegiado emitió una sentencia que, por desgracia, no ha tenido la difusión que debería por el precedente que deja y la importancia que tiene en defensa de los periodistas ante el poder estigmatizador del gobierno que, usando el poder del Estado, abusa de quienes cuestionan sus actuar. El periodista Raymundo Riva Palacio obtuvo una sentencia definitiva contra AMLO, sus mañaneras y, es especial, de su sección “quién es quién en las mentiras” poque, como lo determinó el tribunal, fue un instrumento de estigmatización utilizando recursos públicos para desacreditar a medios y periodistas de los que expuso información privada a la que no tenía derecho a acceder.
El tribunal, árbitro de la contienda, ha dictaminado que el gobierno, en su afán de desenmascarar la supuesta falsedad, ha incurrido en la denostación, la estigmatización y la violencia contra los comunicadores. Este fallo trasciende a Riva Palacio porque es, en realidad, en defensa de la libertad de expresión que tanto quiso limitar el poder encarnado en AMLO. De la demolición y dura prueba de la democracia mexicana, la prensa es de lo poco que queda para mantener la voz de la disidencia. La palabra de Obrador fue, y sigue siendo, profundamente poderosa y sigue siendo capaz de destruir honras y prestigios con ligereza absoluta de su parte.
El uso de recursos públicos fue evidente. Los reclamos simplemente le resbalaron y atacó a todos aquellos que en algún momento pusieron en duda la Dinamarca prometida, el que los niños con cáncer fueran unos golpistas, que los narcos son humanos y hay que abrazarlos, que su aeropuerto era el mejor del mundo, que no se talaría un solo árbol para el tren maya o que su refinería nos daría soberanía energética.
Quiso convertir en fantasmas a las voces críticas desde la prensa, los investigó, los espió, los persiguió o los cooptó. La libertad de prensa vivió un calvario bajo su gobierno, pero sus oscuros años hoy son historia y se cae a pedazos su México de fantasía.
La lucha por la libertad de expresión es una batalla constante, debe ser un diálogo interminable entre la prensa y el poder y, la voz del periodista, muchas veces en solitario y vulnerable ante el poder del Estado, es esencial para mantener lo que nos queda de democracia y recuperarla a través de la lucha democrática. Un gobierno que utiliza recursos públicos para denostar a la prensa no solo atenta contra la libertad de expresión, sino que también socava la confianza pública, miente, manipula y se corrompe como hoy poco a poco lo vamos descubriendo muy a pesar de haber impuesto a una sucesora a modo y complacencia.