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Editorial

Reforzar medidas

 


La semana anterior la estadística de contagios y decesos no tuvo precedente. Solo en cinco días la pandemia de Covid-19 provocó 14 de decesos, es decir, creció de manera exponencial. Más municipios se han agregado a los lugares donde se han dado casos positivos, lo que implica que si bien es cierto que hay aún cientos de comunidades que han permanecido libres a la enfermedad, ésta se extiende. Y, como decimos el pasado sábado, no hay para cuándo dicho mal sea controlado. No está por demás insistir en que los llamados a la ciudadanía de parte de las autoridades, para quedarse en casa, siguen como si fueran toques a misa. Unos acuden a la Iglesia; otros no. Cada quien, a su criterio toma las medidas de prevención de manera discrecional. La movilidad –insistimos- sigue tal cual. Hay inclusive autoridades municipales, como la ya mencionada de San Pedro Mixtepec, que dispuso la apertura de hoteles en Puerto Escondido.

Un dato importante respecto a las víctimas mortales de Covid-19 es que la mayoría de las personas que han perdido la vida padecían de otros males crónico-degenerativos, como diabetes mellitus, hipertensión, sobrepeso, cardiovasculares o respiratorios. Las estadísticas de estos males entre los oaxaqueños, son preocupantes. Hay un porcentaje considerable de personas de 60 años o más con dichas enfermedades que, en estas circunstancias, se han vuelto letales. Si bien el mal que nos lacera en los últimos tiempos no respeta edad ni condición social, ciertamente hay sectores más vulnerables que otros. Una buena medida fue realizar el traslado de personas que están bajo proceso o cumpliendo sentencia en penales de la entidad, a espacios más seguros. Se trata de una labor humanitaria para preservar la vida de quienes están privados de su libertad.

Las lecciones de lo ocurrido en España, en los Estados Unidos y en los últimos días en Escobedo, Nuevo León, obligan a las autoridades a reforzar las medidas de prevención en hogares para adultos mayores o asilos, tanto públicos como privados. Todos aquellos espacios de concentración masiva de personas deben ser prohibidos por las autoridades. El respeto a los derechos humanos se pondera más desde la perspectiva de los gobiernos que buscan salvaguardar la vida de las personas y no de autoridades omisas que permiten el relajamiento de las medidas de prevención, por temor a juicios de organismos civiles o autónomos; órganos jurisdiccionales o demás, que en todo ven violación a las garantías individuales.

Ambulantaje empecinado

El comercio en la vía pública no es un mal que sólo afecte a la capital oaxaqueña. Es algo generalizado. La economía informal prevalece en un país en donde las posibilidades de empleos formales son escasas. Desde los años ochenta, con la crisis económica que se dio en ese entonces, el llamado comercio informal cobró carta de naturalización y por más esfuerzos de los gobiernos estatales y locales, quienes siguen empleándose en el mismo se resisten a dejar su modus vivendi. No es tarea fácil –así lo entendemos- erradicar un sector de la economía que produce sí, a costa del comercio establecido e invadiendo los espacios públicos: plazas, calles, banquetas, jardines, etc. En Oaxaca lo hemos padecido desde hace décadas, pero también en las principales ciudades del estado: Salina Cruz, Juchitán de Zaragoza, Tuxtepec, Santo Domingo Tehuantepec, etc. 

Sin embargo, es en la capital oaxaqueña en donde el problema se ha exacerbado. ¿Por qué? El razonamiento es simple. Durante mucho tiempo, los gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), necesitaron un cuerpo de choque. Un segmento de las clases populares que estuvieran prestos a salir en su defensa. Por ejemplo, en la toma de posesión de Diódoro Carrasco, el primero de diciembre de 1992, hubo amenaza de los maestros de impedir la salutación tradicional que se llevaba a cabo en el palacio de gobierno. Para evitar cualquier sorpresa, los operadores políticos de entonces tuvieron que echar mano de quienes ya estaban en el comercio en la vía pública, quienes ponen las ferias y los llamados chachacuales, etc. Ello permitió signar un compromiso para éstos. El fenómeno pues siguió creciendo y nadie lo ha podido parar. 

Hoy en día, que la ciudadanía enfrenta un problema de salud mundial, a raíz del crecimiento de los contagios de un mal que ha ocasionado cerca de 300 mil muertos en todo el mundo y en Oaxaca, arriba de 40, el comercio ambulante sigue exigiendo su patente de corso, inclusive, en tiempos en que los gobiernos federal, estatal y local, han exigido al pueblo cumplir con la sana distancia y estar en casa. Esto es: nadie los puede meter al orden, porque tirios y troyanos usan sus servicios en el ámbito político. Los gobiernos han incubado el huevo de la serpiente y no tienen cómo acotarlo. Ése es el comercio en la vía pública y sus ramificaciones delincuenciales, que han hecho del mismo, una Hidra de mil cabezas, difícil de exterminar o, al menos, controlar.


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