Tus ojos
Tus ojos. Tus ojos, otra vez. Esos ojos, en esa cosa rara de su aquí y ahora, pero mejor allá y enseguida, lo que fue y añoramos y lo que viene de alhajas o majadero de las causas y cosas y consecuencias: lo que está por hacerse.
Ahora bien, de igual manera tus ojos van sobre los “lapsus”, cazan en otros “eso de a decir verdad, pero genera dudas”, y sabemos lo que pasa cuando cabe la duda, cuando juramos decirnos la verdad, toda la verdad y nada más que nos mentimos. De tus ojos me viene a la cabeza andar sobre lo que es pleno o de plano al carajo, lo que es la victoria o nos de-bería dar vergüenza. Y es que son también recabrones tus ojos. Es cierto que nunca te has puesto ojos para hablar de alguien a sus espaldas, y por eso llevas ojos de ya, ojos de esta-te en paz, ojos denuncio a aquellos que ni solían y hasta repudiaban, pero ahora hasta les gusta, ojos de nada me pondrá en jaque y ojos te me calmas. Hay tus ojos que cierran y abren cuando quieren, suben y bajan desde su porque sí como cualquier cantidad de ojos, pero hay unos que en verdad has lanzado como molotovs, desenvainado como nada estili-zadas guillotinas. Sí que tienes esos ojos cruentos como de cadena, como de vulcanos ojos de te quiero mar. Eso creo también de tus ojos.
Aunque te van mejor, según yo, esos tus ojos de hallazgo, esos ojos mirones con sus estan-cias y de lupa o brújula de investigadora, esos ojos que se va por todas partes y que acepto no los comprendía al principio, me daban celos esos ojos escurridizos, pero luego me di cuenta de que estudiaban sin poder dejarlo, lo tan aguado o concreto, lo que es fino o chaqueto, con su rigor bien puesto, no desde lo anal analizante sino de manera tan ácida como tierna, que hay en esta sociedad. Llamémosles a esos los ojos “antroposociofilosófi-cos” para notar y anotar lo que haya que escribir para reír, llorar o denunciar: la agenda del corazón y el ocio, el calendario cívico por patito o patético, prototípico o parasitario. Ojos pues, para no adherirse a los partidos, pero alimentar palomas, atentos, aunque se estén pintando, a los semáforos de cualquiera de los caminos en que deban poner su bala y si hasta así lo deciden, hasta hacerse patos. Ojos de escribir siempre, para verse en el espejo por fuera pero igual por dentro: ponerse guapos para el baile de la vida que no lle-varse al vestidor un cáncer.