Jorél Jarquín Rojas, nace en Pochutla, Oaxaca, en la Costa chica, donde la tierra huele a café, ahí transcurre su infancia e inicia sus primeros estudios, sin embargo, al no existir otra institución donde seguir sus estudios acuerda con su familia trasladarse a esta capital oaxaqueña, padeciendo un cambio de clima y las calamidades del tiempo, ya que no es tan fácil dejar el terruño a temprana edad. Siempre existió en él la inquietud por el arte y eso fue más que suficiente para inscribirse de inmediato en la Facultad de Bellas Artes dependiente de la Universidad Autónoma Benito Juárez, de Oaxaca. En su tierra contemplaba el paisaje tropical, las grandes hectáreas de café, los platanares, el crecimiento de los palmares por eso siempre los recordaba como un paisaje peliculesco en su fiel memoria.
Desde muy pequeño ya dibujaba lo que veía, observaba los murales de las escuelas, accidentalmente conoció el grafiti a través de un compañero por las calles. Volviendo atrás, optó por estudiar la carrera profesional en artes plásticas, adquiriendo un conocimiento diferente a lo que él imaginaba, aprender a dibujar buscando el color. A partir de ese momento decide retroalimentar lo que pintaba, con la teoría y las nuevas técnicas adquiridas se adueñó de los bastidores pintando en distintas superficies que le atraían.
Desde hace cinco años se ha dedicado a pintar sobre papeles de algodón en técnica de acuarela, aunque principalmente siempre ha disfrutado pintar en las calles, con el fin de compartir a la comunidad sus propias ideas, sus sentires hacia esta sociedad que lo ha rodeado, ya que el contenido de su obra siempre es sobre una crítica social.
Creatividad
La obra de Jorél Jarquín no es una obra rutinaria sino una obra creativa con la estética necesaria a su visión e imaginación sobre un danzante de la pluma con los colores que él mismo cree conveniente llevar a un escenario donde el visionario puede aceptar que una de sus obras aún no es conocida, tal como sucede con las demás que en próximos días dará a conocer en alguna de las galerías de esta ciudad.
Crítica
No es fácil para mí describir esta brillante obra pictórica de un joven talentoso como Jorél Jarquín, quien se ha convertido no un Toledo, con su propio pulso ha comprendido que el arte en sí se crea con mesura visionaria respecto a todo lo contemplativo de nuestras propias raíces. Él ha entendido que somos raíz para descifrar nuestra mentalidad que nos dicta a través de la imaginación lo que debemos plasmar con amor, con el pensamiento fijo en el cuadro o el lienzo al cual le vamos dando la forma del contenido que deseamos expresar para un espectador quien seguramente se enamorará de la obra.
Este artista costeño desde la infancia ya se había trazado la meta de ser quien ahora es. El no necesita una cámara fotográfica para lograr la imagen sino son sus ojos los que ven más allá para captar la imagen, el paisaje que habla por sí mismo y que nos va llevando de la mano para decirnos lo que hay que entender del cuadro.
Hay otro aspecto importante que contemplar y es el color tan importante que le da vida al lienzo, a la acuarela y al mural de un acontecer único en su existir. Este es un artista valioso, único, que sabe expresar su imaginación tomando aconteceres arrabaleros o bien símbolos mexicanos necesarios para revivir un sentimiento patrio de nuestro país mexicano tan necesitado de algo nuevo como lo son estas obra, no repetitivas en lineamientos o tradiciones sino que salen del contexto que nos rodea. A Jorél Jarquín le falta cruzar fronteras y estoy segura de que lo logrará.
