Murmullo cósmico o cómo repensar lo oaxaqueño
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Arte y Cultura

Murmullo cósmico o cómo repensar lo oaxaqueño

La obra de Javier Santos, Smek, recurre a una obra de José Vasconcelos y al movimiento suprematista para ir contra los estereotipos


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¿Qué suele pensarse cuando se habla de lo oaxaqueño? Para algunos, guiados por los promocionales de las fiestas de Guelaguetza, puede ser una imagen folclorista, los bailes y trajes que se exhiben en los Lunes del Cerro, o quizá una pieza que —aunque vals— se considera “himno”: el Dios nunca muere. Las ruinas de Monte Albán, las artesanías, el mezcal u otras ideas vienen a la mente.

Pero esas representaciones, pensadas desde lo folclórico y colorido, es algo que el arte de Javier Santos, “Smek”, busca cuestionar a través de propuestas que se vivan como una situación, que estén en el presente.

“Nos sentimos orgullosos de lo que somos, de la cultura que tenemos”, señala el autor de Murmullo cósmico, escultura que desde este jueves y durante un mes se exhibe en la Biblioteca del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (Avenida Juárez 203, Centro). No obstante, considera que es riesgoso mantener esa idea, el “guiarse por imágenes que realmente son una distorsión, como las imágenes del gobierno del estado, en el caso de la Guelaguetza, (pues) todo mundo sabe que es una cosa distinta a las de origen”.

Para su obra, el egresado de Artes Plásticas y Visuales de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (La Esmeralda, Ciudad de México) recurre a dos obras del siglo pasado, a través de las cuales piensa la representación, tanto del arte como de las sociedad, de la humanidad: el Manifiesto suprematista y La raza cósmica.

Junto a estas obras, “Smek” propone al huaje, las cenizas y los circuitos eléctricos, y con ellos ofrece una mirada al arte, que con un cuadro blanco rodeado de las vainas recuerda a una obra del artista ruso Kazimir Malevich, creador del suprematismo.

“Quise ocupar un material (el huaje) que estuviera estrechamente relacionado con mi lugar de origen, Oaxaca. Y la planta es una que se adapta muy bien a la hostilidad y los climas”, señala el artista que acostumbra emplear materiales que denoten fragilidad, sean de fácil acceso y de vida corta.

Además porque el color, al estar seco, le recuerda un fragmento del libro La raza cósmica, aquel que “dice que las razas más puras espiritualmente están cercanas al sol, y eso implica que uno esté bien moreno. Entonces, el huaje, cuando se seca su color es muy similar a nuestra piel, como el bronce”.

Antes de Murmullo cósmico, Javier Santos hizo una escultura llamada El sueño del mutante, con barro de Ocotlán. En ella, la reflexión era de cómo en nuestra cultura es cada vez más notoria la influencia de la imagen, a causa de la migración y el uso de los medios.

“Ahorita veo que hay una tensión en cuanto a querer preservar una manera de ver y hacer las cosas, una tradición y una costumbre, y es algo imposible porque siempre está cambiando”, cuenta quien sigue la reflexión sobre ello, pero desde una escultura hecha con huajes, una vaina cuyo nombre y existencia dio origen al nombre de su ciudad natal: Oaxaca de Juárez.

Con Murmullo cósmico, que también retoma la idea del filósofo y político José Vasconcelos, Javier pretende alejar la idea de “lo oaxaqueño” de los estereotipos y con ello abrir la pregunta de cómo en la actualidad se podría representar a una cultura, en este caso la de su estado.

Es así como retoma dos ideas: El manifiesto suprematista, un tratado sobre la imagen, de cómo llevar al límite una representación, en este caso desde el arte, como el cuadro negro sobre fondo negro, hecho por Kazimir Malevich.

La otra idea es la que surge de su lectura de La raza cósmica, del oaxaqueño José Vasconcelos, y que se plantea al pensar “la idea utópica del crisol de la raza, de que en algún momento se van a mezclar todas y van a trascender en una sola raza, que es la raza cósmica”.

Emplear esos argumentos, desde el arte y la filosofía, son para Javier una exploración en un contexto donde prevalece la tradición en mucho ámbitos, uno de ellos la pintura, que considera se ha inclinado hacia lo comercial, pero que a la vez es confrontado por quienes tienen otras influencias y a través de ellas quieren ir contra la imagen oficial de lo que es la cultura o lo que las puede representar.

“Me gusta la idea de cómo entendemos la modernidad, porque sí, hay mucha gente que valora las ruinas, y eso es porque nos reconocemos en un pasado. Pero cuando las personas dicen que rescatando eso va a ser para tener un futuro mejor, ahí lo veo peligroso porque el rescatar, recuperar, reconocer, vienen siendo contraproducente, más bien destruyen, distorsionan, desaparecen, explotan… aprovechar algún momento para tener una imagen a costa de explotar el territorio, de despojar a la gente de las cosas que le pertenecen. Las ruinas se me hacen interesantes, pero se me hace más interesantes que estén perdidas, no tenemos por qué tratar de recupera eso”.

Querer conservar —añade— implica cosas más complejas donde puede entrar el capital para comprar.


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