Santa Rosa de Lima, borda la esperanza
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Santa Rosa de Lima, borda la esperanza

El poblado que ha sido famoso por sus majestuosos bordados hoy busca una manera de sobrevivir


Santa Rosa de Lima, borda la esperanza | El Imparcial de Oaxaca

La geografía les ha dado la naturaleza que inspira sus creaciones. La naturaleza los ha colocado en un lugar donde es complicado venderlas. Santa Rosa de Lima es el pueblo de las bordadoras de flores, de las manos de mujeres y hombres que atraviesan hilos por terciopelos que se convertirán en codiciadas prendas, de 3 mil, 4 mil, 16 mil pesos o más. Santa Rosa prefiere no pensar en un quizá, quizá porque si estuvieran en otro lugar del mundo sus vestidos se venderían más que el pan y no solo una vez cada tres, cuatro, cinco u ocho meses.

El sismo, los sismos, alcanzaron también esta agencia de San Blas Atempa a la que se puede llegar por un camino recto que exhibe los lujos de esta comunidad, tierras donde se puede sembrar ajonjolí, sorgo, tomate y chile. Un clima más caluroso que ha dado a los hombres el tono de piel moreno de las costas. Un lugar donde las mujeres tejen estas prendas que son el ícono, la historia y el orgullo de la comunidad istmeña.

Mayra Vásquez es una de las bordadoras de esta comunidad. Se mantiene ocupada junto a su hija, Jhosva, quien desde los 12 años –ahora tiene 14- sabe cómo colorear las flores con hilo. Ella aprendió a los 8, aprendió de su padre, don Abel, con más de 30 años de experiencia. A la espalda de su trabajo se encuentra un hueco que permite ver el espacio que ocupaba su casa.

Junto a su vivienda está el mercado de la comunidad, que es a la vez la agencia municipal, otro edificio que resultó afectado y podría colapsar.

El encargo en el que trabajan, por el que recibirán dos mil 500 pesos, lo recuperaron después del sismo del 7 de septiembre y debían entregarlo hoy.

“Mañana o pasado mañana esperamos que todavía tengamos vida, porque aún está temblando”, expresa.

Un buen precio relativo

16 mil o 17 mil pesos cuesta el traje que están bordando Wilma y su hermana. Un excelente precio para un producto si se vende todos los días o incluso una vez al mes, “pero pues no tan fácil se vende, de 15 trajes se vende uno, a veces tarda hasta ocho meses”.

Las artesanías deben complementarse con otros trabajos. Para las mujeres la venta de totopos, para los hombres el campo o migrar, no a Estados Unidos, sino a Puerto Escondido, Huatulco o Salina Cruz, “afuera, porque aquí no hay”.

El padre de Wilma siembra ajonjolí, una planta que se da una vez al año y que es rentable con una tonelada por hectárea. Si la producción es menor, mejor ni gastar porque el dinero no se recuperará.

Una nueva fuente de ingreso

El sismo trajo otra fuente de empleo que doña Odilia no pudo aprovechar. El gobierno federal le ofreció pagar un jornal de 75 pesos si conseguía retirar el muro de la casa de su madre. 75 pesos para terminar de destruir su casa, para terminar la obra del sismo. Declinó la oferta porque el trabajo le era imposible y debió llegar una máquina para limpiar el espacio de tierra.

 


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