Politizar ayuda: especie abominable
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Editorial

Politizar ayuda: especie abominable

 


Las acciones de solidaridad que hemos visto en las últimas semanas, tanto en el país como en la entidad, hacen suponer que, en la desgracia, los mexicanos siempre han sido un ejemplo. Se vieron durante la emergencia que trajeron consigo los sismos de 1985; lo vimos en nuestra tragedia, durante los sismos que también azotaron la región del Istmo de Tehuantepec, en septiembre de 2017. La mano generosa, la acción solidaria y humanitaria, siempre ha estado presente. Miles de voluntarios se han volcado a la calle durante las tragedias que han enlutado al país. Y hoy mismo hay grupos y personas altruistas que no han cesado en su empeño por dar a los desempleados, personas en situación de calle y grupos vulnerables, la comida o la despensa; la cobija o la ropa, cuando el frío ha arreciado. Los médicos y enfermeras, quienes están en la línea de batalla, también han sido receptores de esas acciones solidarias, incluso de grupos empresariales como Posadas de México, que les ha ofrecido dos hoteles y alimentos de manera gratuita, en la capital oaxaqueña. 

Obviamente, se trata de la mayoría de personas que no buscan ni los reflectores mediáticos ni, mucho menos el reconocimiento social o político. Y eso es lo más loable. Sin embargo, los hay, asimismo –y mucho hemos abordado del tema- que en Fase 3 de la pandemia, la etapa de mayor peligro, buscan por doquier la rentabilidad política. En este espacio hemos comentado de diputados (as) que han hecho de la emergencia sanitaria el caldo de cultivo para sus ambiciones personales o de grupo. No estamos errados al afirmar que alfiles del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), han estado en esa tesitura. Los hay asimismo en la actual administración gubernamental que buscan, a través de las despensas o los apoyos, algo más que su satisfacción personal.

Politizar la ayuda es pues, una especie abominable. Estamos convencidos que la mano que aporta hoy algo a los grupos más necesitados, en tanto lo haga por un afán de solidaridad e incluso en el anonimato, tendrá un mayor mérito, aunque pocos o nadie se lo reconozca. Tendrá la satisfacción del deber solidario cumplido. Pero si lo hace con el afán del aplauso, de tener encima a los medios, para que validen y den cuenta en sus espacios de tan noble labor humanística o solidaria, esperando con ello haber ganado prosélitos o futuros votantes, más tarde que temprano tendrán el repudio, incluso de aquellos a quienes dirigen sus baterías de ese apoyo ficticio y condicionado.  

Urgen apoyos, sin burocratismo

Hay una verdad inocultable que nadie puede poner en tela de juicio: la emergencia sanitaria ha traído efectos demoledores en la economía de miles de oaxaqueños. El cierre de centenas de micro, pequeñas y medianas empresas; la paralización del sector turismo; los efectos en el transporte de toda naturaleza, entre otros, ha generado un descapitalización brutal e inédita en un estado en donde se sigue respirando una gran pobreza. Hace un par de semanas el ejecutivo estatal anunció un programa de rescate económico, sin embargo, ha trascendido que los requisitos para acceder a los créditos y apoyos se requieren avales y cartas compromiso, luego de un proceso burocrático desgastante. En su momento ponderamos dicho plan como una muestra de sensibilidad de la actual administración, pero tal parece que hay que reconocer también que para los afectados: miles de empleados despedidos o cesantes, pequeños negocios cerrados u otros, los apoyos deben ser expeditos y evitar que el exceso de trámites y exigencias, desacrediten sus buenos propósitos.

Los efectos perniciosos en la economía se perciben por doquier. Hay mucha necesidad. La misma se ha atenuado, aunque muy poco, gracias a la labor de grupos y organizaciones altruistas, que durante estos últimos tiempos han tendido la mano solidaria a centenas de personas necesitadas que, en realidad, no tienen ni para comer. He ahí el por qué en los mercados, tianguis y otros espacios de venta de productos se observan personas que siguen expendiendo los productos que cultivan en sus parcelas o adquieren en sus comunidades y los venden en la capital para ganarse unos cuantos pesos. Es evidente que dichas personas, aún a costa de su vida, tienen que salir a trabajar. Ponemos por ejemplo a los taxistas, aseadores de calzado, cargadores, vendedores de frutas y verduras en mercados, etc. ¿Qué aval pueden presentar cualquiera de ellos que busquen el apoyo de los créditos que ofrece el gobierno estatal?

Los responsables pues de otorgar los apoyos o créditos que anunció hace días el gobierno estatal deben flexibilizar las reglas de operación. Resulta contradictorio que mientras a cientos de organizaciones sociales se le otorgan millones a fondo perdido, a miles de desempleados, personas en situación vulnerable y otros, se les tengan que exigir uno y mil requisitos para poder ser susceptibles de un crédito que, suponemos, lo tendrán que pagar. 

 


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