Sobre migración
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Opinión

CONTRANARRATIVAS

Sobre migración

 


Hace unos días con la situación en Afganistán la situación de Derechos Humanos era lo que más nos preocupaba: en la academia, en las universidades, en prensa, en distintos gobiernos, en las redes socio digitales y en la opinión pública los miedos, los retos y las posibles soluciones se discutieron. La solución inmediata: abrir las fronteras para recibir de manera inmediata a mujeres, niñas y niños afganos.Nuestro país no dudo en abrir nuestras fronteras y de manera casi inmediata.

En un recorrido express, esta no es la primera ocasión en la que nuestro país abre sus puertas y se muestra solidario frente a episodios de crisis: en el siglo XX Gilberto Bosques como cónsul de México en la Francia de Vichy salvó innumerables vidas durante el franquismo y el nazismo; y durante las dictaduras latinoamericanas México abrió fronteras para la población civil víctima de los atropellos de dichos gobiernos totalitarios. De manera fraterna, México en el siglo XXI no dudó continuar con su apoyo solidario al exterior.

El primer grupo de migrantes llegaba el 24 de agosto y fue el equipo de robótica femenil, un grupo de jóvenes afganas cuyas edades oscilan entre los 13 y los 18 años. En un tuit el canciller mexicano Marcelo Ebrard mencionaba: “Recibimos a las primeras solicitantes de estatus humanitario en México provenientes de Afganistán, ellas forman parte del equipo de robótica de ese país y defienden un sueño: un mundo con igualdad de género. Bienvenidas”.

El pasado 1 de septiembre, un cuarto grupo de afganos llegaba a nuestro país compuesto por activistas, trabajadores y trabajadoras de medios sociales, y periodistas. En apego a su tradición diplomática, México recibía a 175 refugiados más, engrosando las filas de periodistas que habían llegado en un segundo grupo en días anteriores.

En este mismo contexto otra nota aparecía y retumbaba en la opinión pública: el 28 de agosto una caravana de migrantes en la frontera sur enfrentaba a miembros de la Guardia Nacional mientras era dispersada en Tapachula, Chiapas. En el caos, entre las imágenes que se tomaron hubo una que resaltó por su brutalidad: un agente fronterizo pateando a un hombre mientras este yacía en el piso. 

El trato cruel e inhumano hacia dicha caravana migrante colocaba otra vez la discusión sobre el exceso de fuerza y la poca competencia de las autoridades migratorias mexicanas y la dura travesía que enfrentan estos grupos en su paso por México con intención de perseguir el llamado “sueño americano”.  El paso por México en las narraciones de esta otra migración, al menos en este contexto, desmitifica la hospitalidad mexicana.

 

Ahora en un ejercicio comparativo, guardando las justas proporciones que son muy necesarias en procesos tan complejos como el de la migración, pareciera que hay un elemento que se tiene que aplicar en este contexto: el de la aporofobia, el miedo a los pobres. Tomando en cuenta que países como Haití o los países centroamericanos viven en situaciones críticas también al igual que Afganistán, ¿cómo se justifica la diferencia de trato entre unos y otros? ¿Cómo explicar que en el primer caso se reciba con bomba y tarola mientras que en el segundo autoridades mexicanas violenten los Derechos Humanos de manera terrible e injustificada y que la premura de la detención del flujo migratorio en nuestro país responda a un punto de la agenda de seguridad por parte del vecino del norte?

En este sentido habría que reflexionar y cuestionar a nuestras autoridades y también entre nosotros y nosotras mismas ¿Le tenemos recelo al migrante o solamente al migrante pobre?