En los últimos años, la turistificación ha hecho que la tradición católica del Viernes de Samaritana sea tomada por “otras personas con la finalidad de venderla, de usarla para que los turistas disfruten de esta dinámica” de la ciudad de Oaxaca, apunta el periodista cultural y oaxaqueño, José Luis Pérez Cruz.
El Viernes de Samaritana, agrega el especialista, ha perdido su esencia para convertirse en un producto turístico más de la ciudad: “Ya no se bendice el agua, ya no se habla del pasaje bíblico, ya no se hace la representación teatral y, sobre todo, ya no se reflexiona sobre el sentido que tenía en un momento dado el servicio generoso, el convivir como comunidad”.
En entrevista, el periodista y fundador de la plataforma Santa Cultura habla sobre los orígenes del Viernes de Samaritana, una tradición católica que se celebra cada cuarto viernes de Cuaresma y en torno a la cual también se han creado historias o mitos.
En este año, y según el calendario católico, el Viernes de Samaritana será el próximo 28 de marzo. La celebración aún es muy esperada por las y los habitantes de la ciudad y de otros municipios donde se ha replicado la tradición, aunque también es una ocasión en la que las escuelas, oficinas gubernamentales y los negocios se suman.
En el caso de los templos católicos, aún se realiza en algunos. Aunque la representación en el de la Preciosa Sangre de Cristo, en la calle Macedonio Alcalá (Andador Turístico), es una de más más concurridas por visitantes nacionales y extranjeros que se encuentran en estos días en la ciudad.
Al menos hasta hace un año, bajo la organización del ayuntamiento capitalino y la arquidiócesis de Antequera Oaxaca, la representación del pasaje bíblico se ha compartido previo a la bendición y reparación de las aguas.

Sobre los orígenes, Pérez Cruz cuenta que la celebración del Viernes de Samaritana es una de las tantas formas de evangelización usadas hace siglos como parte de la conquista española. En ese viernes se recrea el pasaje bíblico sobre el encuentro de Jesús con la mujer de Samaria, a la que se conoce como la samaritana.
“Se la encuentra junto a un pozo y Jesús le pide agua, pero no el agua que satisfaga su sed sino el agua nueva de la espiritualidad, de vera vida de otra manera, de alejarse del pecado y de vivir una vida correcta según la iglesia católica”, explica sobre ese pasaje.
En tanto, la tradición de obsequiar aguas frescas en alusión a ese encuentro comienza con un mensaje del párroco al interior del templo o en el atrio, donde para eso se han dispuesto mesas con aguas frescas de sabores tradicionales o de temporada. Los puestos, explica, generalmente los colocaban las mujeres de la propia feligresía, vecinas o de alguna cofradía. Además de que se hacía una representación del pasaje bíblico y se bendecían las aguas para repartir.
Además de una tradición, Pérez Cruz subraya que actividades como estas han sido de unión y de convivencia. Sin embargo, esto se ha ido perdiendo con el paso de los años y de los cambios motivados por la turistificación (un proceso en el que un lugar se convierte en destino turístico o con vocación de atención a visitantes en detrimento de la población local).
Aunque también reconoce que antes de la turistificación, la tradición se extendió a las escuelas, oficinas y comercios locales.
Pero a estos cambios también se han sumado la desinformación o creación de mitos. Por ejemplo, el que se le nombre erróneamente como día de la Samaritana, pues no es una fecha en que se celebre a las samaritanas. Otro mito o error es que se atribuya su origen a Casilda Flores, una comerciante y luchadora social que, aunque propició la difusión y preservación de la tradición no la creó.