En el vasto y rico léxico del español mexicano, existen palabras que nuestras abuelas y abuelos usaban con frecuencia, pero que hoy, lamentablemente, parecen haberse desvanecido del habla cotidiana, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Estos términos, cariñosamente llamados “abuelismos”, son una muestra del ingenio y la picardía del lenguaje popular que solía llenar de color y sabor nuestras conversaciones diarias. A continuación, recordemos algunos de estos entrañables “abuelismos” que nos acompañaron y que vale la pena rescatar.
Achichincle: Este término se refiere a un acompañante incondicional, generalmente un ayudante o adulador. Era común escuchar a los abuelos decir que alguien era su achichincle, destacando su lealtad y apoyo.
Achicopalarse: Sentirse temporalmente deprimido o afligido. Es un estado de ánimo pasajero de tristeza que, aunque común, solía describirse con esta pintoresca palabra.
Argüende: La palabra perfecta para describir la murmuración falsa, el chisme y la intriga. Los argüendes eran parte del día a día en muchas comunidades, una forma de entretenerse y, a veces, de resolver conflictos.
Borlote: Un escándalo o gritería, un desorden tumultuoso. Los borlotes eran típicos en fiestas y reuniones, donde la algarabía se convertía en protagonista.
Chicho: Se usaba para describir a alguien muy valiente, sabihondo o bravucón. Un chicho era aquel que destacaba en valentía o conocimiento, a veces de manera fanfarrona.
Chochear: Una palabra que describe el inicio de las conductas seniles, cuando una persona mayor comenzaba a mostrar signos de vejez.
Cotorrear: Tener una plática animada entre amigos. Cotorrear era sinónimo de pasar un buen rato charlando y riendo en compañía.
Chilpayate: Un término entrañable para referirse a un niño. Equivalente a chamaco o morrito, esta palabra evocaba cariño y ternura hacia los más pequeños.
Desconchinflada: Se usaba para describir un artefacto descompuesto que ya no funcionaba, ni siquiera dándole un golpe.
Desguanzada: Algo que ya dio lo que tenía que dar, agotado por completo.
El pipirín: Una forma de nombrar a la comida, especialmente cuando era la hora de llenar la muela.
Endilgar: Atribuirle algo desagradable a alguien. Una forma de pasarle a otro la responsabilidad de algo negativo.
En un de repente: Algo inesperado, una sorpresa total.
Enyerbado: Refería a la brujería con hierbas, utilizada para atrapar al novio, esposo o amante.
“Gonzalitos” de oficina: Empleados de gobierno responsables y humildes que asumían sus obligaciones con alegría. Era el abuelo del actual “Godínez”.
Gorrón: Un sinvergüenza que nunca paga sus cuentas o coopera para la causa.
Granjear: Hacer méritos para ganarse la voluntad de otros.
Guateque: Una fiesta donde se come, bebe y baila alegremente.
Hacer de tripas corazón: Un gran esfuerzo, aguantar y seguir de pie resistiendo las adversidades.
Itacate: Provisión de comida para el largo camino, parte de los alimentos de la fiesta, reunión o pachanga.
Mal paso: No resistir a la tentación de la “carne” prenupcialmente.
Me sabe la boca a centavo: Coraje o mal rato que deja una marca desagradable.
Mitote: Fiesta casera, proveniente del náhuatl mitotl, una danza practicada por los aztecas.
Muina: Una rabieta, enfado o enojo. Existió el verbo “amuinar”.
Ni fu ni fa: Indecisión plena, ambigüedad pura o falta de importancia.
Ni yendo a bailar a Chalma: Carencia de toda esperanza para remediar un mal, ya valió. Chalma es un pueblo del Estado de México, famoso por las peregrinaciones.
No sé por qué diantres: Frase para suavizar un enojo o maldición, usando el eufemismo diantres en lugar del diablo.
Quién quita y…: Posibilidad de que suceda algo, casi como un volado.
Patatús: Enfermedad emocional y psicosomática utilizada para el chantaje, asociada al mareo y desmayo por un acto aventurero ajeno.
Pelmas: Abreviatura de pelmazo, alguien lento, despreocupado y flojo.
Prángana: Persona sin dinero, sin oficio ni beneficio, un holgazán.
Sanseacabó: Expresión enfática para dar por terminado un asunto.
Santas Pascuas: Expresión mínima para poner fin a un problema sin pleitos.
Soponcio: Mareo típico de las abuelitas y mamás preocuponas.
Sulfurarse: Exaltarse, cuando la sangre sube a la cabeza.
Tate sosiego: Llamado a permanecer quieto.
Tilico: Alguien flacucho, casi esquelético.
Tirria: Mala voluntad hacia alguien, tirando al odio.
Traqueteo: Indica las marcas del tiempo y del camino recorrido.
Vaquetón: Término para señalar al “ni-ni” del siglo pasado.
Zangolotearse: Moverse de manera continua y violenta.
Quítame tu Piojero: Refiriéndose a una prenda olvidada.
En resumen, estos “abuelismos” son un reflejo de una época y una manera de hablar que, aunque puedan parecer anticuadas, aún resuenan con la riqueza de la cultura mexicana. Rescatarlos y usarlos en nuestras conversaciones diarias no solo enriquece nuestro vocabulario, sino que también honra la memoria de quienes nos los enseñaron.