En una de las regiones más golpeadas por la violencia de género en Oaxaca, se dictó sentencia contra un hombre identificado como Rigoberto A.E., quien fue hallado culpable del delito de acoso sexual agravado en agravio de una adolescente de 17 años. La condena: dos años y dos días de prisión, además del pago de una multa y la reparación del daño en abstracto.
EL LAMENTABLE CASO
El caso ocurrió el 5 de julio de 2024, a plena luz del día, a bordo de un camión urbano. La joven víctima, cuya identidad se mantiene en reserva por razones legales, viajaba en transporte público cuando el agresor —sentado en el lado opuesto— comenzó a realizar conductas obscenas. Lo que de acuerdo con el Código Penal del Estado de Oaxaca configura el delito por el cual fue condenado.
La menor pidió ayuda al conductor de la unidad, quien no dudó en detener la marcha y solicitar apoyo a la policía municipal. El agresor fue detenido en flagrancia.
¿CASTIGO EJEMPLAR O JUSTICIA SIMBÓLICA?
A pesar de que el sistema de justicia actuó con rapidez y la sentencia fue emitida menos de un año después del delito, la pena impuesta —dos años de prisión— ha generado debate sobre si verdaderamente responde a la gravedad del hecho.
“¿Qué mensaje se envía cuando alguien puede acosar a una menor y solo recibe dos años de cárcel? ¿Dónde queda la reparación real del daño emocional que se causa?”, cuestiona Ana P., activista por los derechos de las mujeres en la Cuenca.
La Fiscalía General del Estado de Oaxaca (FGEO) señaló que este resultado es parte de una estrategia para combatir delitos contra mujeres, niñas, niños y adolescentes. Además, destacó que el caso fue investigado con perspectiva de género.
Sin embargo, para muchas organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos, el castigo no refleja la dimensión del delito. El acoso sexual, particularmente cuando se trata de víctimas menores de edad, tiene secuelas psicológicas profundas y representa una forma de violencia estructural que sigue normalizándose en espacios públicos.
UNA DEUDA CON LAS VÍCTIMAS
En México, los delitos de acoso y hostigamiento sexual siguen siendo subregistrador y minimizados, tanto por las instituciones como por la sociedad. Y aunque casos como este logren una sentencia, la sanción a menudo se queda corta frente al daño.
Además, es común que estos delitos no se denuncien por miedo, vergüenza o desconfianza en las autoridades. En este caso, la respuesta del conductor del camión fue clave para evitar la impunidad, pero ¿cuántos más no corren con la misma suerte?
“La justicia no solo se mide en años de cárcel, sino en si logra prevenir que esto se repita. Dos años no intimidan a un agresor, ni garantizan que las niñas viajen seguras”, opinó un abogado penalista consultado.
¿Y SI FUERA TU HIJA?
Este hecho debe invitar a reflexionar no solo sobre la necesidad de castigar, sino también sobre la urgencia de transformar la cultura de la impunidad y la normalización de la violencia contra mujeres y niñas.
Finalmente, el agresor cumple una pena mínima. Sin embargo, la adolescente deberá lidiar con el trauma de haber sido agredida en un espacio público, a plena vista de todos. Y eso, difícilmente se repara con una condena simbólica.