Riesgo de colapso
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Editorial

Riesgo de colapso

 


Los contagios por el nuevo coronavirus o SARS-COV2, como también se le llama, han ido en franco crecimiento. Los pronósticos de los expertos en salud son preocupantes, sobre todo si se toma en cuenta que “el pico” de la pandemia está estimado para la primera quincena de junio. El fin de semana antepasado, se dieron en menos de 24 horas, 25 nuevos casos; la semana anterior, sólo el jueves 14 se incrementaron en ese mismo lapso, 35 nuevos contagios. El viernes 23 y el sábado, 47, lo implica que, en absoluto estamos ya de salida de este gravísimo mal, sino que hemos entrado en una fase de riesgo, más grave aún que el sistema de hospitales para la atención de pacientes Covid-19, sean insuficiente para la emergencia que nos ocupa. Como lo dimos a conocer ayer, desde la semana anterior el Hospital Regional de Alta Especialidad de Oaxaca (HRAEO), dio a conocer que ya no podían atender más enfermos, habida cuenta de que estaban al borde de su capacidad.

Para paliar esta situación de saturación, el gobernador Alejandro Murat dispuso la habilitación del Hospital Civil “Aurelio Valdivieso”, para atender a pacientes contagiados por el nuevo coronavirus. Ello necesita, por supuesto, la separación de las áreas de consulta general y de pacientes habituales, de los enfermos que requieran la atención del mal ya conocido. Hay que tomar en cuenta que un sector importante del personal médico ha sido ya diagnosticado con Covid-19, lo que implica que el riesgo de mayor contagio está pendiendo el sector sanitario y personal administrativo, en tanto no se les otorguen los elementos necesarios para realizar un trabajo tan delicado como es atender a pacientes infectados.

Sin embargo, pese a los llamados constantes de las autoridades y más aún después de que se dijo que habría apertura a la “nueva normalidad”, la movilidad humana sigue incrementándose, sin que poder alguno convenza a los ignorantes y empecinados, a que el mal existe y el riesgo de muerte está presente. Porque existe un importante sector de la sociedad oaxaqueña que todavía se siente invulnerable; que insiste en que el virus es una invención de los gobiernos neoliberales o del capitalismo. Muchos sí, lo hemos dicho, tienen que salir a ganarse el pan, pero los más, influidos por personas ignorantes sigue en el plan de no aplicarse las medidas de prevención, pese al riesgo evidente de contagio, muerte y de un sistema hospitalario que podía estar encaminándose al colapso.

Grupos ignorados

Según datos de la Comisión Estatal de Atención al Migrante Oaxaqueño (CEAMO), hasta mediados de mayo, habían fallecido al menos 77 migrantes oaxaqueños que laboraban en los Estados Unidos de América. Pocos cuerpos han sido repatriados, justamente por la dificultar para cumplir con los protocolos sanitarios para el traslado de cadáveres, además, porque familiares de algunos de ellos, ya radican en el vecino país y prefirieron que allá fueran enterrados o incinerados, sin que se preocuparan por volver al terruño sus restos mortales. Han sido pocas las familias que han solicitado el apoyo del gobierno estatal para tal efecto. Un capítulo aparte lo forman nuestros jornaleros agrícolas que trabajan en los campos de San Quintín, Baja California o en los campos de Sonora o Sinaloa, en donde, como han informado algunos medios, viven en condiciones infrahumanas; discriminados y vejados por los patrones, dado que en su mayoría son indígenas.

Un segmento de los olvidados del Covid-19 están en las calles de la capital oaxaqueña o de las principales ciudades del interior del estado. Se trata de los oaxaqueños en situación de calle, a los que nadie voltea a ver. Y no solamente los que dicen pertenecer al llamado “Escuadrón de la Muerte”, que son alcohólicos crónicos que, al parecer, el virus no ha pasado por ahí. Hay niños que limpian parabrisas, otros que venden cigarros, dulces y otros en las calles o quienes andan con su caja para limpiar calzado. Los hay también ancianos que piden la moneda en los cruceros o jóvenes que hacen suertes y malabares, a cambio de una moneda. Los mercados también cuentan con la presencia de enfermos mentales o menesterosos, que circulan en camiones o calles, inconscientes del peligro que les rodea.

Un sector asimismo olvidado son los campesinos. Tal parece que la mirada gubernamental sólo se ha ocupado de los núcleos urbanos, pero no de aquellos adultos mayores que siguen cultivando su tierra para sobrevivir y el remanente venderlo en los mercados de la capital oaxaqueña, Tlacolula, Etla, Zaachila, Ocotlán o Miahuatlán. Es ya común ver a mujeres u hombres ancianos vendiendo calabacitas, cilantro, berros, etc., para ganarse sólo unos pesos para poder sobrevivir. A muchos de ellos no les han llegado los apoyos oficiales de la Federación, mucho menos los del estado. Son los grupos ignorados por la pandemia, a los que poco se quiere voltear a ver.


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