Noretindrona o la molécula que relanzó el feminismo
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Noretindrona o la molécula que relanzó el feminismo

Esta es la historia de la famosa ”píldora” que supuso una revolución social sin precedentes a mediados del siglo XX. ¿Hubiéramos asistido al movimiento de la liberación de la mujer sin la ayuda de esta molécula?


Noretindrona o la molécula que relanzó el feminismo | El Imparcial de Oaxaca

Si hay una molécula que haya provocado mayor revuelo social, esa es la noretindrona. Ha sido ensalzada y vilipendiada por ser la causante de la revolución sexual de los años 60, del movimiento de liberación de la mujer, del aumento del feminismo, del incremento del porcentaje de mujeres en el mundo del trabajo e, incluso, se la ha responsabilizado de romper la familia tradicional. Porque esa molécula es la que se encuentra detrás de toda discusión en la que se hable de planificación familiar y contracepción.

Los métodos anticonceptivos en la historia

A pesar de las discusiones que han levantado, los anticonceptivos han estado presentes en todas las civilizaciones. La marcha atrás o coitus interruptus ya aparece mencionada tanto en el libro del Génesis como en el Corán. Y en el Egipto de 1850 a.C., según menciona el papiro de Kahun, se empleaban pesarios vaginales confeccionados con estiércol de cocodrilo. Otro método más higiénico, mencionado en el papiro de Ebers, era el uso de tampones con plumón embebido en jugo de acacia fermentada.

En el siglo II en Roma un médico griego de nombre Soranos proponía el empleo de tampones vaginales de lana empapada en aceite, goma de cedro, miel, granada y pulpa de higo. Más adelante, en el siglo XVI, Gabriel Falopio proponía el empleo de una vaina de lino protectora del pene en lo que es la primera descripción conocida de un preservativo. Lo curioso es que no se la mencione como método anticonceptivo, sino como forma de prevenir las enfermedades venéreas.

Ya en el siglo XIX se utilizaron supositorios de manteca de cacao como método anticonceptivo y el principal médico rural del oeste de Massachusetts Charles Knowlton proponía aplicar sulfato de cinc en la vagina justo después del coito. Y a comienzos del siglo XX el médico alemán Richard Richter sugirió el uso del intestino del gusano de seda como dispositivo intrauterino: se trata del primer DIU. Evidentemente a las mujeres no les entusiasmó demasiado.

¿Hablas de contracepción? ¡A la cárcel!

Puede parecernos increíble que, en muchos países, durante las dos primeras décadas del siglo XX, dar información sobre métodos anticonceptivos era un crimen. En 1917 Margaret Sanger, fundadora de la organización International Planned Parenthood, fue encarcelada por recetar anticonceptivos a mujeres inmigrantes en una clínica de Brooklyn. Y hasta marzo de 1972 en Massachusetts fue ilegal enseñar, vender o prescribir anticonceptivos, e incluso proporcionar información sobre ellos.

La base química de la contracepción es proveer a la mujer de una fuente externa de progesterona, pues suprime la ovulación. Esta molécula, que es un valioso aliado en el tratamiento de los desórdenes menstruales y para prevenir abortos, era de fabricación laboriosa y, por tanto, cara. Para los investigadores trabajar con ella era algo complicadísimo pues la que ellos usaban, extraída de yeguas preñadas, tenía un precio de más de 1000 dólares el gramo. Y lo peor: que la mayor parte la compraban los criadores de caballos de carreras para impedir abortos espontáneos en su cabaña.

 

En busca de la ‘píldora’

Pero en los años 40 entró en juego un químico de la Universidad de Pensilvania llamado Russell Marker, experto en esteroides. Sabía que estos compuestos podían utilizarse para obtener progesterona en grandes cantidades, y también sabía que en el mundo vegetal había plantas que contenían esteroides, como cierto tipo de batata silvestre de México. Dispuesto a todo, renunció a su puesto en la facultad, alquiló una vivienda en el campo y se puso a recorrer en mula la jungla sur de México. Tras su expedición agrícola recogió diez toneladas de batatas y, trabajando en un laboratorio alquilado en la ciudad de México, aisló los esteroides mediante un proceso que recibe el nombre de degradación Marker. De regreso en EE UU sintetizó 2 kilos de progesterona que en el mercado valían unos 160 000 dólares.

Luego volvió a ciudad de México, cogió la guía telefónica y convenció a dos empresarios para crear una compañía, Sintex, destinada a sintetizar progesterona. Poco iba a durar aquella asociación. A los dos años Marker abandonó la compañía y regresó a EEUU. Mientras, sus asociados mexicanos contrataron a un químico cubano, George Rosenkranz, para que continuara el trabajo y sintetizara la hormona masculina, la  testosterona. La Sintex rompió el monopolio europeo de las hormonas y el precio cayó de 80 dólares a un dólar el gramo. En 1949 Sintex pidió al austríaco Carl Djerassi que produjese artificialmente otros tipos de hormonas. Usando la degradación Marker fue capaz de producir cortisona a un coste mucho más bajo utilizando diosgenina extraída de plantas como el ñame silvestre.

Su siguiente proyecto fue el de obtener un compuesto parecido a la progesterona pero que pudiera tomarse por vía oral. Hasta ese momento, las mujeres que querían impedir abortos espontáneos debían inyectarse grandes dosis de esta hormona. Mientras investigaba, su equipo fabricó una molécula muy parecida a la progesterona pero que tenía un carbono menos en su estructura. Rosenkranz, Djerassi y el mexicano Luis Ernesto Miramontes Cárdenas descubrieron que esta nueva sustancia era más potente que la hormona natural pero tenía el mismo inconveniente: sólo podía administrarse por inyección directa. Modificándola ligeramente mediante una técnica desarrollada 12 años antes, sintetizaron en 1951 la noretindrona (o 19-noretisterona), que podía tomarse por vía oral. Así, desde su comercialización en los años 60, la noretindrona es el principio activo presente en casi la mitad de todos los anticonceptivos orales.


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