México se encuentra inmerso en la preparación de una de sus festividades más emblemáticas: el Día de Muertos, una celebración que se destaca por su riqueza cultural y sus tradiciones ancestrales. Cada año, el 1 y 2 de noviembre, el país se llena de colores, aromas y altares de ofrendas que honran a los seres queridos que han fallecido. En este contexto, la flor de cempasúchil, también conocida como “la flor de los muertos”, adquiere un protagonismo especial.
La investigadora María del Carmen López, de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, nos brinda una valiosa perspectiva sobre el tema: “La flor de Cempasúchil es originaria de México y su nombre proviene del náhuatl “Cempohualxochitl”, que significa “veinte flores” o “varias flores”. Este nombre revela la importancia simbólica de la flor en la cultura mexicana, ya que su color y fragancia representan una conexión espiritual con los difuntos”.
En los altares de Día de Muertos, la flor de cempasúchil desempeña un papel esencial. Su color vibrante simboliza la vida y la muerte, mientras que su aroma se cree que guía a los espíritus de los difuntos hacia el altar, donde se les rinde homenaje con ofrendas de comida, bebida y objetos personales.
Además de su papel en los altares de Día de Muertos, la flor de cempasúchil tiene múltiples usos en la cultura mexicana. Más allá de su uso en ceremonias y decoraciones, se emplea como repelente de insectos en la fabricación de insecticidas, como pigmento para teñir textiles, un bactericida, un neutralizador de olores y se utiliza en la medicina, tanto para seres humanos como para animales. Esto demuestra la versatilidad y la importancia de esta flor en la vida cotidiana de México.
En resumen, la flor de cempasúchil no solo es un elemento visualmente impresionante en los altares de Día de Muertos, sino que también encierra un significado cultural profundo y una historia rica que se refleja en su nombre y su versatilidad en la cultura mexicana. Esta flor es un recordatorio de la conexión entre la vida y la muerte, así como un tributo a la memoria de quienes han partido, y su importancia trasciende más allá de las festividades del Día de Muertos.