Entre los glóbulos blancos existen variantes en componentes y funciones. Unos (linfocitos y monocitos) están encargados de formar sustancias de defensa (anticuerpos) de corto y largo plazo, ante la presentación de fracciones especiales de microbios; además de eliminar células extrañas; y otros, por su composición -gránulos- interna de guardar sustancias específicas que participan ante partículas ajenas o microbios, además de varias formas de núcleos, se les llama granulocitos o polimorfonucleares. De ellos de acuerdo con sus componentes internos, manifiestan respuestas variadas a pigmentos celulares, recibiendo el nombre de neutrófilos (sin predominio de tinción), basófilos (por afinidad a mayor tinción de núcleos -hematoxilina-) y eosinófilos (por mayor afinidad a tinción plasmática -eosina-).
Los neutrófilos juegan un papel vital en nuestras defensas inmunes al matar, ingerir y digerir los microorganismos invasores. La condición de encontrarse en un valor de concentración disminuido predispone a un incumplimiento de esta función, dando como resultado deficiencia inmune que se manifiesta en forma de infecciones recurrentes.
Se considera la condición de neutropenia, cuando el valor absoluto de los neutrófilos en muestra de sangre es menor de 1500/microlitro (mm3). El rango normal para la cantidad total de neutrófilos varía con relación a la edad, considerando así el límite inferior como normal de 5000/mm3 durante la primera semana de vida, que luego cae a 1000/mm3 entre las dos semanas y el primer año, De acuerdo con la cantidad disminuida, se puede clasificar en tres grados especiales, para establecer su función afectada. Se considera leve cuando el rango de deficiencia está entre 1000 a 1500 neutrófilos/mm3, moderada entre 500 a 1000 neutrófilos/mm3 y severa menor de 500 neutrófilos/mm3 estableciendo que el riesgo de infecciones recurrentes es a partir de la neutropenia moderada.
Todo niño o adolescente que padezca de neutropenia considera siempre dos cuestiones específicas. Con la primera, tiene una predisposición mayor a las infecciones y; con la segunda, requiere definir si la neutropenia es consecuencia de alguna alteración previa.
La predisposición a las infecciones deberá de considerarse de acuerdo con la capacidad de respuesta de la reserva de neutrófilos en la médula ósea, ya que el valor reportado en el estudio solo muestra una cantidad específica, pero no establece la capacidad en respuesta de la médula a incrementar la migración (y cantidad de neutrófilos) ante el estímulo especial que representa el ingreso de un microorganismo. Esta respuesta está condicionada también, por la causa primaria de la neutropenia. Puede ser de tres tipos: adquirida, cíclica (recurrente) y la forma congénita.
Las formas adquiridas pueden ser secundarias a procesos infecciosos, empleo de medicamentos, deficiencia nutricional y trastornos de tipo inmunitario, debiendo considerar siempre en todos ellos, la capacidad real de respuesta de la médula para establecer el riesgo de desarrollo de infecciones recurrentes.
En la mayoría de los casos, particularmente con infecciones virales, la neutropenia es de corta duración y rara vez resulta en una sobreinfección bacteriana. Se incluyen mecanismos de redistribución, secuestro, agregación, y destrucción por anticuerpos circulantes contra neutrófilos, que en forma secundaria disminuyen en su concentración en periodos cortos posteriores a la infección.
La neutropenia por empleo de medicamentos, generalmente se desarrolla a partir de la cuarta semana del empleo de ellos. Entre los más frecuentes se describen medicamentos antitiroideos, para colitis ulcerosa (sulfalazina) y para esquizofrenia (clozapina); y de manera más significativa, algunos medicamentos que se emplean en el tratamiento de cáncer -para controlar la anormalidad productora en la médula ósea-, en donde la reserva de la médula queda suprimida y justifica empleo de antibiótico preventivos.
De los alimentos, la carencia de vitamina B12, folatos y de cobre, pueden asociar deficiencia en la cantidad de neutrófilos circulantes, a partir de enfermedades que afectan la absorción intestinal como intestino corto y algunas parasitosis.
Los trastornos inmunitarios afectan la vitalidad de los neutrófilos por anticuerpos específicos y/o la inflamación de los vasos sanguíneos, llegando a detectar disminución celular asociada con la actividad de la enfermedad autoinmune. En otras ocasiones participa la destrucción celular por el bazo aumentado de tamaño y estimulado en su función destructiva celular. En algunos bebés, se puede presentar la neutropenia en las primeras dos semanas de vida por anticuerpos de la madre que actúan sobre las células que tiene información procedente del padre, con duración aproximada de siete semanas. En ocasiones, la neutropenia que se presenta en los primeros tres años a menudo presagia el desarrollo de un trastorno inmunológico subyacente posterior.
Las manifestaciones de estas alteraciones adquiridas suelen condicionar importante alteración al estado general, sin datos muy evidentes del proceso infeccioso ante la deficiencia asociada de respuesta inflamatoria. Los signos clásicos de infección pueden ser menos evidentes en pacientes con neutropenia. Un cuadro de neumonía podrá tener imagen sin evidencia radiológica inflamatoria; y las lesiones viscerales, pueden complicarse ante el malestar disminuido en su respuesta inflamatoria. Los sitios comunes de infección incluyen la cavidad oral y las membranas mucosas con aftas e inflamación de encías, perianal, la piel y, con neutropenia severa y persistente, pueden ocurrir infecciones sistémicas de los pulmones y el torrente sanguíneo
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