La ciudad de Oaxaca
En el primer tema abordado, Manuel Toussaint nos habla del aspecto de la ciudad, de la vida en Oaxaca que se desliza apacible y grata desde la terraza de “Edén; del mercado y las indias -así las nombra, donde habla sobre los productos que se venden y recalca que para hablar de todos ellos se necesitaría otro libro, pero también habla de las indias de la siguiente manera:
El interés mayor del mercado lo presentan las indias vendedoras. Vienen desde pueblos remotos con uno o dos días de anticipación: Oaxaca es su Meca y su emporio: venden la mercancía que han traído de sus pueblos y compran lo que les falta. Si les queda dinero, permanecen el domingo en Oaxaca, invaden los bancos del jardín oyendo embelesadas la música, huyen frente a los automóviles, ponen dondequiera la simplicidad de sus rostros inocentes. En la tarde de domingo, o el lunes, se van, para esperar la lenta fuga de la semana y venir el próximo sábado” (p. 80)
Y termina el capítulo hablando de los peros del lugar haciendo la siguiente descripción en un día caluroso: “un hombre se acerca a una campana que cuelga en el centro del mercado y da tres campanadas. Es para llamar a la policía. Algún ladrón o una pendencia. La vida fermenta entre magia agria y amarga. Nuestros cerebros desfallecen ¡Aire, aire, aire!
La penúltima postal antes de la despedida habla del barrio de Xochimilco:
Dicen que cuando Cortés pobló la ciudad de Antequera, trajo cierto número de indios xochimilcas, los cuales hicieron sus habitaciones en uno de los extremos de la población, a lo largo del viejo acueducto que la surte del líquido elemento. Aún viven ahí y su barrio se llama Xochimilco. Me imagino que la obsesión del agua de sus patrios lares, los impulsó a buscarla donde la hubiese, aunque encañada.
El calor matinal nos obliga a refugiarnos cabe la pequeña sombra que se pega a los muros. Vamos a lo largo de Xochimilco de Oaxaca, viendo cómo las casas se acomodan entre los arcos, aprovechando el hueco. Me recuerdan las que en León España utilizan los cubos de las viejas y ruinosas murallas de la ciudad y la misma muralla como pared posterior.
La invariabilidad del acueducto hace monótono el barrio; torcemos a la derecha, llegamos cerca de un mercado y salimos a Santo Domingo, Santo Domingo nos vuelve a nuestra castiza Oaxaca, enemiga de exotismos” (107-108)
Nuestra segunda obra es Mañanas en México de D.H. Laurence. Esta serie de relatos, algunos dirán ensayos, consta de ocho capítulos de los cuales los primeros cuatro están dedicados a Oaxaca. El viaje de Laurence a Oaxaca será muy importante para su obra literaria, ya había iniciado la escritura de su novela “La serpiente emplumada” que será una de sus obras más citadas y al ir descubriendo Oaxaca se da cuenta que tendrá que reescribirla, en una carta enviada desde Oaxaca y citada por Mario Alejandro Henestrosa en su libro “David Herbert Laurence y México” de 1968, se puede leer: “tendré que reescribir. Chapala no posee realmente el espíritu de México; está demasiado domesticada, demasiado turística. Este lugar es más virginal”
Patricia Chiñas López