Estamos perdiendo el miedo a hablar: Paula Bonet
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Estamos perdiendo el miedo a hablar: Paula Bonet

La autora de Roedores, cuerpo de embarazada sin embrión señala que ha conseguido nombrar desde un lugar menos doloroso al entender que no habla de sí, sino de su género


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Paula Bonet siente que está formando parte de algo que es muy grande, de un movimiento en el que muchas mujeres y hombres están despertando en masa. “Estamos entendiendo cómo de urgente es luchar juntos para romper un sistema que no tiene en cuenta a más de la mitad de la población (mujeres)”, cuenta la autora de los libros La sed y Roedores, cuerpo de embarazada sin embrión.

La ilustradora, pintora y escritora española (1980) enfrenta el tabú del aborto en su último libro (Roedores), a partir de las pérdidas vividas en carne propia. También, desde la perspectiva de quien percibe un despertar de conciencia y la complejidad de un tema que ha sido eje de movimientos como Marea Verde.

“Debe de haber una educación sexual para que haya los menos embarazos no deseados posibles; pero en el caso de que existan, la mujer tiene que tener y tiene todo el derecho de decidir si quiere tener a ese niño o no. Un gobierno que le niega a esa mujer esa decisión, la está condenando a un peligro atroz”, explica la autora invitada de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, quien habla sobre este y otros temas.

¿Qué le ha implicado hablar de temas que como el aborto le han afectado personalmente, pero que se inscriben en las reflexiones sobre las mujeres, sus cuerpos y derechos?

A pesar de que aparentemente puedan implicar dolor, hago una lectura positiva y me atrevo a decir que es un sinónimo de liberación. Por fin, las mujeres estamos perdiendo el miedo a hablar, estamos perdiendo el miedo a nombrarnos como sujeto y estamos empezando a hacerlo sin una tradición ¿Cómo se nombra aquello que nunca se ha nombrado? Perdiendo el miedo y sabiendo que podemos equivocarnos, pero sobre todo poniendo la experiencia femenina sobre la mesa con el mismo valor con que se pone la experiencia masculina sobre la mesa porque tanto una como la otra forman parte de la condición humana.

¿Considera que persiste el tabú para hablar sobre aborto y sexualidad de las mujeres?

Sí. De hecho, mira cómo hemos empezado. Es un tema del que no se suele hablar. Creo que hay todavía muchísimos temas que afectan a nuestros cuerpos, a nuestra manera de habitar el mundo, a cómo estamos siendo silenciadas continuamente. El simple hecho de ser mujer, que todavía no hemos empezado a hablar.

Frente al dolor, del que ha dicho que se tiene que hablar o vivir, ¿piensa que desde una postura idealizada u optimista se ha optado por omitirlo?

No sé si optimista, pero sí lo considero necesario (hablarlo o vivirlo). Una sociedad que le da la espalda al dolor es una sociedad que no quiere ver, es una sociedad que no tiene información, que va a ser manipulada fácilmente. La persona tiene que enfrentarse a ese dolor para crecer.

Usted que ha trabajado la pintura, la ilustración y la escritura, ¿cómo se mira en un contexto el que quizá se dé mayor importancia a los autores frente a las autoras?

Quizás, no. Los autores están en un plano de mayor importancia. Son ellos los que han decidido cuál es el canon, son ellos los que han decidido que la experiencia femenina no forma parte del canon, son ellos los que han hablado de literatura de mujeres. Y no es literatura de mujeres. A mí me produce un miedo terrible y una carcajada leer (que se refieren) a literatura de mujeres. En ningún momento, en una librería, ponen (o la clasifican como) literatura de hombres. Si todavía estamos definiéndolo así es que hay un gran problema, es que estamos muy lejos de la igualdad.

 

¿Cómo ha permeado eso en su formación en las artes, cómo ha afectado o influido?

Yo publiqué en el 2015 un libro que se titula La sed, que habla justamente de ese despertar. En el momento en que una se da cuenta de que la igualdad de género en la que se la educó no es real, en el momento en que una publica un libro y se ve expuesta públicamente… En mi experiencia, en donde era la única mujer, he sido tratada de forma machista. Nunca se le ha comentado a un hombre sobre su aspecto físico. Vivimos en un contexto en el que en el caso de que seas mujer sobre lo primero de lo que se habla es de tu físico, de si eres alta, de si eres baja o vieja… siempre hay algo que decir sobre nuestros físicos.

¿Ha sido esto una especie de campo minado para que las mujeres se desarrollen en las artes?

Yo creo que nos hemos despertado en masa y entendido cómo es de necesario nombrarnos y cómo es de necesario no dejarnos llevar por la inercia, de cómo es necesario estar defendiendo todo el tiempo cada pasito que damos porque en un despiste se nos va a volver a quitar. Yo he conseguido nombrar desde un lugar menos doloroso cuando he entendido que no estoy hablando por mí, sino que estoy hablando por mi género y, sobre todo, por todas aquellas que vienen detrás. Cuando estamos denunciando las violaciones en las universidades o cualquier tipo de agresión de género y decimos: ‘a mí también me sucedió’, nos ponemos como sujeto de algo de lo que nos hemos avergonzado toda la vida porque entendemos que aquello no fue nuestra culpa, donde hemos estado protegiendo a un agresor, nos liberamos.

¿Qué es lo que leía y veía Paula Bonet y qué es lo que lee o ve, pensando en autores y autoras?

Veía en la pintura y en la literatura un sujeto que no me representaba y durante muchos años intentaba encajar en ese sujeto o intentaba excusarlo, intentaba crear una realidad paralela en la que yo, mintiéndome a mí misma, pensara que aquello era normal, cuando no es normal. No es normal que el léxico nombre en masculino. El léxico permea nuestro pensamiento y nuestro pensamiento es machista, y tenemos que trabajar mucho para despojarnos de esa manera de nombrarnos y de comunicarnos. En el momento en el que busco esa experiencia femenina, demasiado tarde, me doy cuenta de que el problema es más grave de lo que pensaba. En La sed rescato una serie de mujeres que pienso muy necesario reivindicar, como Clarice Lispector, Sylvia Plath… Cuando las estoy leyendo, me doy cuenta que son una parte minúscula del gran problema al que nos enfrentamos porque unas llevan a otras. Leer a Clarice me lleva a Rebecca Solnit, de Solnit paso a leer a Caitlin Moran… Llevo muchos años en los que no puedo dejar de leer mujeres porque por fin estoy viendo que también soy sujeto.

En su último libro, aborda el tema del aborto, del que observa que sigue como un tabú en la sociedad…

Una de las figuras importantes de La sed es Anne Sexton. Leí su poesía y sentí que se me clavaba mucho en las tripas, sentí muchísimo esa brusquedad, esa crudeza con que se narra, ese aparentemente poco respeto por sí misma, porque no es así, pero el contexto nos hace pensar que es así. Cuando nos habla de su locura, de la masturbación, de ella como amante de alguien o cuando nos habla del hecho de parir y rechazar a un hijo, yo pensaba si realmente se puede parir y rechazar a un hijo, pues el ser humano puede hacerlo, la mujer que lo ha parido lo puede rechazar. Yo le daba las gracias mientras leía el poema porque qué bien que esto puede suceder, que aunque yo no haya vivido la experiencia, tenga al menos la experiencia literaria porque si en algún momento soy madre y rechazo al hijo o hija que acabo de parir no me sentiré tan monstruo. Por eso hice Roedores, por la experiencia de Anne Sexton, la de Clarice Lispector o de todas estas mujeres y muchas más como Kate Bolick, con Solterona, que sólo con el título está poniendo en cuestionamiento el léxico.


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