Francisco Ruiz describe la forma del dibujo
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Arte y Cultura

Francisco Ruiz describe la forma del dibujo

Muestra con tenacidad ejercicios creativos realizados en su último y extendido periodo de trabajo


Foto: Jorge Luis Plata // Francisco Ruiz muestra su último y extendido periodo de trabajo, evidentemente influenciado por las prácticas y filosofía del yoga.
Foto: Jorge Luis Plata // Francisco Ruiz muestra su último y extendido periodo de trabajo, evidentemente influenciado por las prácticas y filosofía del yoga.

¿Qué hizo Francisco Ruiz desde diciembre de 2011 hasta este mismo momento en que presenta esta exposición individual? ¿Yoga, de la cual es instructor vinyasa krama…? ¿Pintar? ¿Conjeturar sobre el sonido del aplauso con una sola mano? Se puede pensar con certeza que los creadores de arte atraviesan en círculos concéntricos más de una vez en su vida la dantesca selva oscura. Se puede llamar “inapetencia creativa”. Cada caso es diferente. Cuando se vuelve a la luz tiene que ser diferente, lo creado y el creador.

Francisco Ruiz presenta “Quirográfico Ser” en Dimitrova Gallery, una muestra que reúne con tenacidad ejercicios creativos realizados en su último y extendido periodo de trabajo, evidentemente influenciado por las prácticas y filosofía del yoga, por subjetivo que parezca al espectador, además en un tiempo y espacio no percibido con claridad. El arte tiene que justificar los vacíos, de lo contrario se convierte en impostura y ocurrencia. Quizás no sea el caso aquí, lo cierto es que no hay verdadera pintura sin teoría. El observador tiene un hacha y una flor. Hace uso del mántrico “me gusta” o “no me gusta”.

Hay ciertos argumentos en la pintura de Ruiz en los que vale la pena detenerse bajo la idea de Kandisnky: “Quien no sea capaz de observar debe dejar en paz el arte teórico”. Primero, aunque no necesariamente en un orden jerárquico, sobresale el color, sus yuxtaposiciones y múltiples manejos, señal de alguien que en definitiva los conoce. La limpieza en la pintura siempre es elegancia, aunque se pinten monstruos.

El tratamiento del color aquí es obsesivo, como se planea un crimen perfecto. El primer plano del soporte, en este caso el papel de algodón, recibe las combinaciones cromáticas cual delicadas caricias que dejan entrever, de paso, la personalidad del autor. Hay tiempo vital contenido, reflexión de por medio, pulcritud, introversión, soledad, silencio, muchos silencios de los que siempre requiere toda obra libre de visceralidad. Por supuesto, también la pintura de acción (action painting) tiene alma y pudor. Y aunque no lo tuviera, la fuerza plástica magnifica gran parte de una obra echa con vehemencia. En ocasiones el color en la pintura de Ruiz se convierte en símbolos, por ejemplo, el del infinito, el Om, acaso, que no es aquí recurso paródico o simple emblema sino silente declaración filosófica; entre otros. ¿Referencias a los dioses hindúes Brahma, Vishnu y Shiva? Quizás. Después de todo ellos son, en ese orden, el Dios creador, el Dios sustentador y Dios destructor que han permeado en la mente del autor. La vigilia, el sueño y el sueño profundo, que representan todos los estados de conciencia, es probable que también estén incorporados sutilmente en esta serie de llamados “ideas gráficas” por el artista.

 

En ocasiones el color en la pintura de Ruiz se convierte en símbolos.

 

La segunda característica e implantada o rubricada sobre el color que yace en el papel y absolutamente notable en muchas piezas, es la línea. El pintor ruso citado decía que la línea geométrica es un ente invisible: “Es la trama que deja el punto al moverse y es por lo tanto su producto. Surge del movimiento al destruirse el reposo total del punto. Hemos dado un salto de lo estético a lo dinámico. La línea es la absoluta antítesis del elemento pictórico primario: el punto”. La línea, por consecuencia, dice, es un elemento derivado o secundario. A mi parecer, y rompiendo el tenor técnico, la última expresión (“elemento derivado”) es relativa en el caso de Francisco Ruiz, porque la línea es protagónica, si bien tiene, en efecto, origen de partida y final. En Quirográfico Ser pretender ser lenguaje, hermético, sí, o deducible al ámbito del oficio ¿segundo, primero? del pintor. Los vasos comunicantes de esta serie son un alud de simbologías propias del campo de acción y pensamiento de Ruiz, insistiendo en la geometría sagrada que él mismo plantea en una autodescripción.

Su trabajo igual se perfila hacia el conocido “expresionismo abstracto”, término, dicho sea de paso, que “no es completamente falso, aunque tampoco es completamente correcto” (Arte del Siglo XX/Taschen). El expresionismo significa, según el diccionario (RAE) “la expresión de las emociones frente a la plasmación de la realidad o de la impresión que esta provoca”. La abstracción “es una forma de expresión de sentimientos artísticos que prescinde de toda figuración y propone una nueva realidad distinta a la natural”.  Aunque no del todo necesario he descrito el significado de dichos conceptos con el propósito de plantear un entendimiento de la obra de Ruiz sobre todo cuando se es laico, en el contexto artístico de la palabra.

Los espectadores tienen siempre la última palabra, más allá de toda certeza o desatino. El arte de Francisco Ruiz nos hace pensar en el acto casi intuitivo de la belleza que suele ser ordenada, misteriosa, cerebral, singular de aquella especie que dice: “pienso, luego existo”. En todo caso la idea es gráfica, y punto.


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