Reflexiones pandémicas
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Toltecáyotl

Reflexiones pandémicas

 


Hasta antes de la pandemia, no encontraba la manera posible de que se pudiera detener la voracidad de un sistema económico, depredador, insensible y mortífero, que está llevando a la humanidad y al planeta al caos. No era posible hablar con los hombres más ricos del planeta, para hacerlos entrar en razón del suicidio colectivo en última fase en el que estamos. Menos aún, poder hablar con las grandes corporaciones, bancos y con el sistema financiero que maneja al mundo. El año pasado pudo llegar Greta Thunberg, la niña sueca a la ONU y darles a los representantes de los países un estremecedor discurso, en el que les reclamaba, <” Nos están fallando. Pero los jóvenes están empezando a entender su traición…Si no empezamos a cuidar la Tierra, morimos”>. Su voz se perdió en el vocerío del mercado de los poderosos traficantes de la muerte, y nada pasó.

Lo cierto es que llegó como un serrallo la pandemia y detuvo la economía mundial. Lo que parecía imposible de pronto es una realidad. La gente encerrada en sus casas protegiendo su vida, han empezado a pensar lo absurdo, vacuo y superflua que es su existencia. Porque ciertamente, todo se reduce a trabajar, consumir y pagar, más nada. Miles de millones de personas trabajan diariamente como burros y “no les alcanza”. Cada vez son mayores sus pretensiones existenciales, cada día surgen nuevos y más caros y sofisticados productos que en general, resultan superfluos e innecesarios para la vida real. Y cada día todos los bienes tienen caducidad programada para obligarnos a comprar y comprar, para luego pagar y pagar.

Se paró el mundo, es decir, se dejó de consumir. Por fin tenemos tiempo para pensar, para sentir, para filosofar. Cuál es el sentido de la vida. Cuál es el proyecto de vida. Hacía donde vamos. Qué es lo real y qué es la verdadero. Estamos literalmente destruyendo el planeta para producir y comprar porquerías que no son estrictamente necesarias. Por ejemplo, la mayor cantidad de árboles que se talan en el planeta, no son para hacer papel, casas u objetos utilitarios. No, son para hacer cartón que se utiliza para los empaques de los miles de millones de productos que la industria produce diariamente. Desde una memoria USB, hasta un refrigerador, todos usan cartón para poder empacarlos y embalarlos, y después de comprarlos desechar el cartón.

La vida de los seres humanos está para servir a las empresas y bancos, para que se hagan cada día más ricos, sin importar que se consuma fatuamente la vida de la gente y se destruya la naturaleza. Al final de día, vivimos para hacer que la economía mundial, nacional y local siga creciendo sin ningún objetivo humanista, comunitario o planetario. Nada de eso, nuestras vidas personales saturadas de insensatez, con ideas ajenas en el cerebro, solo sirven para que trabajemos, consumamos y paguemos. Nos hemos convertido en objetos desechables de un sistema desquiciado que se dirige a la inminente destrucción y, hasta antes de la pandemia, parecía imposible que se pudiera detener. 

Existe mucha información y teorías conspiracioncitas sobre el origen y el objetivo de la pandemia. Sin embargo, prefiero alejarme de “la ciencia, los enteradillos y las noticas falsas”, y ver la pandemia desde el punto de vista mágico, espiritual y hasta energético. Así es, amable lector, porque no pensar como han pensado por miles de años los seres humanos. Por qué no pensar que la Tierra es un ser vivo, y que, como tal, se tiene que autoproteger de aquellos males que la aquejan. Por qué no pensar que Tonantzin, como la llamaban nuestros sabios y venerables antepasados, nuestra “Madre Querida” nos está corrigiendo y dándonos un “ya basta”, y de un zape nos pone en nuestro lugar. 

Cuál es nuestro lugar. Los toltecas decían que los seres humanos tenemos la misión de cuidar al planeta y mantener el equilibrio. Que debemos de poseer la conciencia de la sacralidad de nuestra existencia, y por tal, de la sacralidad del mundo en donde nuestra Madre nos ha permitido vivir. En el planeta todo tiene vida y por tal, todo tiene espíritu, tiene espíritu los animales, el agua, el viento, las montañas, las hormigas, los árboles y las plantas. Para mantener el equilibrio y la vida en plenitud armónica, primero requerimos “equilibrarnos nosotros mismos”, buscando “nuestro centro”, encontrar nuestro camino y nuestro significado. Descubrir el milagro de la vida es descubrir el significado de nuestra sagrada existencia. Todos nos vamos a morir, esa es la única verdad incuestionable. Los sabidos de todo el mundo afirman que se muere como se ha vivido. Sin embargo, en este deshumanizado mundo moderno, neoliberal, globalizado, la vida ha perdido su significado. Será que la pandemia y la proximidad de la muerte nos hará pensar profundamente sobre el misterio de la vida. Usted, amable lector, qué opina. Educayotl AC. Educar para el futuro con la sabiduría del pasado. www.toltecayotl.org