La confianza del Instituto Nacional Electoral (INE) no se puede poner en duda actualmente, porque precisamente fue este árbitro quien permitió y facilitó la alternancia en el país y que el proceso se diera sin mayores complicaciones, consideró el analista Cipriano Flores.
“Nos ha faltado el desarrollo de instituciones democráticas, aunado a que las pocas que se tienen, se han ganado a golpe de martillo, sin embargo, por voluntad del que manda, a veces sufren retrocesos como la CNDH”, consideró.
Indicó que se los gobernantes se han dado cuenta lo que ha significado que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) esté en manos del gobierno, con lo que sirve para golpear a las instituciones democráticas.
Aclaró que el INE no es su presidente (Lorenzo Córdova Vianello), no es un consejero (Ciro Murayama), es una autoridad, es una función vital para México, pero ahora el presidente de la República y su partido Morena lo quieren controlar.
Enfatizó que México en democracia debe de avanzar no retroceder, de donde la reforma electoral debe regresarle a los estados su soberanía electoral y no desparecer a los órganos locales.
Así como otorgarles a los pueblos indígenas y afromexicanos 200 diputaciones para su representación, toda vez que su representación es mínima y carecen de puestos claves.
Consideró necesario instituir la segunda vuelta, así como el voto electrónico.
Lo anterior a la par de tener un mayor control del ejercicio de los presupuestos de los partidos, obligando las cuotas de afiliados, diputados, senadores, concejales y prohibir la reelección.
Expuso que si se quiere afectar al INE lo pueden hacer, pues solo les basta con tener mayoría simple para cambiar normas que las leyes secundarias establecen, siempre que no afecten una disposición constitucional.
Afirmó que con los desplantes el mandatario exhibe inmadurez, se observa caprichoso, terco, autoritario y con falta de estatura política, “por eso es buena la no reelección, por lo menos tenemos la esperanza de mejorar cada 6 años”.
En realidad la democracia en nuestro país es una verdadera ficción, pues desde hace décadas se depende de la voluntad de un solo hombre, el presidente.
