Una lona desgastada con la imagen del gobierno municipal y el nombre del sitio en grandes letras es parte del recibimiento del mercado Lula’a, construido en donde impera la zona comercial de la ciudad y estado: el Mercado de Abasto Margarita Maza de Juárez.
En las calles, el tráfico es pesado desde muy temprano y es constante a lo largo del día. El ruido de los motores, el ajetreo de las personas y el pitar de un policía vial para evitar las dobles filas son parte de un ambiente donde muchos también cuidan de sus pertenencias. O donde hace unos meses el municipio reubicó temporalmente a locatarios de la zona de pan y comedores (en remodelación).
Pero dentro del nuevo mercado construido con fondos federales lo que priva es la tranquilidad.
Aquí, todo ruido parece extinguirse. No hay, como en el 20 de Noviembre, los coros de trabajadoras que se pelean por los comensales ni el de la oferta de chapulines, tlayudas, pescado u otro alimento como en el Benito Juárez. Ni el “¿qué le damos, güerita? ¿Qué va a llevar, patrón?” habitual en los pasillos y rincones de la comúnmente conocida Central de Abasto.
Derecha: Los pasillos están vacíos, a la espera de clientes.
A un año de haber iniciado operaciones, la calma, las bajas o regulares ventas son lo que hay en el mercado Lula’a, espacio con 218 locales concesionados a igual número de personas luego de dos convocatorias.
El mercado, según un cartel de su pared, tuvo su primer aniversario el 11 de junio. Pero al interior lo que menos se observa es el ambiente de festejos. Acaso, pendones con papel picado y la figura del número 1 en colgada del techo.
De entre los más de 200 locales, la mañana de este lunes solamente se observaban entre 10 y 20 abiertos, en los que se ofrecen prendas artesanales, calzado deportivo, accesorios, aguas y galletas u otros productos.
Una de las vendedoras, quien prefirió omitir sus generales, contaba que las ventas eran regulares, pero no tantas. Y que la ausencia de sus compañeras y compañeros se relacionaba con los horarios de cada uno.
Pero por estas concesiones de las que el municipio otorgó en junio y diciembre de 2022, y por las que cobró 68 mil 797.3 pesos por cada una, las ventas parecen todavía muy bajas. Incluso, en uno de los locales se observa ya un requerimiento a la o el propietario porque en más de 90 días no ha tenido actividad. Y con esto la posibilidad de que pierda su concesión tras un proceso de revocamiento por parte de la Dirección del Mercado de Abasto, del que depende el Lula’a.
