México se encuentra en una encrucijada histórica. Lo que comenzó como un proceso de transformación política, con promesas de mayor justicia y equidad, se ha convertido en una amenaza latente a nuestra democracia. Las decisiones del actual gobierno, lejos de fortalecer las instituciones, las están debilitando sistemáticamente, allanando el camino hacia un régimen autoritario.
Una de las características más preocupantes del sexenio pasado y el actual ha sido la concentración progresiva del poder. El Ejecutivo ha buscado, mediante reformas legales y constitucionales, someter al Poder Judicial, neutralizar al Instituto Nacional Electoral (INE) y desmantelar organismos autónomos clave. Todo bajo el argumento de combatir la corrupción y “devolverle el poder al pueblo”, cuando en realidad se trata de centralizar decisiones en una sola figura: el Presidente.
Desde 2019, se han aprobado reducciones por casi 30 mil millones de pesos al presupuesto del INE. En 2025, el recorte alcanzó los 13 mil 476 millones de pesos, el más alto en la historia del instituto. Este ajuste pone en riesgo la organización de elecciones fundamentales, como la elección judicial de junio de 2025, que requiere recursos para instalar más de 170 mil casillas y garantizar la capacitación de miles de funcionarios electorales. Los consejeros del INE y de los órganos electorales van siendo poco a poco sustituidos por afines e incondicionales.
De los órganos anteriormente autónomos como el IFAI, la COFETEL, y otros; ya prácticamente no queda nada, poco a poco se han venido desmantelando.
A esto se suma el uso político de las Fuerzas Armadas. Nunca antes en tiempos recientes habíamos visto a los militares tan involucrados en tareas civiles: construcción de obras, administración de aduanas, seguridad pública y hasta funciones comerciales. Esta militarización plantea riesgos para los derechos humanos y el equilibrio entre los poderes del Estado consolidando un poder autoritario difícil de revertir.
Morena ha aprobado reformas constitucionales y secundarias en tiempo récord, a menudo sin el debido proceso de deliberación, muchas de ellas sin escuchar a la oposición y con errores que incluso han eliminado otras leyes. Esta práctica socava el principio de separación de poderes y el Estado de derecho. La recién Ley de Telecomunicaciones aprobada en comisiones por el Senado y echada para atrás momentáneamente por instrucciones presidenciales, confirma la intención de control y censura de los medios y la narrativa pública, característica propia de dictaduras y gobiernos tiránicos.
Morena, lejos de actuar como un partido democrático, opera como un brazo del Ejecutivo. Su mayoría en el Congreso y en los congresos locales ha servido para imponer, aprobando leyes al vapor, sin discusión, sin consenso, ni escucha real a la ciudadanía. La lógica de partido único, tan temida en otras épocas, regresa disfrazada de voluntad popular. Esta concentración del poder en manos de un solo partido limita la pluralidad política y la representación democrática. Además, la reciente aprobación de una reforma que permite la elección popular de jueces y magistrados ha sido criticada por expertos y expresidentes como Ernesto Zedillo, quienes advierten sobre el riesgo de politizar el Poder Judicial.
Zedillo, en un artículo publicado en Letras Libres, calificó la reforma como una amenaza al Estado de derecho y un intento de controlar al Poder Judicial. En respuesta, la presidenta Sheinbaum desestimó los comentarios, refiriéndose a Zedillo como un nuevo “vocero” de la oposición que carece de autoridad moral por su implicación en eventos como la matanza de Acteal y el rescate bancario del Fobaproa. Defendió la reforma judicial, argumentando que la elección popular de jueces fortalece la democracia, y criticó a medios como Letras Libres y Nexos por promover una narrativa de autoritarismo.
La democracia se desvanece lentamente, a través de reformas legales que parecen legítimas, pero que en conjunto destruyen los equilibrios. México está en ese punto de quiebre. La tiranía llega con urnas manipuladas, con discursos populistas y con mayorías ciegas.
Es momento de alzar la voz, de defender las instituciones, de exigir respeto a los contrapesos y de frenar el avance de un poder que amenaza con ser absoluto. La historia juzgará a quienes, teniendo la oportunidad de defender la democracia, eligieron el silencio o la comodidad del poder.
@aguilargvictorm