¿Qué le damos? ¿Qué va a llevar, amiga?”
De vuelta a su lugar, los comerciantes ofrecían desde temprana hora diversas opciones: tasajo, chorizo, tripas y cecina que se exhibía crudos en la plancha de su local, pero que pronto estarían cocidas con el carbón de los anafres.
¿Qué le damos? ¡Aquí tenemos lugar!”
Entrar desde la calle Miguel Cabrera o por uno de los accesos al interior del mercado 20 de Noviembre aseguraba el pronto abordaje de empleados que con carta en mano o detrás del local se disputan a los posibles clientes.
¿Para comer acá mi jefe? Yo les doy la mesa, ¿cuántos son?” El ofrecimiento no había logrado atrapar a los visitantes que se sorprendían con los diferentes cortes expuestos en el pasillo. Pero el rechazo no limitaba los intentos por hacerse de la clientela entre el humo que salía de los anafres y llegaba al alto techo recién rehabilitado.
Después de casi dos meses y medio, los puestos habían regresado a su lugar en el interior de este emblemático mercado de la ciudad de Oaxaca. Afuera, el tráfico era lento porque la calle Miguel Cabrera, que ocuparon desde mediados de enero y hasta este lunes seguía cerrada al paso vehicular.
Empleados municipales se apresuraban a pintar las guarniciones en la vialidad mientras la gente pasaba junto a ellos para llegar al cruce con Aldama o con Mina. Aunque los puestos se habían retirado de la calle, aún quedaban rastros de la ocupación temporal en Miguel Cabrera.
Al interior, todo relucía luego del mantenimiento que costó más de un millón 800 mil pesos y que se esperaba tener listo desde el sábado.
Este miércoles, en su segundo día de regreso al pasillo, los comerciantes buscaban ganarse a los turistas que por las vacaciones de Semana Santa han arribado a la capital.
El olor a carne, la música, el murmullo y la multitud se mezclaban en el pasillo de humo hasta conectar con los comedores del mercado, también atiborrados de visitantes.