En las comunidades indígenas de Oaxaca, el tequio es una tradición ancestral que simboliza la cooperación y la solidaridad comunitaria. Este trabajo no remunerado, que atiende necesidades colectivas, ha sido esencial para la supervivencia y el desarrollo de estas comunidades. Sin embargo, en años recientes, las autoridades municipales y estatales han distorsionado esta práctica, utilizándola como una forma de explotación laboral y proselitismo político.
EL VERDADERO ESPÍRITU DEL TEQUIO
En la sierra norte de Oaxaca, el tequio y la gozona son prácticas distintas. Mientras que el tequio es convocado por la autoridad para labores comunitarias específicas, la gozona es una ayuda mutua entre vecinos sin intervención oficial. Estas tradiciones, aunque varían de una región a otra, comparten el principio de fortalecer los lazos comunitarios y la relación con el territorio.
Participar en tequios implica más que trabajo físico; es una experiencia de socialización y aprendizaje sobre el entorno natural y cultural. Estas jornadas de trabajo son fundamentales para tareas como la limpieza de caminos, la prevención de incendios y el mantenimiento de ríos, creando memorias y fortaleciendo la identidad colectiva.
DESVIRTUACIÓN Y ABUSO DEL TEQUIO POR PARTE DEL GOBIERNO
En contraposición al espíritu comunitario del tequio, las autoridades han empezado a utilizar esta práctica como un medio de explotación. Cuando el gobierno convoca a tequios, a menudo obliga a funcionarios públicos y beneficiarios de programas sociales a participar en actividades que no corresponden a sus responsabilidades. Estos “tequios” impuestos carecen de la conexión y el propósito comunitario, transformándose en trabajo forzado y proselitismo político.
Un ejemplo claro es cuando funcionarios son obligados a desplazarse a comunidades lejanas, utilizando sus propios recursos y tiempo, para realizar tareas como la plantación de árboles sin la adecuada planificación y seguimiento. Estos actos no son más que una fachada para simular un compromiso con la comunidad y el medio ambiente, sin un verdadero impacto positivo.
LA EXPLOITACIÓN DE LA IMAGEN DEL TEQUIO
El abuso del tequio por parte de las autoridades no solo implica explotación laboral, sino también un aprovechamiento de la imagen de cooperación y solidaridad que esta práctica evoca. En eventos donde jóvenes beneficiarios de programas sociales son utilizados para tareas logísticas o para engrosar las filas de apoyo en actividades políticas. Así, el tequio se convierte en una herramienta de manipulación y propaganda.
Además, funcionarios que ganan salarios fijos y disfrutan de beneficios laborales, al promover la idea de que “el verdadero sentimiento de colaboración” es trabajar sin remuneración, desvirtúan y banalizan el sacrificio real que las comunidades hacen a través del tequio.
UNA BURLA A LAS COMUNIDADES INDÍGENAS
Convocar a tequios para embellecer áreas urbanas con el fin de atraer turistas es otro claro ejemplo del abuso y la falta de respeto hacia esta práctica ancestral. Estas acciones, lejos de beneficiar a las comunidades que históricamente han sostenido sus territorios con su trabajo no remunerado, sirven a intereses externos y mercantilistas.
HACIA UNA REFLEXIÓN Y REVALORIZACIÓN DEL TEQUIO
Es crucial que se reconozca y respete la verdadera naturaleza del tequio como una práctica comunitaria que no puede ser impuesta ni manipulada por intereses externos. Las autoridades deben abstenerse de utilizar el tequio como herramienta de explotación y propaganda, y en su lugar, apoyar verdaderamente a las comunidades indígenas en sus propios términos.
Finalmente, el tequio es un legado invaluable de organización y solidaridad que debe ser protegido y valorado. Y no distorsionado para fines ajenos a su esencia. La comunidad y el territorio deben ser los principales beneficiarios de esta práctica. Con ello manteniendo vivo su verdadero espíritu y propósito.