Turismo nocivo
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Carpe Diem

Turismo nocivo

 


No afectó directamente a Oaxaca, pero es un ejemplo de que el turismo ni es la panacea ni mucho menos una industria sin consecuencias negativas. Políticas públicas mal diseñadas y peor aplicadas pueden tener consecuencias mortales.

Apenas hace una semana un grupo de jóvenes canadienses pertenecientes a un club privado, que su autonombran influencers (personas que tienen muchos seguidores en redes sociales) publicó videos de la fiesta que armaron en un vuelo de Montreal, Canadá, a las playas de Cancún. Dieciocho irresponsables del “111 Private Club”.

Lo grave no fue la fiesta sino el rompimiento de todas las reglas sanitarias, tanto durante el vuelo como por sus paseos por calles y playas. Hacer esto en medio de una pandemia provocada daños a la salud de los demás, e incluso muerte. Lo positivo fue la reacción enérgica de su gobierno que los castigará, a todos, al regreso con fuertes multas y, probablemente con cárcel. Merecido lo tienen.

Aplicar políticas públicas de promoción turística a diestra y siniestra sin tomar en cuenta los daños que pueden provocar y sin planear medidas de mitigación es un ejemplo de gobernar a la ligera. El caso de Oaxaca puede ser uno de ellos.

Esta administración ha desarrollado una serie de políticas de promoción que, si bien resultan positivas porque traen turistas y dinero, no puede a ser a cualquier costo. El impacto negativo del turismo masivo afecta el medio ambiente y los recursos naturales, afecta a la sociedad y su economía. El turismo masivo, además, no deja grandes beneficios a los negocios locales. Contratan desde sus lugares de origen todos los servicios y los ganones son los intermediarios.

Existe la destrucción del hábitat y de biodiversidad, introducen especies ajenas, generan aguas residuales y gran cantidad de basura, trafican animales y productos endémicos, la construcción de hoteles destruye flora y fauna nativa, contaminación de las aguas subterráneas, excesivo consumo de combustibles y energía y, algo muy grave en nuestra capital, un exceso en el consumo de agua. El agua que se trae para el turismo se quita a los consumidores locales.

Las consecuencias sociales y económicas se están dejando sentir con toda su fuerza en los barrios de la capital. La gentrificación y la gourmetización están provocando que la gente se vea obligada a dejar sus viviendas de toda la vida por lo caro que se ha convertido su zona de vida. Venden y se van a las orillas de la ciudad, con la consecuente obligación del Estado en dotarles de servicios, todo ello con un enorme costo que, quizá, los ingresos por turismo no justifiquen.

El aumento de la inseguridad es notorio, cristalazos, asaltos y robos están a la orden del día. El incremento de precios es visible y no lo sufren los turistas sino quienes trabajan prestando sus servicios. Un turista puede pagar por una comida en un restaurante caro, pero los trabajadores no. A este fenómeno se le conoce como desertificación gastronómica: no hay en los alrededores la forma de encontrar lugares económicos.

La especulación inmobiliaria está a todo lo alto. Los inmuebles son valuados en sumas millonarias y las rentas son altísimas. Tan de moda se han puesto las terrazas que existen algunas hasta de dos o más niveles, con el visto de buenos de las autoridades que, no sabemos, si obliga a un reforzamiento estructural de las viejas casonas del centro histórico.

Genera el turismo una estacionalidad laboral. La gente vive de una temporada a otra: Semana Santa, Guelaguetza, muertos, navidad, etc. El efecto nocivo está en la precariedad laboral que genera y en la enorme dependencia económica por una sola actividad.

El afán de hacer obras sin tomar en cuenta las consecuencias ya provocó la tensión social que se vive en el barrio de Xochimilco. Para empezar, no quieren el “Centro Gastronómico” que construye el gobierno. Saben que se trata de un mercado gourmet que beneficiará a unos pocos consentidos de esta administración. La construcción de hoteles de gran lujo, de algunas fastuosas residencias, restaurantes y tiendas exclusivas provoca entre los habitantes originarios un efecto de “ghetto” que los hace sentirse discriminados y confinados en su propio barrio.

La promoción turística de Oaxaca es una obligación de las autoridades. Trae beneficios, eso no está en duda, sin embargo, el gobierno cierra los ojos a sus consecuencias nocivas. Es criticable el uso y abuso de información y programas de apoyo que aplican en su propio beneficio los políticos en turno. Promueven sus propios mezcales y marcas gastronómicas, sus hoteles y restaurantes.

Planes y programas turísticos se diseñan pensando en el beneficio particular de unos pocos y no de un beneficio generalizado. Oaxaca es ejemplo: el mezcal es en un desastre ambiental, vergonzosamente nos apropiamos de los alebrijes y la cocina oaxaqueña la han reducido a tres cocineros ya demasiado vistos.

Twitter @nestoryuri