El arte no es un club social: Óscar Camilo de las Flores
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Arte y Cultura

El arte no es un club social: Óscar Camilo de las Flores

En Bestia Humana, el artista reflexiona sobre la migración que se da por necesidad, pero también sobre la condición humana en un esquema del que es complicado salir


Óscar Camilo de las Flores se siente “más mexicano que otra cosa”, pero no lo es. Lo sabe y lo reconoce, como acepta el ser migrante y amar el país que habita desde hace 12 años, en un lugar de Oaxaca. Hablar de cariño parece ajeno cuando recuerda su natal Santa Ana, El Salvador, de donde él y sus padres huyeron a causa de la guerra civil que comenzó en 1980 y se extendió hasta 1992, y que les hizo radicar como refugiados en Guadalajara, Jalisco, luego en Toronto y Montreal (Canadá), hasta sus 30 años.

Es dibujante, grabador e impresor, aunque quizá más lo primero, y en eso le ubica la artista María Luisa Villa, quien le conoció como un joven de secundaria, en 1992, cuando se lo propusieron para una de las exposiciones que ella organizaba para el festival de las artes de la Celebración Cultural del Idioma Español.

Óscar Camilo es tajante al decir que de Oaxaca no piensa moverse nunca, aunque reitera la no pertenencia a un lugar o el enraizamiento a un sitio. En parte porque cuando llegó quiso iniciar proyecto se integrarse a una cultura, pero eso se ha complicado.

A sus 42 años, se ve a sí mismo como un ser marginal, lo que cree ha cultivado, pues le disgusta pretender lo que no es. “El arte no es un club social ni se trata de caer bien, se trata de hacer las cosas bien, y para eso hay que estar solo; un poco”, expresa quien —pese a su relativa soledad— contó a su llegada con el apoyo del artista Demián Flores, en 2006.

Hoy, a 12 años de vivir y desarrollar su arte en la entidad, Óscar Camilo se reafirma como migrante, como refugiado de guerra, como un individuo que ve el éxito en la libertad, pero que- aunque solo- no logra entenderse sin la colectividad, sin la “Bestia Humana” que en los últimos 15 años ha recreado a manera de dibujos y grabados en aguafuerte y litografía, y que desde el 4 de mayo expone en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca(IAGO, Macedonio Alcalá 507 Centro).

En esta muestra de 60 piezas, donde la figura humana y la saturación son las constantes, el fundador de Arte Colectivo la Trinchera reflexiona sobre la política, tema crucial en su vida, convivencia y manera de pensar, de su inquietud por comprender cómo funcionan el crimen, la injusticia y el mal gobierno. Pero también de cómo deshumaniza a las personas.

“A pesar que no es algo comercial, me ha urgido comprometerme con mi realidad y mostrarla, evidenciar cosas, ser irreverente me ha parecido importante”, señala quien de niño, al ver un mural de José Clemente Orozco, decidió que sería artista profesional. Aunque también le habría gustado ser escritor, solo que no maneja bien ni el inglés ni el español.

Por ello, ve en el dibujo la manera para crear una narrativa compleja y así expresar lo que siente, lo que le oprime, como los efectos de la política a través de la migración forzada. De esa necesidad de migrar aunque se cierren las fronteras o no haya a dónde ir.

Bestia Humana, explica su autor, es la amalgama de formas, de seres híbridos que denotan la injusticia, la crueldad y la maldad generadas en un esquema del que es complicado salir, y en el que imperan el materialismo, la competencia y la explotación.

En la exposición no todo es político o social. “A veces, es simplemente humano, a veces son mis miedos, mis tabús (…), son como cuentos que me trato de contar a mí mismo, el arte la hago para mí, para sentirla, para procesar, para entender cosas… cada imagen está repleta de simbolismos personales”.

En Bestia Humana, Óscar comparte su fascinación por la anatomía humana y la complejidad de esta, la peculiaridad de cada persona, de cada forma. Aborda la incomodidad del cuerpo, de la carne, de las masas, y el exceso de forma.

En sus piezas, no hay espacio vacío; la multitud lo abarca todo, más que en las escenas imaginadas o creadas en torno al infierno y el purgatorio de La Divina Comedia.

“A mí me encanta la saturación, la busco, me identifico mucho con ella. Soy muy solitario, pero me expongo mucho a la calle, me gusta estar entre el montón de gente, los mercados me fascinan porque somos realmente sociales. Para mí estar entre multitudes me hace sentir muy cómodo y como que estoy viviendo la vida de los demás”.

Ese cúmulo de cuerpos no es arbitrario, sino que representa el diálogo y la compactación a través de los cuales el autor comprende las relaciones, los maltratos y los beneficiosos de las personas. Además de aludir con ello a que cada persona es el resultado de la otredad, de sus ancestros, de lo que lee o escucha, incluso de su capacidad para mostrarse distinta en cada circunstancia.

En los dibujos y grabados de Bestia Humana, la gama de grises “canta, pero no grita”, como menciona María Luisa de Villa respecto a esa densidad de cuerpos que quizá muchos no soportan, pero que a Óscar le nutre y le hace sentir —como él dice— que está “navegando en la carnicería, en la fauna correcta”. Es, también, la oportunidad para conocer una obra no solo con calidad en el dibujo, sino con una fuerte carga intelectual, con trasfondo social, político o de otra índole, como refiere el curador Miguel Vives.

Bestia Humana se inaugura esta tarde, a las 19:00 horas, en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, y estará abierta al público durante dos meses.


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