No hay agua
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Opinión

Editorial

No hay agua

 


Cada vez es más alarmante la falta de agua potable para atender la demanda de los habitantes de Oaxaca de Juárez que sin duda se acentuará cuando llegue el próximo estiaje. Hoy se registra un déficit financiero y enfrenta el reto de garantizar la dotación del vital líquido a 300 colonias de la capital del estado y algunas zonas de 11 municipios conurbados.

Es un problema creciente debido a factores como el cambio climático, la urbanización, el uso ineficiente de agua en la agricultura y la contaminación, pero también a la falta de inversión para fortalecer la infraestructura y atender la creciente demanda de la ciudadanía.

Para garantizar la demanda futura, se requiere actualizar los marcos legales y regulatorios que rigen el manejo del agua, así como modernizar la infraestructura hidráulica. Es necesario tomar en consideración las distintas características técnicas -en particular las geofísicas- y desafíos que presenta actualmente el país en materia hídrica, tales como el aumento poblacional, el crecimiento de la mancha urbana, la evolución de las sequías, así como la variación en las precipitaciones.

El acuífero de Valles Centrales está conformado por 11 municipios, incluyendo Oaxaca de Juárez y la mayor parte de este acuífero es para uso agrícola en aproximadamente 70 por ciento. El distrito centro al que pertenece la capital depende en mayor medida de la extracción de agua de pozos y se ha advertido que se está sacando más agua del acuífero de la que entra, mientras que la red de la ciudad es muy vieja y tiene fugas.

Y aunque las sequías son fenómenos recurrentes, durante la última década éstas han ido en aumento en frecuencia, intensidad y duración. Con las que hay el riesgo de pérdidas de cultivos, y riesgo de incendios forestales y como consecuencia escasez total de agua en embalses, arroyos y pozos. Hoy la falta de agua para atender a la población ya nos alcanzó.

 

Dignificar política

 

Uno de los síntomas más preocupantes del estado actual es el creciente desprestigio de los políticos, a los que se les considera tan ineptos como corruptos. De poco sirve escudarse en que no todos los políticos son iguales, una obviedad manifiesta, ni advertir de las fatales consecuencias para la estabilidad del orden político establecido, una amenaza que al menos tiene la virtud de mostrar lo hondo que esta opinión ha calado.

Empero, lo más grave de la situación radica en que la clase política esté poco dispuesta y menos capacitada, ya no para enfrentarse, sino para detectar las causas de este desprestigio, cuyas perversas secuelas, a nadie se le ocultan. Ante el enorme descrédito que arrastra la clase política en nuestro país, es necesario implantar un código de ética, dignificar sus tareas y actividades para que no haya abusos.

Tanto medios impresos como las redes sociales, se han convertido en el mejor termómetro para conocer la irritación de los ciudadanos ante actos de presunta corrupción, la aplicación de la ley debe ser fundamental para erradicar corrupción e impunidad. Ante un escenario complejo, hoy la gente debe ser más exigente para salir a expresar su cansancio de esta situación, hartos de este comportamiento, porque cuando la gente decide callarse y no dice nada, el problema es que al final estos personajes logran sus objetivos.

Sin duda ha llegado el momento de dignificar la carrera política y administrativa para evitar que el descrédito de todos ellos siga en aumento. La clase en el poder hace gala de sus excesos y exhiben una enorme rapiña por los recursos económicos de que gozan y los prolongan a sus familiares que deben ser sancionados por la ley.

La política y los políticos han perdido credibilidad, hasta ser considerados un problema para la ciudadanía. Falta de propuestas, descalificaciones y mentiras como forma de ejercer el poder. Se pasa del servicio a los ciudadanos a servirse de los ciudadanos.