No a la impunidad
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Opinión

Editorial

No a la impunidad

 


El pasado 30 de septiembre, un grupo de enardecidos vecinos de La Boquilla-Santa María Chicometepec, Huazolotitlán, en la costa oaxaqueña, detuvieron a un sujeto, acusado presuntamente de violar a una mujer. Emulando a los malos ejemplos de linchamientos que se dieron en esos días, particularmente en Acatlán de Osorio, Puebla, dichas personas sacaron de la cárcel de la comunidad al supuesto violador, la llevaron a la plaza pública, en donde lo amarraron a un poste y golpearon a placer, hasta que el sujeto falleció. Se trata de un asesinato con todas las agravantes de la ley: premeditación, alevosía y ventaja. Ante la demanda ciudadana de que cuestiones como ésta ya no ocurran, la Fiscalía General del Estado liberó órdenes de aprehensión en contra de los presuntos autores materiales, debidamente identificados, los cuales fueron detenidos el jueves 25 de octubre, una vez que el Juez de Control dispuso tal acción. Pero con esa escuela de impunidad que se ha hecho una institución en Oaxaca, familiares y vecinos de los detenidos de inmediato montaron un bloqueo carretero en la vía 200, Pinotepa-Salina Cruz. Se trata, evidentemente, de presuntos criminales que debieron ser, de encontrar elementos el Juez, vinculados a proceso.

En las leyes mexicanas no se estipula la justicia por mano propia ni, mucho menos, el homicidio multitudinario, por los motivos que sean. Se trata de un asesinato perpetrado en grupo, del que hay testigos y muchos. Sin embargo, en Oaxaca hay un pésimo precedente respecto a la presión social para torcer la justicia y pervertir la ley. Cualquier persona que es detenida por determinado delito, de inmediato empieza el chantaje. El mejor ejemplo lo tuvimos hace poco más de un mes, cuando la Fiscalía presentó ante el juzgado competente ante quien se perfilaba como el autor material del asesinato de la foto-periodista, María del Sol Cruz Jarquín, perpetrado en Juchitán de Zaragoza, el 2 de junio de este año. Desde el momento que se ejecutó la orden de aprehensión, familiares y cristianos, originarios de La Ventosa cerraron la carretera. Exigían la liberación del detenido cuando las instancias de justicia ni siquiera habían deliberado respecto a su culpabilidad o no. De ese tamaño es la impunidad en nuestra entidad. Hasta los delitos como homicidio y otros se quieren solapar con los aberrantes bloqueos carreteros.

Día de Muertos

Si existe una fecha que permea como ninguna en la conciencia colectiva de los oaxaqueños es, sin duda alguna, el Día de Muertos. Es una tradición que está presente aún en las comunidades más recónditas y pobres de nuestra geografía estatal. Paisanos que viven en el norte del país o en los Estados Unidos arriban para poner su ofrenda, su altar y disfrutar de la gastronomía de la fecha, única en su género en el país. La abundancia y la disponibilidad de compartir son asimismo los símbolos de la celebración. Para mala fortuna de los citadinos el Panteón General de San Miguel, el histórico, en donde reposan en urnas de paredes enormes, miles de difuntos fallecidos en epidemias, está prácticamente inhabilitado luego de los sismos de septiembre de 2017. De estar habilitado, seríamos testigos de eventos como el concurso de tapetes, del acompañamiento de bandas de música, tríos y otros espectáculos artísticos que hacen de propios y extraños una de las celebraciones únicas del año. En el zócalo, la Alameda de León o el Andador Macedonio Alcalá, se podrá disfrutar de los altares de muertos que se disponen para darle mayor realce a la esta celebración tan arraigada en las costumbres oaxaqueñas.

Pero no sólo la capital es el único sitio en donde se viven estas fechas. A unos cuantos kilómetros está Santa Cruz Xoxocotlán, en cuya tradición está la vela de los muertos. La gente pasa prácticamente la noche en el panteón, acompañando a sus difuntos. En las comunidades de la Villa de Etla, como Soledad, Guadalupe, San Sebastián o San Agustín, se acostumbra la llamada “Muerteada”, que no es más que un paseo de personas ataviadas con máscaras de fantasmas o muertos, que bailan el compás de la banda de música y al calor del mezcal o la cerveza. Cabeceras de distrito como Ocotlán de Morelos, Zimatlán de Álvarez, Ejutla de Crespo, Tlacolula de Matamoros o Miahuatlán de Porfirio Díaz, entre otras, celebran también la fecha con singularidad, con similitudes, pero con originalidad. Las autoridades tanto estatales como municipales participan activamente de dicha festividad. En la capital del estado es un atractivo más para el turismo del país o el extranjero que busca conocer esta parte de nuestra cultura ancestral que es, justamente, hacer de los muertos una vivencia anual. Los oaxaqueños pues, nos preparamos para esta celebración, al sabor de los tamales, el mole y el chocolate.