Monopolio y monopsonio de la verdad
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Opinión

Monopolio y monopsonio de la verdad

 


Por Jorge T. Peto

Esta primera mitad del gobierno de la denominada cuarta transformación ha sido una total y absoluta acumulación del capital lingüístico nacional. En el principio fue el verbo dice la biblia, y la lengua es el medio para concretarlo. De las palabras se construyen las oraciones, de éstas emana la comunicación que a su vez se convierte en monólogo, diálogo o conversación; es la ruta del conocimiento, de la cultura, de la educación, del trabajo, del progreso de los pueblos. La ausencia o las antítesis de todo ello se traduce en una síntesis que se puede traducir en atraso, estancamiento o en una suerte de inacaba construcción del orden deseado (parafraseando a politólogo chileno Norbert Lechner en su excelente texto “La Conflictiva y nunca acaba construcción del orden deseado”)
Entenderse, comprenderse, comprehender el mundo, acordar, consensuar, disentir, superar diferenciar, convivir, pacificar, leer, escribir, hablar, contrariar, amigar, odiar, amar, tolerar, libertar… etc. Son verbos que quizá no sean fáciles de conjugar y que en un ciudadano común sean perdonables; sin embargo, tratándose de cualquiera que pretenda llegar a considerarse un estadista en una falta de respeto a sí mismo y la investidura que el pueblo le ha conferido, delegado y ordenado constitucionalmente cumplir y hacer cumplir o, en simples y sencillas palabras, practicarlas sin la imperiosa y ansiosa necesidad de decirlas cada mañana. Un solo vendedor (monopolio) y un solo comprador (monopsonio) es un absurdo acaparamiento de los medios seleccionados a modo para “informar”.
Si no se entiende ni se comprende lo que significa una verdadera democracia es quizá por ciertos traumas no superados de un pasado personal tortuoso que no alcanza a ser superado. Es precisamente lo que están viviendo las élites de la alta jerarquía política en la división de poderes actual, los máximos exponentes del ejecutivo y el legislativo provienen del régimen del que fueron objeto de exclusión en su momento y al que siguen culpando día a día, desde que amanece hasta que anochece, de todos los males propios, como sintiéndose los Tlatonis del México actual con todas las reminiscencias del pasado.
El tiempo sí que es sabio, más que cualquier pueblo, más que cualquier sujeto empecinado en su verdad y que confía que la aritmética electoral no le ha de fallar, al grado de atreverse a desafiar constantemente al propio pueblo a seguir asistiendo al circo romano mexicano de seguir votando por él cada vez que se le antoja, aunque ahora sus millones de electores no asistieron al juicio político al que convocó y seguramente tampoco asistirán a legitimar su “permanencia o revocación”.
En algo si tiene razón, la sabiduría del pueblo es vital o fatal según tenga la capacidad de percibir un verdadero bienestar. En fin, que haya paz y feliz domingo familiar, ¡estamos! [email protected]
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