Es de mañana, pero el sol y el viento hacen de este terreno junto al río Atoyac uno polvoriento. De un lado se observan la parte trasera del mercado Lula’a y las bodegas de frutas y verduras del Mercado de Abasto.
En el medio, a cientos de vehículos de todos tamaños que azotan con las boyas viales mientras se aproximan al puente amarillo que comunica con la agencia de San Juan Chapultepec. Del otro extremo de la vía se ven puestos aún cubiertos con mantas y sábanas, y a un costado de estos, los vehículos que se alistan para seguir el viaje.
Pero los últimos no llevan ni traen mercancías, como suele ocurrir en los alrededores de la mayor zona comercial de la ciudad. En ellos se transporta a la fe, a las y los feligreses que van o regresan de su cita anual con la Virgen de Juquila.
El sonido del claxon de un carrito de raspados rompe por momentos con el de los motores.
—Vamos cada quien a su manda, a pedirle por la familia, por algún enfermo o por la paz de todo el mundo. —dice Laura Mota Flores.
Hace más de 30 que ella, su familia y un grupo de feligreses de Tepeaca, Puebla, viaja 15 días desde su estado natal hacia Santa Catarina Juquila, la comunidad oaxaqueña en donde se ubica el santuario de la virgen.
—La virgen es muy milagrosa y somos muy devotos a ella. —añade María Ignacia Felipa Aborta Torres mientras recuerda que en su caso fue hace 44 años cuando vino por primera vez. —Solo un carro cabía para pasar (hacia el santuario), —dice la mujer que integra esta peregrinación desde hace 30 años.
Sergio Mota es uno de los feligreses que integra la peregrinación, pero que en su caso es responsable de un camión donde decenas descansan tras el regreso del santuario. “Son como ocho años que vengo y la verdad me ha gustado, es una buena experiencia convivir con toda la gente que viene”, comparte el conductor, a quien la fe y tradición le fue inculcada por su abuela desde que era un niño.
Viajar durante 15 días desde Tepeaca hasta Juquila, por la carretera federal implica un recorrido con escalas en sitios como Tehuacán, Puebla, y por Cuicatlán, Telixtlahuaca, Etla, ciudad de Oaxaca y Sola de Vega hasta llegar a Juquila.
El playón del río Atoyac se ha convertido en una de las escalas obligadas para miles de peregrinos que vienen de otros estados para visitar a esta advocación de la virgen María. Desde Tepeaca, más de 30 peregrinos descansan la mañana de un sábado. El agotamiento se observa en sus rostros y cuerpos, de los que sin embargo toman fuerza para hablar de su fe por la virgen.