La casa lobo, el horror hecho animación
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La casa lobo, el horror hecho animación

La película recrea las vejaciones a menores, en una colonia fundada en 1961 en del sur de Chile y liderada por un exmilitar nazi


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Por más de tres décadas, desde 1961 y hasta 1990, los abusos y torturas a menores eran la constante en la colonia Dignidad. Formada por 200 alemanes, se ubicada a unos 350 kilómetros al sur de Santiago de Chile y era liderada por Paul Schäfer, un pedófilo y exmilitar nazi de la Segunda Guerra Mundial. Este centro, operaba como un sitio donde se secuestró a niños chilenos, algunos de los cuales pasaron entre 30 y casi 40 años.

A los menores se les decía que por ser chilenos eran “cerditos” y que deberían ser transformados en alemanes. Tenían que olvidar el español y, en cambio, aprender el alemán, considerado por la secta como el “idioma puro”. Mientras eso pasaba, Schäfer abusaba de casi todos los niños y jóvenes. Estas experiencias, que se inscribieron también en el periodo de la dictadura de Augusto Pinochet (entre 1973 y 1990), sirvieron de inspiración para Joaquín Cociña y Cristóbal León, directores de La casa lobo.

Como una pesadilla salpicada de cuentos populares infantiles, el largometraje recrea el horror vivido por los infantes en aquella colonia. De la mano de María, una niña que escapa de una secta religiosa de alemanes, la cinta muestra cómo aquella construcción del sur de Chile reacciona a los sentimientos de la menor.

En la pesadilla, le acompañan dos “cerditos” que, poco a poco, cobran formas humanas, y a los que María llama Pedro y Ana. Por momentos, hay guiños a cuentos como la de Blanca Nieves, Caperucita roja, La bella durmiente, Hansel y Gretel o Los tres cerditos.

“Hay muchas referencias a cuentos clásicos que tienen una mezcla de inocencia y magia, pero de profundo terror”, explica la guionista Alejandra Moffat respecto a estos “cuentos terribles” que también dejan esas marcas de inocencia o magia en el largometraje.

En casi 80 minutos, este sueño o pesadilla muestra una historia ficticia, pero cargada de la atmósfera “pesadillezca” de lo vivido hace más de cinco décadas, relata Moffat, responsable del guion junto a Cociña y León.

Desde su estreno, La casa lobo ha sido reconocida con el premio Caligari, del Festival Internacional de Cine de Berlín, además de presentarse en varios países como México.

La filmación duró cinco años, de 2013 a 2018, e implicó la creación de los personajes y espacios en tamaños similares a los de la realidad. Se trató de un trabajo hecho en cinco países (entre ellos, Argentina, Chile, México y Hamburgo), así como 15 locaciones distintas en museos y casas.

La animación en stop motion fue el recurso empleado por el equipo que trató de generar una historia a manera de plano secuencia. Asimismo, cuenta el proceso de la misma animación y el rechazo al perfeccionamiento. “Generalmente, en una animación lo que se busca es borrar los rastros de la técnica”, narra Moffat. Sin embargo, “en La casa lobo hay dos cosas, mientras se está contando la historia de María, también se está contando la historia de la transformación de los materiales que hacen posible que eso se cuente”.

La casa lobo está inspirada en un hecho real ocurrido en Chile, en la colonia Dignidad, que funcionó desde los años 60 y hasta la década de los 90, cuando volvió el régimen democrático al país. Era una colonia formada por 200 alemanes, liderados por Paul Schäfer. Conocido como “el profesor”, el ya fallecido exmilitar trabajó como médico del Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial. En 1973, tras el golpe de Pinochet contra el presidente socialista Salvador Allende, la colonia Dignidad se convirtió en centro clandestino de detención y torturas.

Las ocho personas que trabajaron como núcleo de la película comparten una vida teñida por la dictadura, especialmente por haberla conocido en la infancia. “Era u caso que conocíamos muy bien”, cuenta Alejandra Moffat.

Para su filmación, se aprovechó la trayectoria artística de Cociña y León, con quienes se montaron exposiciones en museos, mismos que a su vez sirvieron como locaciones (con un área para tal fin). “Las personas podían ir y ver el proceso de animación que se estaba haciendo”, recuerda Alejandra sobre una labor que sumó a decenas de colaboradores, a partir de los asistentes que apoyaron por un día o hasta varios meses.