"Que ya se termine el coronavirus": Niñez oaxaqueña
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“Que ya se termine el coronavirus”: Niñez oaxaqueña

Niños como Albán, Carmen o Salvador han experimentado miedo, angustia, pero también felicidad en un tiempo donde dejaron las aulas y pasan más tiempo en casa


“Que ya se termine el coronavirus”: Niñez oaxaqueña | El Imparcial de Oaxaca

En los últimos cinco meses, Albán, un niño de siete años de edad, ha experimentado miedo, alegría, preocupación e incluso hartazgo. No es el único. Menores de edad que están en su primera infancia como Carmen o Salvador también se sienten tristes al no poder ver a sus amigos y compañeros de escuela. Aunque también se dicen felices porque están en casa con la familia o incluso adaptados a una nueva normalidad que precisa de teléfonos inteligentes o computadoras para comunicarse o de aprender en la casa en lugar de acudir a diario a un salón de clases. 

Las y los niños son el sector de la población menos propensa a riesgos ante el contagio de la Covid-19. En Oaxaca, 228 niños de cero a 10 años han padecido el nuevo coronavirus, entre poco más de 13 mil casos confirmados a la fecha. Pero no están exentos de las afectaciones emocionales por la cuarentena, que lo ha obligado a dejar de asistir a la escuela o porque ellos o sus familiares se contagien. Tampoco son inmunes a la nueva normalidad en la que incluso deben de usar cubrebocas o caretas en sitios públicos, además de seguir otras medidas de sana distancia.

“Me siento estresado porque antes no teníamos que usar cubrebocas. Podíamos respirar bien el aire y ahora casi no podemos respirar”, cuenta Salvador Castro, un niño de ocho años originario de  Xoxocotlán, en la región Valles Centrales de Oaxaca. Ahora que ya no va a la escuela y por ende dejó de ver a sus compañeros o amigos, dice experimentar tristeza. Aunque está feliz por pasar tiempo con la familia.

Carmen Luna López, de 10 años de edad y residente de la capital del estado, también se siente triste porque no puede ver a sus amigos. Sin embargo, trata de comunicarse con una de ellos. “Tengo una amiga que a veces sí la veo, pero en videollamada nada más, y platico con ella”, relata mientras acompaña a su padre y atraviesa el centro de la ciudad con una mochila, un juguete y un cubrebocas en el rostro. Que la gente use caretas o cubrebocas le parece lo correcto, asegura  Carmen.

Salvador espera “que ya se termine el coronavirus y ya podamos retomar la normalidad de antes”; la expectativa de Carmen radica en que “ya pongan la vacuna del Covid-19”, pues quiere “que se acabe esto y ya no se sigan muriendo las personas”.

La psicóloga Edna Piñón Murcio, especialista en salud mental y trabajo social, y psicoterapeuta infantil, dice que ante la emergencia sanitaria por Covid-19 “nos hemos olvidado bastante de los niños, como si ellos pasaran a una parte donde no hay que prestar atención. Y es todo lo contrario, tenemos que estar muy atentos”.

Con el nuevo contexto, quien también se ha desempeñado en el Hospital Civil Doctor Aurelio Valdivieso dice que con la suspensión de clases presenciales no hay quien identifique las problemáticas en menores, pues ese era el sitio donde mayormente se detectan los casos. De ahí que pida a padres y familiares estar muy atentos en casa. Y es que en las y los niños “hay un gran impacto sobre las emociones y las conductas en esta época de contingencia”.

“Estos niños han estado en confinamiento mucho tiempo y muchos de ellos no saben qué hacer en cuestión de conductas y actividades. Ya se ven aburridos, pero también aparecen otros factores estresores que impactan en ellos, como preocupaciones, una de ser infectados; otra, porque algún familiar pueda morir o le pueda pasar algo”.

Albán es uno de los niños que ha pasado por ello. Giselle Melchor, su madre, cuenta que al ser hijo único demanda más atención, pero el que sus padres estén separados ha sido algo positivo, pues permite cambiar de casa, ambiente y actividades. Sin embargo, ha experimentado miedo, como cuando uno de sus tíos se contagió de Covid. “Lo primero que pensó es que se iba a morir”, señala Giselle; ella y el padre de Albán tuvieron que explicarle que sus temores no eran del todo fundados. 

Lo mismo hicieron al inicio de la emergencia para que supiera de la enfermedad y cómo cuidarse. O cuando se aproximaba su cumpleaños, una fecha tan ansiada en enero, pero que, a unos días, no lo fue tanto, al grado de que por sí solo dijo: “no podemos hacer mi cumpleaños porque hay coronavirus”.

La psicóloga Edna refiere que según lo que sepan o no los niños sobre la enfermedad, así como el contexto, pueden sentir preocupaciones o miedo de perder a un ser cercano. “Empieza a haber ansiedad, tal vez los niños somatizan con algún dolor de cabeza, malestar estomacal, dermatitis, se pueden llegar a comer las uñas, también pueden aparecer regresiones”. Por ejemplo, si ya han logrado alguna habilidad o capacidad como poder dormir solos en su cuarto, la ansiedad, miedo y preocupaciones los orilla a que ya no quieran hacerlo solos.

“Pueden ocurrir cambios en el sueño, en la alimentación, enfado, pueden ser  muy sensibles” y mostrar su enojo a través del miedo o ansiedad.

Criar a un menor en su primera infancia en estos tiempos también ha significado varios retos o miedos para los propios padres. Monserrat Arango Méndez, originaria de Zimatlán de Álvarez tuvo a su primer hijo poco antes de que la Covid llegara al país y el estado. Y ahora que tiene que salir, esto se ha vuelto muy complicado. 

“Siento feo como mamá de que él no pueda ver el mundo de la forma en que nosotros lo veíamos. Por ejemplo, para salir, ahorita le tenemos que enseñar a usar el cubrebocas, es muy pequeño, tiene ocho meses. Entonces es muy difícil para él que se lo deje y cuando necesitamos salir lo tengo que llevar conmigo”, cuenta. Aunque “cuando empieza a ver las personas” o a sus padres, parece olvidar que trae una tela sobre su cara.

Pero para su madre, el temor está siempre ahí, ya sea porque le pase algo a su pequeño o a la familia. Aunque por ahora tiene que sobrellevarlo resignarse a la idea de que su hijo aún no pueda visitar a sus abuelos.

Crescenciano Castro, padre de Salvador, relata que “ha sido un poco complicado sobrellevar este tiempo, de estar junta toda la familia, de tener a los niños todo el tiempo en casa. Es desesperante, sin embargo, las circunstancias, por cuidado de todos, así nos lo exigen”.

En una primera etapa prácticamente no salían, por seguridad. “Y ahorita que vemos que aparentemente los contagios por la pandemia van a la baja, ya hemos pasado a otra fase en que comenzamos a salir un poquito, pero siempre con las medidas de sanidad, el usar cubrebocas, el gel, porque también es difícil estar todo el tiempo en casa”.

Alan López Ruiz, psicólogo y maestro en psicoterapia Gestalt, explica que al estar en casa y pasar más tiempo en casa, uno de los principales conflictos o retos que se puede dar es justo el de la interacción de los menores con su familia, en donde si bien se considera que la principal responsabilidad de educación sigue recayendo en los docentes. 

“Ahora el punto fuerte es la educación que se va a dar por parte de los padres a los hijos”, desde el ámbito académico. Y para el que los padres no están preparados o capacitados- Además de que, como lo ha vivido Giselle -madre de Albán-, resulta confuso para un menor ver la figura de un docente en su propia madre o padre.

Pero, ¿qué hacer en este nuevo contexto? La psicóloga Edna Piñón sugiere primeramente hablar con los hijos, explicarles lo que ocurre y cómo cuidarse, pero hay que considerar la edad. Ya sea con un juego o un cuento si es que se trata de alguien de tres o cuatro años. O explicarle qué son los virus si ya es mayor, como de siete u ocho años. 

En ambos casos, decirles que el jabón y el agua, o las caretas, cubrebocas y demás, los ayudarán a protegerse. Hay que “ser muy claros con ellos porque muchas veces al ocultar información creamos en ellos miedo, preocupación, incongruencia”. En eso coincide Alan López Ruiz, quien dice que es mejor explicar lo que pasa y porqué seguir las medidas de salud.

“Por ejemplo, muchos niños quisieran salir y si los padres siempre les dicen que no se puede, al negar de esa manera, van a entender que algo malo está pasando, y efectivamente es algo malo, pero no conocen la raíz de la situación. Si no se les explica, incluso pueden sobredimensionar los riesgos y pensar que el mundo se va a acabar”, ahonda el especialista.


aa

 

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