Un veredicto muy esperado: la cuenta Facebook de Trump seguirá cerrada, pero…
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Un veredicto muy esperado: la cuenta Facebook de Trump seguirá cerrada, pero…

 


Por  Barthélémy Michalon*

Un alivio y un dolor de cabeza para Facebook: por un lado, su “Consejo de Supervisión” acaba de validar su decisión de suspender al ex presidente de la plataforma, pero también acompaña su decisión de una serie de severas críticas en cuanto a la manera en que fue manejado este polémico tema.

Primero, demos unos pasos hacia atrás para tener más contexto acerca de la creación de este órgano tan original. Frente a presiones múltiples, crecientes y hasta contradictorias entre sí acerca de la moderación de los contenidos publicados en su plataforma, Mark Zuckerberg se dio cuenta de que solamente podía salir perdiendo en este juego: cualquier decisión estaría condenada por algún bando, ya sea por oprimir la libertad de expresión, o al contrario por permitir que discursos peligrosos y/o engañosos contaminaran y terminaran destrozando la “conversación” en línea, con posibles consecuencias .

Para escapar de esta incómoda situación, el dirigente de Facebook retomó la idea de un académico estadounidense, consistente en crear una especie de “Corte Suprema” independiente de la empresa, un colegio de reconocidos expertos que tendría la función de examinar colectivamente casos de contenidos particularmente controversiales publicados en la red social. Esta instancia tendría la última palabra acerca de la decisión a tomar acerca de estos contenidos en específico, y sería facultada para emitir recomendaciones de aplicación más amplia.

El proceso de conformación de este “Consejo de Supervisión” (Oversight Board) tomó cerca de dos años, resultado de un extenso proceso de reflexión y de consultación. Seleccionó sus primeros casos a finales de 2020 y en enero anunció sus cinco primeras decisiones, que en su mayoría revertían las decisiones iniciales de Facebook. Con ello, resaltaba que actuaba de manera independiente de su creadora, una manera también de asentar una legitimidad apenas naciente.

Como recordamos, a inicios de enero Trump tuvo una responsabilidad personal directa en el asalto a la democracia estadounidense (en el sentido tanto figurado como literal) al lanzar a sus seguidores contra el Capitolio con el fin de descarrilar el proceso de validación formal de los resultados electorales. Como en numerosas otras ocasiones previas, el que todavía dirigía al país había utilizado las redes sociales para que su mensaje plagado de mentiras y de odio alcanzara el mayor número posible de personas en línea.

En respuesta, numerosas compañías de redes sociales le negaron la posibilidad de seguir haciendo uso de sus plataformas. Twitter decidió aplicar un cierre “permanente” de su cuenta, y tiene ahora que contrarrestar los repetidos esfuerzos por parte del residente de Mar-A-Lago, quien busca formar de nuevo parte de la red del pajarito azul.

Facebook tomó una determinación menos categórica, al pronunciar una “suspensión de duración indefinida” a la cuenta de su agitado usuario. Más adelante, la empresa tomó la iniciativa de presentar este caso ante su recién creado Consejo de Supervisión, para que la examinara y determinara si estaba bien fundamentada.

El Consejo de Supervisión excedió por un par de semanas el plazo máximo de tres meses que tenía para dar a conocer su veredicto, una demora sin duda reveladora de lo difícil que fue llegar a un consenso interno sobre el caso.

Las primeras palabras del fallo fueron probablemente recibidas con alivio por los dirigentes de la plataforma: el órgano confirmaba que la actuación en línea del entonces presidente “había creado un ambiente en el que un serio riesgo de violencia era posible”, y que por ende la suspensión de su cuenta era justificada.

Sin embargo, las siguientes líneas de la misma decisión consistían en una severa crítica de la manera en que Facebook había manejado esta situación. En particular, se resaltó que las políticas de la empresa no contemplaban ninguna posibilidad de una “suspensión indefinida”, y que era un estricto requisito apegarse a sus propias reglas en lugar de improvisar nuevas sobre la marcha. Consecuencia de ello, el Consejo le asignó a Facebook la tarea de volver a tomar una decisión sobre el presente caso, limitándose a lo planteado en sus propias normas: ya sea restablecer la cuenta, o suspenderla por una duración establecida de antemano, o sencillamente cerrarla con carácter definitivo. Además, le impuso un plazo máximo de seis meses para resolver esta cuestión.

Esta instrucción vino acompañada de un mensaje bastante explícito: “al aplicar una sanción vaga y fuera de sus propios estándares, y al transferir el caso al Consejo para que lo resuelva, Facebook está tratando de evadir sus responsabilidades”.

Finalmente, el Consejo deja en claro que su rol consiste en asegurarse que Facebook asuma su propio rol de manera congruente y transparente, no en sustituirse a la compañía en el ejercicio de estas funciones. Así pues, Facebook se encuentra de nuevo con la papa caliente en las manos.

* Profesor de tiempo completo del Tecnológico de Monterrey en Puebla, en la carrera de Relaciones Internacionales – [email protected]