Gabriel García Márquez: el origen de Macondo

No se necesita haber leído 100 años de soledad para saber de la existencia de Macondo, un pueblo colombiano que forma parte de la cultura universal y que se ha vuelto tan conocido, que ahora, el que sea “ficticio”, es algo que se debe cuestionar.

Lo cierto es que Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura, 1982) creó todo un mundo entorno a este pueblo, testigo de sus más célebres historias, por sus calles hizo transitar a José Arcadio Buendía, Úrsula Iguarán, al coronel Aureliano Buendía y a todos los personajes que se entretejen a lo largo de sus ficciones.

Crear el amplio árbol genealógico y los detallados aspectos de Macondo en su obra cúspide, no fue una tarea fácil, le implicaron al Gabo -como era popularmente conocido- más de 16 años de trabajo donde poco a poco fue escribiendo el emblemático escenario. Sin embargo, pasaron muchos años para que él se percatara que el verdadero antecedente de 100 años de Soledad es la Hojarasca su primera novela.

Con la intensión de “hacer un viaje a la semilla” para ofrecer al lector un panorama detallado y secuencial de cómo se fue formando este mítico universo, la editorial Planeta México a través de uno de sus sellos decidió publicar una antología titulada Camino a Macondo (Diana/2021) con sus ficciones de 1950-1966, la cual suma 541 páginas que son sin duda, la gran puerta para adentrarse al universo García Márquez.

Este nuevo libro, reúne obras que no han perdido vigencia, pero que sí se encontraban dispersas en el amplio catálogo del escritor colombiano, por lo que a veces el lector olvida a alguna y con ello detalles que le permitan comprender todo el entorno. Estas historias, ya sea en cuentos o novela, se desarrollan en Macondo, aunque a veces esto no parece ser muy claro, en algunas se asoma como un nombre en un cartel y en otras como un pueblo vago y polvoriento, pero en todas allí está.

El libro comienza con un prólogo de Alma Guillermoprieto, continúa con algunos relatos iniciales y con el célebre “Apuntes para una novela”, luego reproduce de manera integra los libros La hojarasca (1950), El coronel no tiene quien le escriba (1957) y Los funerales de la Mamá Grande (1962), concluyendo con La mala hora (1966). Por lo que este es un libro, cuya intensión más allá de la comercial, trasciende, al repercutir en el redescubrimiento y la suma de nuevos lectores, para el eterno hombre de las mariposas amarillas.

@Urieldejesus02