La violencia que azota al municipio oaxaqueño de Juchitán ha dejado de ser una estadística para convertirse en una tragedia que golpea hogares, destruye vidas y siembra terror. Luego de los ataques armados e incendios registrados este lunes contra sucursales de la cadena Oxxo y unidades del transporte público, emergen testimonios que reflejan con crudeza el miedo que envuelve a la ciudad.
Más allá de las cifras, las víctimas tienen nombre, rostro, familia. Como la historia de una joven trabajadora de una tienda Oxxo que fue herida durante uno de los atentados y cuyo caso ha conmovido a cientos de personas en redes sociales.
“Esto no fue solo un ataque a una tienda. Fue un ataque a la vida”
En un mensaje publicado en redes sociales y compartido por medios locales, una madre expresó el horror que vivió al enterarse de que su hija fue víctima del atentado. El relato, crudo y emotivo, ha tocado el corazón de muchas personas en Juchitán y más allá.
“Hoy mi corazón está roto”, comienza diciendo.
“No tengo palabras para describir el dolor, el miedo y la impotencia que viví.”
“Mi hija sufrió quemaduras en el rostro y en su cuerpo, y ahora lucha por recuperarse. No me cabe en el alma tanto dolor… solo pienso que pudo no regresar.”
La joven fue rescatada por una vecina, cuya valentía también fue destacada en el mensaje:
“Agradezco de todo corazón a la vecina valiente que la ayudó a salir, que no se quedó mirando, que la salvó. Gracias infinitas.”
La madre, afectada también en su trabajo como comerciante, finaliza con una súplica clara:
“Esto no solo fue un ataque a una tienda, fue un ataque a la vida, a la tranquilidad, a nuestras hijas e hijos que salen cada día a trabajar con esperanza.”
“Solo pido justicia. Seguridad. Paz para nuestras familias.”
Parálisis social: transporte suspendido, miedo colectivo
Los ataques de este lunes no se limitaron a incendios. Al menos dos unidades del transporte público fueron baleadas, lo que provocó la suspensión inmediata del servicio por parte de distintas líneas. El miedo a ser atacados o incluso asesinados paralizó la movilidad de miles de personas.
Choferes y trabajadores del sector han denunciado extorsiones constantes, amenazas y cobro de piso por parte de grupos criminales. En la práctica, la violencia ha impuesto un toque de queda no declarado, especialmente en las colonias más golpeadas por la inseguridad.
¿Y las autoridades?
Pese a la gravedad de los hechos, las respuestas institucionales han sido tibias y tardías. La presencia de policías estatales, municipales y hasta elementos del Ejército y la Guardia Nacional ha sido insuficiente para frenar una violencia que parece operar con total impunidad.
Los juchitecos denuncian una ausencia de estrategias efectivas, mientras las víctimas se multiplican. Comercios cerrados, rutas canceladas, escuelas en alerta y una sociedad bajo constante tensión dan cuenta de una crisis que no es nueva, pero que se ha agudizado en los últimos días.
Una comunidad que exige paz
Mientras tanto, en las redes sociales y en las calles, la comunidad se une en el dolor. Historias como la de la joven quemada, rescatada por una vecina, muestran que en medio del horror aún hay actos de humanidad. Pero también revelan una profunda exigencia social:
“Solo pedimos seguridad. Justicia. Que podamos vivir sin miedo.”
Juchitán no solo sufre una ola de violencia, sufre también el abandono. Las palabras de una madre que ve a su hija herida, sin garantías ni respuestas, sintetizan lo que muchos ciudadanos sienten: que sus vidas están a merced de la violencia, y que el Estado llega siempre después. La pregunta urgente es: ¿cuántos ataques más se necesitan para que algo cambie?