Crecimiento preocupante
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Editorial

Crecimiento preocupante

 


El llamado de las autoridades estatales y municipales para cumplir con los protocolos de prevención y “quedarse en casa”, para evitar la proliferación de contagios de este gravísimo virus, no son fortuitos ni descabellados. Es la única alternativa para que la ciudadanía se proteja. Bien interpretados los decretos que en ese sentido ha suscrito el gobernador Alejandro Murat, no se trata de imponer medidas arbitrarias que puedan ser concebidas como abusos, atropellos o violación flagrante a los derechos humanos. El sistema hospitalario de Oaxaca no está preparado para atender a cientos de personas que pudieran resultar positivos. Mucho hemos insistido en el tema. Es más, hay carencias elementales en hospitales y centros de salud, con lo que podemos concluir que, de seguir creciendo los casos positivos, los nosocomios que atenderán esta emergencia serán insuficientes. Es lo que el gobierno trata de evitar con los insistentes llamados a quedarse en casa.

Existen aún personas que dicen a quien quiera escucharlas que el Covid-19 es una invención; que no existe y que, por tanto, ellos no se disciplinan para usar el cubre-bocas ni, mucho menos, dejarán de hacer lo que les venga en gana. Con todo lo que hemos visto en los medios impresos, electrónicos y redes sociales, solamente la torpeza y la ignorancia permiten cerrarse a una realidad. Las escenas que ya hemos visto en Italia, España y Estados Unidos, que a los mexicanos nos parecían lejanas, las podemos ver a diario en la Ciudad y Valle de México. En Oaxaca, en las dos últimas semanas, los contagios se han multiplicado. Han crecido de manera exponencial. Cada día más municipios se agregan a la lista de los lugares en donde se han dado contagios. Es preocupante, por ejemplo, que de un día para otro se agreguen 15, 13 o 16 casos, como lo han informado las autoridades. 

Más de veinte muertos no es una cifra simple. Debe ser motivo de preocupación tanto para la ciudadanía como para autoridades. Pero lejos de entenderlo, todavía vemos a diario protestas, bloqueos carreteros y acciones contrarias a la prevención. Con el inicio del mes de mayo, comunidades de diversas regiones han seguido invitando a sus fiestas patronales que, si bien es cierto que están arraigadas en los usos y costumbres, deben evitarse a toda costa. Nada es por gusto sino porque existe en el país y en el mundo, un fantasma pernicioso y letal para aquellos que lo contraen. La estadística de decesos sigue en ascenso, hasta en tanto no haya un pleno convencimiento de que estamos ante algo para lo que aún no hay cura. 

158º aniversario

El 5 de mayo de cada año se celebra una de las efemérides más reconocidas en la historia de México: la batalla de Puebla de 1862, que fue uno de los primeros y más importantes hechos de armas en contra de la Intervención Francesa en el país. El pasaje histórico es ampliamente conocido, pues es, asimismo, un capítulo importante que aprendemos en la escuela elemental. Se trata de una de las batallas más cruentas y memorables de todas las que se libraron en la guerra contra un ejército extranjero, calificado entonces como el mejor del mundo. A los guerreros mexicanos los encabezó el General Ignacio Zaragoza, quien al observar que la mayor parte de las tropas enemigas se dirigían a los fuertes de Loreto y Guadalupe, concentró ahí el grueso de sus fuerzas. Además de la Segunda División, comandada por el general Miguel Negrete y la brigada del general Felipe Berriozábal. Estuvo también en la primera línea de combate, la columna de 550 soldados a caballo –conocidos como “dragones” o “lanceros”– bajo las órdenes del general Antonio Álvarez para que cargara contra el enemigo cuando fuera oportuno. 

Dicen los historiadores: “Al mediodía del 5 de mayo de 1862, las tres baterías de cañones de la fuerza expedicionaria francesa abrieron fuego contra los fortines de Loreto y Guadalupe, dos antiguas edificaciones religiosas a las que se habían agregado obras de defensa durante la guerra de Independencia para proteger a la ciudad de Puebla de las fuerzas insurgentes”. El plan de ataque del ejército comandado por el general Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, era simplísimo: tomar a sangre y fuego estas fortificaciones erigidas en el cerro Acueyametepec o de Loreto y Guadalupe, único punto desde el que se podía oponer alguna resistencia; una vez logrado esto, ocupar la capital de Puebla, desde donde se prepararía la campaña definitiva sobre la ciudad de México, y así concluir la operación lo antes posible. 

La derrota de los franceses fue espectacular, a pesar de la supuesta superioridad en raza y número que habían manifestado los generales galos. Es importante subrayar el papel determinante que tuvo en este hecho heroico el general Porfirio Díaz, en el que, según el informe que el general Zaragoza rindió a don Benito Juárez: las armas nacionales se cubrieron de gloria. Ésta representó una de las primeras derrotas contra el ejército de intervención, a las que vendrían después las que libró Porfirio Díaz en Oaxaca y, finalmente, la del 2 de abril de 1967, ahí en Puebla.

 


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