Crónica: ¡Mejor me voy con los maestros, ahí me tratan bien!
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Crónica: ¡Mejor me voy con los maestros, ahí me tratan bien!

Confrontación entre vecinos por instalación de comerciantes y quejas por la desorganización del evento al abrir la Guelaguetza


Fotos: Adrián Gaytán / La policía y Guardia Nacional observaban el movimiento.
Fotos: Adrián Gaytán / La policía y Guardia Nacional observaban el movimiento.

“Lo que guste, güera” Para los comerciantes, el tono de piel pareciera no importar si de vender se trata. Hacia extranjeros y mexicanos, el ofrecimiento es similar en las escaleras del Fortín, una de las vías principales para llegar al auditorio Guelaguetza. En los alrededores, los policías tratan de parar el tráfico para obligar a los conductores a ceder el paso a peatones y para respetar la velocidad en esta zona urbana.

Al amanecer, los puestos y vendedores ya iban tomando sus lugares en los escalones. Aunque el ayuntamiento no emitió dictamen, el acuerdo para colocar a cerca de 200 comerciantes y empresas en esta parte surtió efecto.

¿Una bolsita mandadera?” “¡Pan de Tomaltepec!”

El olor de las empanadas de 50 pesos, el del café de 25 y la música tradicional acompañaban el trayecto entre la calle de Crespo y el auditorio.

Pero los ánimos, tanto los de la alegría por ver las danzas y bailes como los de confrontación, estaban a flor de piel.

Bastó una discusión para que el tono de vecinos de la colonia Guelaguetza y las Azucenas se elevara casi a los golpes. Los uniformados de azul sólo observaban. Y la Guardia Nacional, que había ocupado la zona en disputa, sólo invitaba a sumarse a sus filas: ser soltero, tener entre 18 y 29 años de edad y buena condición física.

La confrontación duró algunos minutos entre dimes y diretes. Al final, sin que mediaran los policías u otra autoridad, los vecinos de ambas colonias volvieron a sus hogares. Todo parecía volver a la calma en las escaleras, a donde cerca las y los comerciantes llegaron para vender antojitos, ropa tradicional o de manufactura, bebidas tradicionales como el tejate o playeras y tazas sublimadas con motivos de la fiesta.

 

Puestos ambulantes se colocaron en las escaleras.

 

Huipiles de Usila en 12 mil pesos, cajetillas de cigarro a la vista del público aun cuando la Ley del Tabaco lo prohíbe, pan de Santo Domingo Tomaltepec y bebidas y productos de marcas conocidas que se anuncian en sendas estructuras conformaban el paisaje bajo los laureles y a las afueras del auditorio.

Para algunas personas “medio viaje fue subir” y medio más el bajar por las cientos de escaleras que conducen de la calle de Crespo al auditorio.

Pero para doña Clara, oriunda de la ciudad, el trayecto fue una pérdida de tiempo y molestia.

¡Mejor me voy con los maestros, ahí me tratan bien!”

Ni a ella ni a su hija y nieta las dejaron ingresar a las secciones C y D, clasificadas como gratuitas. A sabiendas de que no necesitaba pagar y que había espacio, las tres se animaron para cumplir el sueño de la menor. Uno que quedó frustrado por la desorganización.

Uno de los policías le había confirmado que el acceso era gratuito, pero un empleado que no se identificó le negó el paso en la puerta. Que necesitaba un boleto y que el ingreso era previo pago, esa fue la respuesta.

¡Esto ya es puro dinero, ya no es nada del pueblo!”.


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