Aurelia y Agustino: una familia que nació hace 95 años
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Aurelia y Agustino: una familia que nació hace 95 años

Contrajeron matrimonio cuando tenían 11 y 14 años de edad respectivamente, hoy tienen una familia de más de 80 integrantes


Tienen 108 y 105 años de edad; por las costumbres de su pueblo natal, San Antonio Monteverde, Aurelia López Cruz y Agustino López Santiago contrajeron matrimonio cuando tenían 11 y 14 años de edad respectivamente, hoy tienen una familia de más de 80 integrantes.

Son un gran ejemplo para su descendencia, no sólo porque siempre han estado juntos, en los buenos y peores momentos, sino se tratan de una forma sorprendentemente respetuosa y cariñosa.

“Algo que nos cautiva a muchos es cómo se procuran el uno al otro, si uno de ellos sale solo, siempre mide el tiempo para no tardarse mucho y evitar que el otro se preocupe. Cuando salen y algún familiar les comparte alimentos, él únicamente come una parte para llevarle a ella y viceversa, dicen se lo voy a llevar a tu abuelito (a)”.

Así lo expresó Noemí Bautista, una de sus bisnietas que apoya en la traducción con la pareja, ya que Aurelia y Agustino hablan únicamente la lengua indígena, el mixteco.

La vista de ambos ha empeorado por la edad pero eso no impide que disfruten de sus días y noches, en los que se quedan sentados durante horas, inmersos en sus pensamientos y recuerdos, ya que salen poco por el riesgo de tener un accidente.

SUS ORÍGENES

Agustino nació el 2 de agosto de 1910, y Aurelia, el 18 de octubre de 1913, de acuerdo con sus actas de nacimientos actuales. Sus papeles originales se quemaron junto con su casa en su pueblo natal.

Nacieron en una comunidad llamada San Antonio Monteverde, perteneciente al distrito de Teposcolula, donde habitaban pocas familias que se conocían y convivían a pesar de que se encontraban muy alejadas unas de otras.

Relatan que anteriormente, si a un joven le gustaba una muchacha, era razón suficiente para que los padres de él fueran a pedirla, y los padres de ella aceptaban con gusto, ya que veían con agrado que se fijaran en ella.

Después de la plática entre los familiares, daban por hecho el matrimonio pero no había alguna ceremonia religiosa o algún ritual para formalizar la unión, pues el consentimiento de los padres era más que suficiente.

Don Agustino cuenta con orgullo que su mujer, o esposa, ha sido la primera y la única en su vida, que desde el momento en que aceptó “casarse” con ella, ha permanecido a su lado hasta ahora.

El fruto de su unión han sido siete hijos, de los cuales cuatro fallecieron, dos mujeres y dos hombres que a la edad de un año y dos, por falta de hospital en aquel entonces, se enfermaron y murieron por causas que hasta el día de hoy desconocen.

Les viven tres hijos, Natalia, Domingo y Santiago, quienes están al pendiente de ellos. Viven en la casa del menor y es el que los cuida la mayor parte del tiempo.

Su descendencia va en aumento; tienen 10 nietos, 36 bisnietos y 32 tataranietos, aunque los abuelitos ya no los reconocen muy bien debido a su edad y a que a muchos de ellos casi no los ven porque viven lejos.

SIEMPRE JUNTOS

Él, de su padre aprendió a hacer cuerdas, que acudían a vender a grandes plazas como Teposcolula, Tlaxiaco y Huajuapan.

“Caminábamos durante el día y la noche para llegar a la plaza, nos quedábamos todo un día para vender o intercambiar algunos productos, para posteriormente regresar al pueblo caminando nuevamente, pero ahora con alimentos. Ya casado, a veces volvía con ropa para mi familia que se quedaba en el pueblo, en algunas ocasiones, mis hijos me acompañaban”, recuerda él.

Para trasladarse a esos lugares lo hacían caminando con sus productos en la espalda, ya que por la falta de recursos no tenían para comprar un burro para transportar sus artículos.

Su esposa recuerda con alegría cómo su esposo venía a la plaza y le compraba listones para su cabello, aretes y anillos, artículos que hasta el día de hoy le agrada mucho portar, aunque los pierda con facilidad.

Él menciona que aprendió a hablar poco el español, porque tenía que vender su mercancía en plazas grandes como Tlaxiaco y Huajuapan.
En 1988, se vieron obligados a emigrar de su tierra natal porque hubo una expulsión de quienes no profesaban la religión de la mayoría en la comunidad.

Se fueron a vivir a Huajuapan de León pero no se acostumbraron, así que se trasladaron a San Miguel Monte Verde, donde vivieron alrededor de cinco años. Tiempo después volvieron a Huajuapan, ya que sus otros hijos ya se encontraban radicando ahí.

En ese entonces tenían más de 75 años de edad por lo que al principio les fue difícil adaptarse, pero se vieron obligados a quedarse para que su familia permaneciera unida.

Se asentaron en la colonia Sinaí segunda sección, se dedicaban a elaborar sombreros y petates con palma natural, misma que iban a recolectar al monte.

UN EJEMPLO PARA SU FAMILIA

Para ellos la celebración del Día del Abuelo que se festeja el 28 de agosto, pasa desapercibido, pero su familia valora tenerlos porque son un ejemplo y lo hacen con buena salud, dentro de lo que cabe.

Fue hasta en los últimos ocho años donde poco a poco su vista se ha deteriorado, aunque eso no les impide trasladarse a la casa de sus familiares en la misma colonia.

A la señora Aurelia se le dificulta escuchar bien, lo que complica que se establezca una conversación con ella.

Su nuera María señala que “ella con mucha dificultad nos escucha y cuando logra hacerlo ya no comprende lo que decimos y nos responde con otra cosa, pero a pesar de eso, es bonito charlar porque no pierde el brillo en su rostro cuando te acercas para platicar con ella”.

Cuenta que hace unos días Aurelia se salió de su casa, y que accidentalmente se cayó y se lastimó su brazo derecho, herida que está en recuperación.

Al platicar con don Agustino que opina sobre la muerte, contestó con nostalgia que le da miedo, ya que no sabe que hay después de la muerte y a dónde va a ir.


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