Crece discapacidad en Oaxaca en sociedad poco incluyente
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Crece discapacidad en Oaxaca en sociedad poco incluyente

Entre 2010 y 2018 se duplicó el número de oaxaqueños con problemas auditivos; y creció en 40% en el resto de las discapacidades


Crece discapacidad en Oaxaca en sociedad poco incluyente | El Imparcial de Oaxaca
Fotos: Luis Alberto Cruz

Desde hace una década, Oaxaca se encuentra entre los seis estados del país con mayor prevalencia de la discapacidad y por encima de la media nacional, cuyas principales causas son las enfermedades, la avanzada edad y los accidentes.

El aumento de la discapacidad es notorio en la entidad, al pasar de 227 mil 262 personas en 2010 a más de 284 mil en 2018, según los registros del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

De acuerdo a los censos y encuestas de esta institución, las entidades federativas con la mayor proporción de personas con discapacidad entre su población son Zacatecas, Yucatán, Michoacán, Nayarit, Colima y Oaxaca, que superan la media nacional desde el 2010.

En el caso del estado, la prevalencia de la discapacidad en 2018 fue superior al 7%, cuando la media nacional fue del 6.3%. En 2010, la discapacidad estaba presente en 6% de la población.

El INEGI reveló que de cada 100 personas con alguna limitación, poco más de la mitad se refieren a caminar o moverse, el segundo tipo de limitación que más padece la población con alguna discapacidad, es la de tener problemas para ver aun utilizando lentes.

En 2010, entre la población oaxaqueña que declaró tener al menos una discapacidad, la principal causa se debió a las enfermedades (34.3%); como segunda causa fue la edad avanzada (32.2%). En menor porcentaje las limitaciones fueron asociadas al nacimiento o a algún accidente, en 13.8 y 13.3%, respectivamente.

En los últimos años se ha presentado un incremento en la población con alguna discapacidad.

A la alza discapacidad motriz y auditiva

En el caso de la discapacidad motriz, su aumento de hasta el 40% en los últimos años se atribuye a los accidentes automovilísticos, según estimaciones del INEGI y autoridades del DIF estatal.

Esta discapacidad ocupa el primer lugar en el Estado de las discapacidades más frecuentes; le sigue la intelectual, auditiva y visual, por orden de importancia.

Sin embargo, en los últimos años, el porcentaje de personas con limitaciones auditivas creció de manera considerable en la entidad, al pasar de 13.6% en 2010 al 21.97% en 2018, del total de la población que padece discapacidad.

En 2010, según el censo de ese año del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Oaxaca tenía un registro de al menos 29 mil oaxaqueños con discapacidad auditiva, que pasó 62 mil 587 en 2018, aún con aparato auditivo.

Esta discapacidad, al igual que el resto, limita la movilidad de las personas y también puede ser causada por distintos problemas, entre los que se encuentran los de nacimiento y congénitos, enfermedad (y accidentes que incluye los ocasionados por agresiones violentas), y los que se deben a la vejez.

Los obstáculos en las calles de Oaxaca son permanentes.

En 2018, que es el último registro del INEGI, reveló que el 56.29% de la discapacidad era por dificultades para caminar, subir o bajar usando las piernas (motriz), el 35.04% era visual, aún con el uso de lentes. Le siguió con 21.97% la discapacidad auditiva. De acuerdo al Instituto, muchos de los censados pudieron haber señalado tener una o varias discapacidades.

La discapacidad en Otoniel y José se dio de manera distinta, pero ambos coinciden en buscar mejores condiciones de vida. Los obstáculos y la discriminación no han sido factores que los hagan desistir de lo que quieren, pese a enfrentarlos día con día.

Apenas el 30% logra un empleo formal

Ambos, de distintas edades y originarios de comunidades diferentes, coinciden en que la discapacidad no debe representar un freno, sino un motor para continuar y luchar por cambiar el entorno social, además de generar una mayor conciencia que no genere más obstáculos.

José

A los 19 años de edad, después de caer de una altura de 26 metros cuando trabajaba en una mina, José Matías Ordaz ya no volvió a caminar.

José es especialista en la adaptación de bicicletas.

“Cuando uno vive una vida convencional y te encuentras con la discapacidad, ya sea por una enfermedad o un accidente, la situación es más complicada porque te encuentras con barreras a las que no estabas acostumbrado”, señala.

Subir un escalón sin discapacidad, expone, se convierte en un gran reto cuando sí se tiene, sobre todo con una sociedad donde hay poca inclusión y poco respeto a las personas con sillas de ruedas.

“Cuando anda una persona convencional no ve barreras y no toma conciencia que hay personas que viven con discapacidad. Pese a que hay una ley que ve por sus derechos, no se trabaja en esta ni hay interés por hacerlo; creo que hasta que las personas o autoridades tengan de cerca la discapacidad, se darán cuenta de la necesidad de políticas (públicas)”, expuso.

El originario de San Pedro Totolapa, ahora de 35 años de edad, asegura ser un promotor para que la ley se respete, pero al igual que Otoniel, coincide en que hace falta mucho por hacer.

Luego de su discapacidad por la que requirió el uso de silla de ruedas, José decidió migrar de su comunidad hacia la Ciudad de Oaxaca, con el objetivo de trabajar y ser más productivo, siempre con la fuerza para superar obstáculos.

El encargado del área de reparación y mantenimiento de bicicletas del DIF estatal, asegura que se mantiene en la búsqueda constante de crecer por sus propios medios y ser ejemplo para personas en su misma condición.

El hombre que también migró por algunos años a Estados Unidos, antes de su accidente en la mina, admite que tener una discapacidad implica adaptar mesas, estufas, baños y otras áreas del hogar para mayor accesibilidad.

Expresa que ante las dificultades de trasladarse en silla de ruedas por la ciudad y la discriminación que es constante de los conductores del transporte público (que se niegan a subirlos como pasajeros) decidió hace algunos años adaptar una bicicleta con silla de ruedas.

Con su creación que le ha ayudado a moverse con mayor facilidad, en 2016 José participó en un medio maratón y quedó en segundo lugar. Ahora planea hacer un prototipo para motoneta, pero requiere de apoyo en los gastos que se requieren para la compra de un motor y otros accesorios. Tan solo en la adaptación en bicicleta, José invirtió más de 8 mil pesos.

Cabe destacar que según los datos provenientes del cuestionario básico del Censo 2010 en Oaxaca, una tercera parte de la población de 12 años y más de edad con discapacidad es económicamente activa (30.5%); de este porcentaje, el 96.8% se encuentra ocupada en alguna actividad económica.

Por sexo, se registran diferencias sustanciales respecto a la población económicamente activa. En los hombres 46.1% son económicamente activos mientras que en las mujeres esta proporción es de solo 16.2%.

Otoniel

De 27 años de edad, originario de Santa María Totolapilla, del distrito de Tehuantepec, Otoniel relata que su discapacidad es congénita.

Recuerda que desde los primeros años de escuela sus padres lo llevaban al preescolar cargando, en carretilla o en triciclo. Después, en la primaria, lo trasladaban en bicicleta y otras veces más sobre la espalda.

Otoniel es de los pocos con un título profesional.

Al igual que muchos menores con discapacidad, Otoniel también se enfrentó a la poca accesibilidad en la infraestructura escolar.

En Oaxaca, de acuerdo a estadísticas gubernamentales de 2010, al menos el 95% de las escuelas de educación básica, públicas y privadas, no contaban con rampas para discapacidad, y 71% carecía de sanitarios amplios y con agarraderas para personas que así lo requirieran. A la fecha, pocas escuelas han sido adaptadas para este sector de la población.

Primera silla de ruedas

Fue en la secundaria cuando contó con su primera silla de ruedas, que le donó un familiar, pero que era demasiado grande para un niño de su edad y complexión.

Otoniel recuerda que en ese nivel escolar sufrió momentos de depresión por la discriminación que aún persistía en su entorno social y que inició desde la primaria. Él ya no quería continuar con el bachillerato.

“Mis padres me insistían en seguir estudiando pero yo ya no quería”, expresa el joven en entrevista, al señalar que dejó de estudiar un año después de egresar de la secundaria, para iniciar después el bachillerato al darse cuenta que no podía estar toda la vida en casa.

Para acudir a las aulas, Otoniel era acompañado diariamente por un compañero que lo ayudaba a empujar la silla de ruedas que aún le quedaba grande y le generaba dolor en parte de los brazos.

Otoniel se encuentra entre el 5% de las personas con discapacidad que logra cursar sus estudios de nivel medio superior o superior, según las estimaciones de organismos como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

En el ámbito estatal, este Instituto señala que de cada 100 personas de 3 años y más de edad con alguna discapacidad, 40 no tienen instrucción educativa; 45 tienen algún grado aprobado en educación primaria, 7 algún grado de secundaria o equivalente y 5 han cursado estudios de nivel medio superior o superior.

Se estima que entre la población con discapacidad de 3 a 29 años de edad, sólo 45.4 de cada 100 asiste en alguna escuela, ya sea pública o privada, a diferencia de las 56 de cada 100 personas sin discapacidad.

Lejos de casa

A unos meses de concluir el bachillerato, Otoniel no vio más opciones de educación superior más que en las zonas urbanas como en la Ciudad de Oaxaca, donde se animó a presentar examen de admisión para la carrera de Contaduría en la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO).

De padre y madre campesinos, el joven relata que siempre contó con el apoyo familiar para aventurarse a vivir solo en una ciudad “desconocida”, luego de que fuera aceptado para iniciar sus estudios del nivel superior.

Su familia lo ayudó a trasladarse y buscar un espacio para rentar, lo cual no fue sencillo, porque ningún cuarto o vivienda estaba acondicionado para una persona con discapacidad. El dueño del lugar donde él decidió quedarse, mostró empatía con el joven y empezó a realizar modificaciones como la construcción de una rampa.

Hace algunos años, Otoniel Navarrete Juárez logró concluir sus estudios del nivel superior, del cual recuerda con cariño a sus compañeros y maestros, que le regalaron una silla de ruedas eléctrica después de vender diversos productos para recaudar recursos y juntar más de 20 mil pesos. Luego de su graduación, empezó el peregrinar de todo egresado para encontrar un empleo.

Recuerda que hace tres años en una dependencia presentó examen para un puesto administrativo y fue seleccionado, pero rechazado horas después cuando se dieron cuenta que se movía en silla de ruedas.

Después, hace dos años, volvió a presentar examen para trabajar en el DIF estatal, donde se incorporó y estuvo en diferentes áreas, hasta llegar ahora como encargado administrativo del Taller de Silla de ruedas del mismo organismo.

A ocho años de vivir en la Ciudad de Oaxaca, Otoniel ve que al paso del tiempo sí se ha avanzado en la inclusión para personas con discapacidad, pero no es suficiente, porque aún se requiere mejorar los accesos en sitios como restaurantes o parques, además de fomentar la empatía y el respeto de los conductores del transporte público hacia este sector de la población.

Para Otoniel, tener discapacidad también implica más gastos, como la construcción de rampas que pueden costar de 700 a 900 pesos, una cama especial de hasta 3 mil pesos, una silla de ruedas de igual costo que usa para trasladarse en la calle, más el pasaje en taxis colectivos.

Los edificios públicos y las escuelas no están adaptados para la movilidad de la gente con discapacidad.

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