Evitar abusos
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Opinión

Editorial

Evitar abusos

 


Cada período vacacional es la misma historia: taxistas abusivos, restaurantes que cobran platillos fuera de la realidad presupuestal de cualquier bolsillo, hoteles y agencias de viajes que no cumplen lo ofrecido, etc. Hay en el Valle de Oaxaca, comederos y restaurantes, con platillos que bien pueden ser más baratos en restaurantes de Polanco, Santa Fe u otros, en la Ciudad de México. Uno llama la atención en la Villa de Zaachila, con un pésimo servicio, cobros indebidos, platillos con un precio fuera de control. Hay otro más en Teotitlán del Valle, en el cual con el ardid de que tienen cocina prehispánica, esquilman al visitante de manera burda.

En el Valle de Tlacolula hay otros más, con precios fuera de la realidad usual en nuestra gastronomía. La modernidad ha traído consigo también la irrupción de una cocina que nada tiene que ver con la tradicional oaxaqueña. Ahí a la “yerba santa” se le dice “hoja santa”. Pese a que se incorporan elementos de nuestro arte culinario, nada tienen que ver con la gastronomía tradicional y ancestral, que nos legaron nuestros padres y abuelos. En muchos sentidos pues, representan una mala copia y hasta un fraude. He ahí el por qué muchos visitantes optan por los mercados, aunque también los abusos están a la orden del día.

Hemos mencionado aquí que ni las cámaras ni organismos de prestadores de servicios turísticos, menos la dependencia correspondiente del gobierno estatal, hace una labor de concientización ante sus agremiados para evitar sangrar al turismo más allá de lo racional. Todos los establecimientos de atención al turismo hacen lo que les viene en gana a sus propietarios. A veces se anuncian platillos o bebidas que a la hora de pasar la prueba resulta un fiasco. Hay pues una tendencia insana y perversa de sacarle al turista en el mes de julio, lo que representaría todo el año. Con el argumento de que nuestra industria está devastada por la protesta social, se pretenden resarcir de un solo golpe.

Lo malo es que el turista del país o el extranjero que nos visita no tiene a dónde recurrir en casos de abuso y la certeza de que quien lo hizo reciba una sanción. Insistimos pues: muchos prestadores de servicios turísticos persisten en su empeño de matar a la gallina de los huevos de oro. La designación de algunos inspectores de la Secretaría de Turismo, si acaso existe disposición para frenar abusos, podría ser un buen aliciente para acabar con esas prácticas nocivas y perniciosas.

Un pésimo espectáculo

El comité de recepción al turismo que viene a las fiestas de julio, ya lo tenemos en el zócalo de la capital. Algunos rezagados de los llamados desplazados del Frente Popular “14 de junio”, que habitaron la Colonia Vicente Guerrero y los infalibles indígenas triquis, que ya instalaron su vendimia en los pasillos del palacio de gobierno, a la espera de que sus dirigentes reciban el soborno correspondiente para que cambien de lugar.

Es la misma historia de cada período vacacional. Es el mismo trueque inmundo de quienes se han erigido en los salvadores de esta etnia violenta y chantajista. Todo se remite a un factor: el dinero. Hay un grupo de triquis que se dicen desplazados de la zona de San Juan Copala, que desde 2010 traen dicha historia. Les dan dinero para que retornen a sus comunidades; les han adquirido terrenos para que vivan ahí, pero lejos de ello, piden cada vez más y más. De los llamados desplazados que maneja Reina Martínez, en comunidades de los valles centrales, nadie los quiere cerca. Por ello se han negado a vender los terrenos en donde al anterior administración pretendía construirles sus viviendas. Los conocen como conflictivos y violentos. Saben que siempre tienen la mano extendida para recibir dádivas que les procuran sus manejadores. Ya los habituaron a no trabajar, sino pervivir de la limosna oficial.

Para los oaxaqueños que vienen al terruño en esta temporada vacacional, el espectáculo es deprimente. Para el turista que desea conocer La Catedral Metropolitana, los mercados, el zócalo o el Centro Histórico, el olor a orines y heces fecales, simplemente los ahuyenta. ¿Y saben por qué? Porque no existe una práctica de buen gobierno que aplique la ley e imponga por encima del interés de grupos u organizaciones, el supremo interés de toda una sociedad.

Las contemplaciones -está demostrado- no han sido el mejor aliciente para este tipo de situaciones, pues al contrario, las han exacerbado. Desde hace al menos una década, esta situación se hizo costumbre y también negocio. El gobierno cayó en el juego de dirigentes sin escrúpulos. Lo mismo que ocurre en el mes de julio, lo es también en septiembre, cuando hay que pagarle a los grupos que se han posesionado del zócalo para que permitan la celebración de “El Grito”. El escenario se repite en la fiesta de Los Muertos, a principios de noviembre y, como reloj de precisión, los mismos se vuelven a instalar en diciembre, para que el desalojo por la Noche de Rábanos, les deje buenas rentas y hasta un generoso aguinaldo.