Con la llegada de las celebraciones de Día de Muertos, el histórico Panteón San Miguel en la ciudad de Oaxaca se viste de tradición y solemnidad para recibir a miles de visitantes que acuden a rendir homenaje a sus seres queridos. Desde hace semanas, trabajadores del municipio, acompañados de familiares de los difuntos, han emprendido labores de limpieza y mantenimiento en las tumbas y áreas comunes, preparando el recinto para los días 1 y 2 de noviembre, cuando se espera un notable incremento en el flujo de personas.
El encargado del Panteón San Miguel, Dagoberto Hernández Cruz, informó que el personal ha intensificado las acciones de limpieza y restauración en el lugar. Sin embargo, señaló que aún son pocos los familiares que han acudido a limpiar las lápidas, aunque esta actividad suele intensificarse en el fin de semana previo a la festividad. A partir del 1 de noviembre, el panteón abrirá sus puertas al público desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche, brindando así un espacio digno, seguro y adecuado para que los visitantes puedan honrar la memoria de sus difuntos.
Un Recinto con historia, testigo de epidemias, conflictos y homenajes

Con casi dos siglos de historia, el Panteón San Miguel no solo es un espacio de descanso final para los oaxaqueños, sino un sitio de profundo arraigo cultural y espiritual.
El Panteón San Miguel fue fundado en 1829 en respuesta a la crisis de salud generada por una epidemia de viruela que azotó Oaxaca. Las leyes de inhumaciones, dictadas en ese momento, exigieron la creación de un cementerio formal, pues las iglesias ya no podían albergar a los fallecidos. Fue entonces cuando se designó el terreno entre Jalatlaco y las canteras municipales, donde se estableció lo que primero fue conocido como el Camposanto General.
En 1833, con la llegada de otra epidemia, esta vez de cólera, el cementerio se utilizó nuevamente para sepultar a las numerosas víctimas. Dos años después, en 1834, el lugar fue cercado con una barda provisional y se construyó una capilla rodeada de nichos. A pesar de los conflictos y revueltas políticas que impedían su construcción completa, el panteón comenzó a funcionar formalmente en 1844 tras un decreto que prohibía las inhumaciones en templos. Aunque el proyecto original, a cargo del profesor de dibujo Francisco Bonequi, contemplaba una monumental capilla que nunca fue concluida, el panteón se mantuvo como un espacio emblemático, con muros de 113 metros en cada lado, un frontispicio sencillo y galerías de nichos, que al día de hoy simbolizan la historia viva de Oaxaca.

A lo largo de los años, el Panteón San Miguel se ha convertido en el último refugio de destacados personajes de la historia de Oaxaca y México. Figuras como Félix Díaz Mori, hermano del general Porfirio Díaz; Susana Juárez, hija de Benito Juárez; y el célebre compositor del vals “Dios Nunca Muere”, Macedonio Alcalá, yacen en sus nichos. Otros nombres, como el del coronel José María Díaz Ordaz, el general Albino Zertuche, y médicos renombrados como Aurelio Valdivieso y Manuel Canseco Landeros, también forman parte de la memoria del recinto. Cada año, las familias se acercan a recordar su legado, en un acto de profunda(Recuadro) conexión con la historia de Oaxaca.