Al periodista de hoy le hace falta mística: Leandro Hernández
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Al periodista de hoy le hace falta mística: Leandro Hernández

La vida mundana lo arrebató del sacerdocio para convertirlo en un referente en el periodismo oaxaqueño


Al periodista de hoy le hace falta mística: Leandro Hernández | El Imparcial de Oaxaca

–Yo estaba en una total inseguridad de ser sacerdote; hasta llegar a dudar de la religión. Estando en el seminario, yo recapacitaba y decía: si esto es cierto, yo estoy jugando con lumbre, porque no quiero ser sacerdote. Era un dilema muy duro entre el sí y el no. Entonces dije no, y me salí…

 Leandro Hernández Romero (Zacatepec, Mixe, 5 de noviembre de 1943) platica con EL IMPARCIAL, El Mejor Diario de Oaxaca, sobre su vida en el periodismo oaxaqueño; su trabajo en prensa con cuatro gobernadores; su vida de bohemio.

–¿Crees que el periodismo ha perdido su esencia original?

–Pues los reflejos los tenemos en los medios, cómo están. Yo digo que nos hemos deshumanizado mucho; la tecnología nos hace ser compactos. Nos hace ser limitados; bueno,  ¿vemos crónicas sabrosas en los medios? ¿Entrevistas que te hagan sentir bonito? ¡No! Antes sí las teníamos.

–¿Qué le falta al periodismo hoy día,  Leandro?

–Una palabra que nos viene muy grande es una mística; una entrega al periodismo.

Pero retornamos a sus inicios, “Fui con  el padre Shulemburg, el que fue rector de la Basílica  de Guadalupe y negó la autenticidad de las apariciones de la Virgen del Tepeyac, quien era en ese entonces el rector de la universidad menor de Tlalpan; él me dijo: “Leandro, ¿ya lo pensó bien? Sí, le respondí. Entonces me dijo: Vete;  adelante. A Dios se le puede de servir desde cualquier lugar, desde cualquier trabajo…”

–¿Cómo ves a las nuevas generaciones de periodistas?

–La verdad que es muy difícil porque las escuelas, no escuelas de periodismo, porque hay pocas escuelas, las de comunicación, yo pienso que cumplen una función, pero hay una recomendación muy bonita de Ernest Hemingway: Por su madre santa no vayan a las universidades, no vayan a las escuelas, fórmense en la calle, fórmense, en los hechos;  ahí se hacen los verdaderos periodistas. No como los monjes,  los monjes se hacen en los monasterios, pero los verdaderos monjes en los servicios, se hacen en el servicio, así el periodista.

–¿Te arrepentiste?

— Salgo y no quiero saber nada de la religión; no voy a misa. Me alejo, nada, nada, pero después de los años, digo: la religión, ¿qué culpa tiene de esto? Estoy confundiendo las cosas.  Es una situación muy humana, muy personal. Después empecé a tener relación con algunos maestros del seminario, por ejemplo, el padre Lorenzo Chávez Heredia, de los Cajonos, quien era un excelente sacerdote, que también fue guía y mentor de Manuel Díaz Daza, quien ahorita debe tener 90 años,  que ha sido asesor de varios presidentes de la República en materia agraria; él era de Chalcatongo, tío abuelo de Ulises Ruiz. Fundamos un grupo de seminaristas. Tenemos médicos, comerciantes, abogados etc.

–Leandro, ¿cuántos años en el periodismo?

–Desde 1964. Tengo mis primeras notas firmadas en el Oaxaca  Gráfico, de Don Lalo Pimentel. Ya después era difícil que uno firmara su nota, por la carga del Seguro Social. Al firmar una nota eras considerado como trabajador del periódico y deberían darte Seguro Social,  y don Lalo era enemigo de dar el Seguro Social.  En cuanto llegaba el inspector, teníamos órdenes de salir: ¡Pélate! ¡Vete!, que no te vean aquí. Después yo no sé qué pasó, porque ya pudimos firmar las notas.

Leandro, conocido como Don Lea, habla pausado, como cura. Piensa las respuestas y estas vienen regularmente, pronto, luego de acomodarse con su mano derecha su blanco, pero largo copete. En la mano izquierda porta un reloj de 150 pesos, de manufactura china.

–Si no querías, quién demonios te metió al seminario?

–Bueno, yo no quería estudiar en el seminario, yo quería estudiar para profesor normalista. Empecé a hacer mi trámite, pero el mandamás del pueblo era mi padrino de bautizo.

–Hablamos de Don Luis Rodríguez, ¿el llamado cacique de Zacatepec?

–Sí. Fulano de tal se va al seminario desde ese momento, ordenó, y a partir de entonces empezó, de hecho, mi calvario. Tenía buenos maestros, lo que sea de cada quien. El sacerdote Humberto Medina fue mi maestro de francés; el padre Lino R. Vargas, de griego; Lorenzo Chávez Heredia, de latín; de inglés, Renato, muy conocido por la alta sociedad.

–¿Después del seminario, qué?

–Empecé mi peregrinaje, y mi primer trabajo fue en un taller de embobinado de motores.  Sin saber escribir a máquina, porque en el seminario no te enseñan un oficio, en las noches practicaba con una Olivetti de mi cuñado,  y empecé  a hacer la nómina. Los pagos, ese fue mi primer trabajo. Entonces ya me vine a Oaxaca, y precisamente, yo recuerdo con mucho cariño y con mucho afecto a Don Benito García Hernández, porque él fue quien me abrió las puertas del periodismo en el 63. Él era la cabeza visible de El Imparcial, porque don Manuel G. Pichardo era de la familia y el que sabía de periodismo era Benito, y don Manuel, de talleres. Entonces, Benito me admitió a mí, pero no para trabajar en el periódico, sino con Benito. De don Benito yo era su ayudante, pero mi papel era estar en la Escuela Preparatoria para pasar información a Benito; Benito tenía lazos o una plaza en la policía. Yo solamente estuve un mes con él, porque llegó el día de la paga: él cobró y me dio la mitad. Yo dije no…


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