Los antivacunas
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Carpe Diem

Los antivacunas

 


Apenas unas semanas atrás le gente suplicaba por un medicamento o vacuna que detuviera esta pandemia. Hoy, que ya hay vacunas, mucha gente afirma que no se vacunará porque son muy recientes y desconocen sus efectos. Son una paradoja andante cada uno de ellos.

Hay quienes sostienen que la tierra es plana, que el hombre no llegó a la luna, que la Covid no existe y cientos de conspiraciones siniestras. Les resulta más fácil creer en teorías conspirativas que en la ciencia porque, para entender las teorías científicas, es necesario estudiar.

Aunque usted no lo crea, en cuanto a vacunación, México estaba al nivel de Dinamarca y de otros países de primer mundo. Las campañas masivas de vacunación tuvieron dos efectos notables. Primero, disminuyeron drásticamente la cantidad de casos de viruela, sarampión o tétanos, por ejemplo, pero tuvieron otro resultado positivo todavía mejor sobre la población en general: mentalizaron a casi toda la población sobre la importancia y necesidad de vacunarse, de tal manera que los movimientos antivacunas, en México, eran casi inexistentes.

Hoy se dan dos hechos de funestas consecuencias. Primero, el actual gobierno ha dejado de comprar vacunas y, por tanto, dejó de aplicarlas. La vacunación es una responsabilidad del Estado por tratarse de salud pública. Sin embargo, la falta de eficacia de los operadores ideológicos de esta administración ha provocado una escasez artificial, pero con potenciales consecuencias mortales.

El segundo hecho preocupante se da gracias a las redes sociales porque, a pesar de ser todavía grupos pequeños, su discurso conspiratorio se amplifica y llega a mucha gente para desinformarla sobre la efectividad de la vacuna, haciendo énfasis en los supuestos riesgos que corremos. Patricia Navidad, la actriz, es una de esas personas negacionistas y conspiranóicas.

La oposición a las vacunas tiene varios motivos. Las creencias religiosas son una poderosa excusa porque según ellos, va contra la ley de Dios. No faltan los que se apoyen en pretextos filosóficos al alegar que el Estado invade sus derechos. Alegar que las vacunas no son efectivas y, además, que ya no son necesarias porque ya casi no hay epidemias, es algo muy socorrido. No faltan los que, sin prueba alguna, aseguren que provocan otras enfermedades, como el autismo. Y por si algo faltara, hay quienes no se vacunarán porque no quieren dar la oportunidad a las farmacéuticas de hacer negocio; son anticapitalistas.

Se puede distinguir con claridad a qué estrato social pertenecen los antivacunas, pero se oponen por razones muy diferentes. Por un lado, la gente más pobre que, sin embargo, es la que tiende más a aceptar la vacunación si el Estado se la proporciona. Cuando se trata de comprarla, simplemente se niegan por falta de dinero. Los otros negacionistas son personas de clase media y alta, con estudios universitarios que, dada su capacidad económica pueden elegir la mejor escuela para sus hijos, la mejor medicina y vida “alternativa”, los mejores alimentos orgánicos y algunos otros privilegios entre ellos amplio acceso a internet, sin embargo, por cuanto a vacunas, eligen la peor información en los peores sitios.

La Organización Mundial de la Salud, OMS, ha colocado a los movimientos antivacunas al nivel de peligro para la humanidad. Es cierto que en México estos movimientos son muy pequeños, pero están tomando fuerza. Es necesario detenerlos ahora.

Muchos de los que se niegan a vacunarse hoy son beneficiarios de las campañas de vacunación del pasado. No hace tantos años era frecuente ver por las calles a personas que padecieron poliomielitis y se les reconocía rápidamente por las secuelas que dejaba. O los rostros cacarizos de quienes tuvieron viruela. Los jóvenes de hoy no vivieron ese horror, por eso se les hace fácil negar los beneficios del avance científico.

Amparado cada uno en sus creencias es muy fácil oponerse, pero no son capaces de ver que ellos son responsables de sus creencias y de los actos que cometan en su nombre. Una persona que no se vacuna es un vector de transmisión de enfermedades, como una especie de zancudo, pero de dos piernas, que anda diseminando la muerte a su paso. Quien hace esto amparado en sus creencias es totalmente responsable por los daños y muertes que llegara a provocar.

Vivir en sociedad es cumplir un contrato social con derechos y obligaciones y es algo que no debe estar sujeto a negociación. No hay forma de vivir en armonía si no hay un entendimiento y aceptación de normas de conducta general.

Dado que la Covid-19 y otras enfermedades pueden ser prevenidas por la vacunación no debe dejarse al arbitrio la obligación de vacunarse. No solo se protege a la propia persona, se protege a quienes por alguna razón médica no podrán vacunarse, como las personas con cáncer, las personas con reacciones alérgicas muy fuertes y, en general, todos aquellos que tienen de nacimiento problemas con su sistema inmune.

Twitter @nestoryuri