Los chicotes de ixtle sonaron fuerte, fueron latigazos que estremecieron el viento y se estrellaron contra el suelo de esta agencia municipal de Santa Cruz Xoxocotlán, este domingo fue el último día en que la iglesia católica da la venia de vivir la temporada de Diablos, los días que salen los disfrazados a ahuyentar la muerte y la tristeza.
Desde las ocho de la mañana el llamado fue en la casa del Valentín Castro, mejor conocido en esta época como el “Compa Vale”, quien ha dado abrigo a uno de los dos grupos de Diablos que deambulan en La Raya. Los trajes llegaron bien planchados y se colgaron donde se pudo, en un árbol, en una silla o en una ventana.
Los Diablos no sólo vibraron con el azote de su chicote, el destello emergió de los colores intensos de la fresca popelina que compone su traje, y se prolongó en las alas que se sacudieron en su caminar.

El descanso y almuerzo para el grupo de Diablos en esta última jornada tocó a la casa de doña Porfiria León, a quien cariñosamente reconocen como “Mamá Fega”, una legendaria cocinera de fiesta, quien con la fuerza que le han hecho vivir 84 años se despertó de madrugada para comandar a un grupo de mujeres a preparar los sabrosos higaditos.
Los disfrazados llegaron a casa de “Mamá Fega” por invitación de su nieto Jesús León, artista visual originario de La Raya, quien este año comulgó con su quehacer y su tradición para producir el documental “Temporada de Diablos”, que presentará en su comunidad tan pronto pase el recogimiento de la Cuaresma.
En las mesas, las cervezas corrieron como el agua que la lluvia salpicó el sábado y dejó encharcadas algunas calles. Los jóvenes Diablos miraron a los mayores brindar y hablar con orgullo de su tradición. Los niños pequeños se mostraron seducidos por los colores de los atuendos que los cubren, jugaron con su máscara, su gorro y en el asfalto empezaron a dialogar con el crujir de su chicote.

Centro: El destello emergió de los colores intensos de la fresca popelina que compone el traje de los Diablos.
Derecha: Los Diablos se perdían en las calles, el contingente aumentaba según pasan los minutos.
Afuera, en un puesto montado en la calle se vendieron por docena los cascarones de huevo adornados con diminutos cortes de papel crepé, traídos desde Zaachila, recuerdos artesanales que se usan para cortejar a quien hace palpitar recio el corazón, pero que seducen la mirada de grandes y chicos como suculentos dulces que daban ganas de devorarlos por montones.
El último día de Carnaval había comenzado, los Diablos se perdían en las calles, el contingente aumentaba según pasan los minutos. Al rayar las dos de la tarde la parada de descanso ahora fue en casa del Compa Vale, en el patio una mesa sostenía una olla con tepache y fruta picada, todos estaban invitados.
En este lugar los Diablos se despojaron de sus trajes y se formaron coloridos tendederos, se acomodaba lo desacomodado, se refrescaban la garganta con mezcal y la música sonaba con la Banda La brillante, que vistieron un traje blanco con lentejuelas, para no desentonar.
Este día fue de fiesta comunal, alejada del turismo que arrebata, todavía fue un desfogue de los mismos habitantes, como antes, como fue…. ¡Ojalá así sea por siempre!
Con información de José Luis Pérez Cruz / Santa Cultura